JOVENES: CUIDADO CON EL CANCER TESTICULAR
Publicado en
enero 21, 2010

Aplazar la decisión de acudir al médico por un pudor injustificado casi me cuesta la vida.
Por Lawrence ImpeySI ME HUBIERA DADO un martillazo en el testículo derecho no habría sentido nada: estaba totalmente insensible, duro e irregular, como una nuez. Decidí guardarme la preocupación y no le conté nada a nadie; pero con 22 años cumplidos y como estudiante de cuarto año de medicina que era, debí estar más informado y actuar.
Corría el otoño de 1985 y en el curso de los meses siguientes comencé a sentirme débil y aturdido. Finalmente, cuando llegó la primavera, acudí al médico con unos síntomas parecidos a los de la gripe. A él tampoco le revelé lo del testículo.Los antibióticos no me ayudaron, y en noviembre arrojé un cálculo renal. Un día en que estaba charlando con mi asesor académico mencioné con fingida indiferencia que tenía hinchado un testículo. El hombre me revisó y me envió al hospital.Al día siguiente, un técnico me pasó una sonda de ultrasonido por el bajo vientre. Con el semblante serio y tartamudeando, me dijo que iba a llamar al médico.—No se preocupe —le dije en tono ligero—. Sé que es un tumor.Su alivio fue evidente, y en ese momento caí en la cuenta de que tenía cáncer testicular. No recuerdo qué me dijo el médico a quien el técnico fue a buscar, ni cómo volví a casa.—Tengo cáncer —le dije sin rodeos a mi novia, Susan, de 19 años, y me eché a llorar.Nos abrazamos con fuerza, lloramos, hablamos y volvimos a llorar. El cáncer es algo terrible, demoledor.Dos días después, en el hospital, el urólogo Euan Milroy me hizo una pequeña incisión en el abdomen y me extirpó el testículo. Al cabo de una semana me sometieron a otras pruebas para determinar si el cáncer se había extendido o no.Mientras aguardaba tendido en la cama entre un joven que estaba sufriendo los estragos de la quimioterapia y otro que padecía cáncer facial y vomitaba por un agujero en la mejilla, me atormenté con un pensamiento: ¿Por qué fui tan estúpido y no busqué ayuda antes?Los resultados de los análisis fueron alentadores. Me dijeron que tenía un seminoma, el menos virulento de los dos tipos principales de tumor testicular, y eso significaba que el mal no se había extendido.Durante cuatro semanas me sometieron a radioterapia y sufrí vómitos y diarrea. Una noche descubrí que se me estaba cayendo el vello púbico y me pregunté lleno de ansiedad si algún día podría ser padre. Milroy me tranquilizó con una explicación:—El testículo que te queda producirá suficientes espermatozoides para compensar la falta del otro. En los últimos diez años los enfermos de cáncer testicular han procreado muchos hijos.Susan me brindó un apoyo incondicional todo el tiempo. Diariamente me llevaba en coche de la escuela o el bar a casa, y se callaba sus temores de que yo pudiera morir.Pero eso no ocurrió; al contrario, me fortalecí. Los reconocimientos semestrales en el hospital se volvieron anuales, y poco a poco recuperé la calma. Había tenido suerte, pero si hubiera tardado más en buscar ayuda médica, hoy quizá estaría muerto.El cáncer testicular afecta principalmente a varones de entre 15 y 49 años, y es el tipo más común entre los jóvenes.David Forman, oncólogo y epidemiólogo del Grupo de Investigación del Cáncer Testicular del Reino Unido, y Richard Gallagher, epidemiólogo y especialista en prevención del cáncer de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, Canadá, hace poco realizaron sendos estudios y observaron que el trabajo sedentario y la falta de ejercicio se relacionan con un mayor riesgo de padecer cáncer testicular.El riesgo aumenta cuando hay antecedentes familiares directos de este mal y cuando el varón tiene un testículo alojado fuera del escroto. Forman está tratando de determinar si es cierta o no la hipótesis de que la aparición precoz de la pubertad incrementa dicho riesgo, y otros investigadores intentan establecer si la mayor incidencia del cáncer testicular se relaciona o no con la presencia en el ambiente de ciertos compuestos estrogénicos como los ftalatos, que se usan para flexibilizar los plásticos.Muchos varones ignoran que padecer este mal podría costarles la vida. A la oncóloga Jane Wardle le preocupa el que pocos jóvenes sepan que es muy importante revisarse los testículos con regularidad a fin de descubrir alguna protuberancia o hinchazón anormal. Los estudios que ha realizado muestran que casi 90 por ciento de los varones jamás se revisan esa parte del cuerpo.No obstante, si el cáncer testicular se identifica a tiempo, la probabilidad de supervivencia es de casi 100 por ciento. "Antes, muy pocos de quienes padecían este mal sobrevivían", señala la oncóloga clínica Marie Wilkins. "Hoy los fármacos han cambiado las cosas radicalmente. El teratoma —el tipo de tumor testicular más virulento y expansivo— puede combatirse con quimioterapia, en tanto que el seminoma es muy sensible a la radioterapia. La clave es recibir el tratamiento oportunamente, antes de que el cáncer se extienda al tórax o al cerebro, pues cuando esto ocurre sólo sobrevive uno de cada tres enfermos".Como yo, muchos hombres tardan en decidirse a buscar ayuda médica por vergüenza o por temor. El doctor Tim Oliver, profesor de oncología, señala que aunque hoy los hombres tienden a buscar ayuda más a menudo que hace 15 años, alrededor de un tercio de los que presentan síntomas esperan tres meses o más antes de acudir al médico.La traumática experiencia de haber padecido cáncer me ha servido para crear un vínculo especial con mis pacientes. Soy ginecólogo, y por lo menos una vez cada 15 días tengo que dar a una mujer la noticia de que padece cáncer de ovario, de matriz o cervicouterino.Hace poco operé a una paciente de más de 60 años que padecía cáncer de endometrio. Dos días después, sentado junto a su cama, vi en su rostro ese profundo temor al cáncer que me es tan conocido.—Sé lo que está sintiendo —le dije.Me miró con recelo, pero yo proseguí—: Muchas personas creen que todos los tipos de cáncer son incurables, pero no es así. Yo tuve cáncer hace diez años y me alivié con una operación. Míreme, ahora estoy sano. A usted también se le detectó el cáncer a tiempo. Le aseguro que se va a poner bien.Con los ojos arrasados, me tomó de la mano y dijo en voz baja:—Gracias, doctor. Confío en usted.Hoy en día se está recuperando.Durante años viví con el temor de la esterilidad. Susan y yo nos casamos en 1992. Los dos queríamos tener hijos, pero pensamos que quizá yo no podría procrear tan fácilmente; sin embargo, poco después de nuestra luna de miel ella quedó embarazada y antes de cumplir un año de casados nació nuestra hijita, Cicely.Hay que conservar siempre la esperanza. El mejor consejo que puedo dar a un hombre que tema padecer cáncer es éste: acuda a su médico cuanto antes; el cáncer puede combatirse, y usted, sobrevivir.COMO DISMINUIR EL RIESGO
Desde la pubertad, todos los varones deben practicarse un autoexamen de testículos regularmente. Al terminar de ducharse, sosténgase el escroto con las manos y palpe con los dedos cada testículo. Compare el tamaño y el peso de ambos, y recuerde que es normal tener uno un poco más grande o un poco más abajo que el otro. Con cuidado, palpe cada glándula con el pulgar y el índice hasta que toque el epidídimo, el conducto por donde salen los espermatozoides, que se extiende entre las partes superior y posterior del testículo.
Los signos a los que hay que estar atentos son hinchazón de uno de los testículos, o una protuberancia dura y del tamaño de un garbanzo en la parte anterior o lateral de la glándula. A veces se percibe un dolor leve o, con menos frecuencia, un dolor agudo.Es raro tener cáncer en ambos testículos, así que si siente lo mismo en los dos, no se alarme. Determine qué es lo normal en usted e informe a su médico sin tardanza de cualquier cambio que note. La mayoría de las protuberancias no son malignas, pero el médico será quien decida si es necesario que acuda a un especialista.