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enero 09, 2010
"Homenaje a Pablo", Carlos López Soriano, J México 1975Por Rodrigo VillacísEsta es una pregunta que viene revoloteándome en la cabeza desde hace mucho tiempo: ¿qué es el arte? Asisto con frecuencia a las exposiciones, cuando viajo visito museos, siempre que puedo converso con los artistas, con los historiadores del arte, con los críticos, con los profesores de estética y no hallo una buena definición, a pesar de que todos me dan su propio concepto. Por último no faltan los que sostienen que "el arte no existe" y que "sólo hay artistas". Pero entonces, ¿qué producen los artistas?: pintura, danza, música, literatura, etc. Y el arte desde luego está en esas obras, dicen los teóricos, pero no es esas obras. El arte sería entonces una categoría mental, una abstracción.
Lo cierto es que el arte, en su esencia, está más allá de la humana comprensión. "Hay tantas cosas acerca del arte de las que nada se sabe...", reflexiona Ernst Gombrich, y yo creo que la cosa más importante es distinguir cuándo una pintura es solamente una pintura y cuándo es obra de arte.El arte es un valor emotiyo, afirma a su vez Lionello Venturi, y por eso "cuando nos empeñamos en su análisis científico nos distraemos de lo que es arte en la obra de arte". Muy bien, y entonces, ¿qué es una obra de arte? Quizás podemos decir que es una creación humana que nos produce un gozo estético y nos conmueve. ¿Pero cuál es el mecanismo?Se dice que el hombre está dotado de ciertos sensores capaces de activarse en presencia de la belleza; mas el concepto de belleza es demasiado indefinido y cambiante y muchas veces no responde sino a la moda. ¿Podría decirse, en efecto, que es "bella" una obra como Yo soy un árbol... con la cual concurrió Manuel Cholango a la IV Bienal de Cuenca? Y sin embargo todos sentimos ("como un golpe en el estómago") el impacto de su grandeza artística.Por medio del arte, el artista se comunica con los demás, y en la antigüedad más remota intentaba comunicarse con la divinidad. Así nacieron la música y la danza primitiva y la pintura rupestre. De modo que el arte es un lenguaje, una manera de expresarse por parte de un segmento privi-legiado de la sociedad (los artistas), que maneja ese instrumento. Pero es un lenguaje ambiguo, que admite diversas interpretaciones. Por eso una obra de arte, de cualquier género, no se agota ni mucho menos en una sola lectura, y, por el contrario, siempre encontramos en ella nuevos motivos de interés.¿Qué se requiere para ser artista? Dotes naturales sin duda, y conocimiento del oficio. Porque, ahora que lo menciono, el arte también es oficio; o sea técnica, destreza, habilidad, práctica. La inspiración como que ha pasado de moda, como que ese momento de gracia por el cual supuestamente atravesaba a veces el artista ha sido sustituido por el concepto de tenacidad. Ya no se le oye decir al conocedor de pie frente a una buena pintura: "¡Qué inspirado estuvo Fulanito!", sino "¡Qué buen trabajo!". Claro que tampoco el trabajo lo es todo; ni siquiera el trabajo y las dotes a las que he aludido son suficientes para hacer una obra maestra, sino esos mismos factores más un entendimiento perfecto del espacio y del tiempo en el que se mueve el artista. Las meninas de Velázquez se corresponden perfectamente con la España de Felipe IV; La ronda nocturna de Rembrandt, con la Europa del siglo XVII, y el Guernica de Picasso, con la guerra civil española y con una humanidad que se abocaba por segunda vez a una guerra mundial.Pero ¿cuál es el rol de una obra de arte? "No son puros símbolos -escribe Pierre Francastel, refiriéndose a tales obras-, son verdaderos objetos necesarios para la vida de los grupos humanos". El precursor de la sociología del arte afirma que esos "objetos" creados por los artistas se relacionan con los fundamentos de las distintas prácticas sociales, porque el arte está en las bases de cada cultura. Por eso es inaceptable la "deificación de la arbitrariedad", originada en los procesos de aculturación. Para Francastel, lo que contaría en este contexto sería más bien "el análisis y la explicación de los estilos (¿tendencias?) entendidos como formas de manifestación social", no las obras o artistas individualmente considerados.Sin embargo a mí me interesan las obras individualmente consideradas, porque me gusta la pintura y quiero unos cuadros para mi casa. ¿Cómo escoger? Me parece que lo primero es recorrer las galerías de la ciudad y, si puedo, visitar los talleres de los artistas, para enterarme de lo que en el campo de la plástica se está haciendo hoy en el Ecuador; además, creo que sería bueno familiarizarme en los museos con la trayectoria de la plástica nacional. Así voy a evitar el esnobismo, esa actitud de quien a falta de conocimientos sobre arte, los aparenta. De otro lado, no quiero caer en eso de comprar un cuadro porque combina con el color de mis muebles de sala o con la alfombra. Me han dicho que eso no se hace.Pero ¿entonces? Quiero saber cómo debo ver un cuadro para decidirme. Porque tampoco voy a seguirle los pasos a Herbert Read y a analizar: "la composición, el ritmo de la línea, la masificación de las formas, el espacio, la luz y la sombra, etc.". Eso queda para los especialistas. Me parece que, una vez que sé en qué terreno estoy, lo más indicado es optar por el mejor pintor en el rango económico que me corresponde y según el género que busco, paisaje, naturaleza muerta, desnudo, por ejemplo, o un abstracto, a fin de proceder entonces a escoger, a mi gusto, el cuadro que voy a adquirir.En cuanto al gusto, ya sabemos que es un punto sobre el cual no se puede discutir, porque responde a ciertos condicionamientos específicamente personales (la adquisición de una obra de arte es por eso un acto indelegable; yo siento que en adelante no voy a poder vivir sin esa obra) y porque "no hay ojo inocente". Nuestra vista se halla de alguna manera contaminada y respondemos sin remedio a ese hecho. Por eso nos adherimos muchas veces a la moda; lo cual tiene una lógica, porque cada uno de nosotros respira "eso que está en el aire". Y los "artistas" también tienden a producir lo que se consume, dando lugar a un círculo vicioso que lo rompen sólo los verdaderos creadores. Mozart escribe desde París: "Todas las sinfonías comienzan aquí con un movimiento rápido; yo comienzo, por tanto, con un movimiento de introducción lento...".Por otro lado, desde Cicerón ya se ha advertido -como nos recuerda Gombrich- sobre la peligrosa relación entre la satisfacción inmediata y el placer estético. Según el crítico vienes, "hay impresiones que dan una satisfacción inmediata a los sentidos; pero es un hecho psicológico que tales satisfacciones son poco duraderas y pueden conducir al hastío". Desde luego sería absurdo rechazar, por ese solo motivo, lo que nos satisface al primer contacto, y quizás deberíamos pensar en un punto de equilibrio.Pero ahora es también necesario estar más atentos, en cuanto la modernidad nos ha traído en la plástica ciertas corrientes que se prestan al fraude, al casualismo y a la improvisación. Esto sin contar con las falsificaciones, aquí ya institucionalizadas y a la orden del día (a vista y paciencia de todos circulan falsos guayasamines, king-mans y endaras), ni con la mala calidad de los materiales que irresponsablemente emplean algunos artistas (incluso entre los importantes), lo cual ocasiona el rápido deterioro de la obras.Y por último, es menester pensar también en el marco, porque de él depende cómo se ve la obra. Se sabe que el marco detiene el movimiento de los ojos y destaca los valores de la pintura. Pero hay que saber elegirlo, pues cada cuadro debe tener el marco que necesita o que se merece, ni más ni menos.Entonces, ¿qué mismo es el arte? No, nada, sólo un regalo de los dioses.