GENOCIDIO EN NOMBRE DEL ISLAM
Publicado en
enero 21, 2010
Una matanza siembra el terror y el desconsuelo. Por desgracia, las escenas como ésta se han vuelto el pan de cada día en la región llamada "El Triángulo de la Muerte"
La brutal guerra de los fanáticos que buscan el poder en Argelia ha causado decenas de miles de muertes. ¿Cabe esperar solución?
Por Fergus BordewichLOS ASESINOS LLEGARON a Sidi el Kebir una helada noche del otoño de 1996. Desde hacía más de cuatro años, los 400 habitantes de esta aldea de agricultores y obreros, enclavada en las montañas de Argelia, vivían en una tierra cuyo control se disputaban el ejército del gobierno y terroristas que pretendían hacer del país norafricano un Estado islámico radical. Los rebeldes ya habían incursionado en la aldea exigiendo provisiones y gritando: "¡Muera el gobierno, enemigo de Dios!" Hasta entonces, ningún aldeano había salido lastimado, pero esa noche se acabó su buena suerte.
Nassim* estaba durmiendo en la sencilla granja de su familia cuando llamaron a la puerta.—¡Usted tiene un hijo que estuvo en el ejército! —dijo una voz en tono acusador a la madre de Nassim.—¿Qué quieren de él? —preguntó ella sin abrir la puerta.—Es un ateo que sirvió al gobierno. ¡Déjenos entrar!—¡No, no! —gritó la mujer.En eso, Nassim vio saltar la barda a unos hombres armados con escopetas y cuchillos largos; entre dos sujetaron a su madre y la pusieron de rodillas, mientras otro le daba un tajo en la garganta. Luego hicieron lo mismo con su padre y con su hermano, que habían salido al patio despertados por la gritería.Nassim, joven delgado de rostro infantil, estaba seguro de que él sería el siguiente, pero inexplicablemente los guerrilleros se fueron y lo dejaron con vida entre los cadáveres de su familia.El terror cundió esa noche por todo Sidi el Kebir, pues los insurrectos fueron de casa en casa ejecutando a todo aquel que tenía alguna relación, por remota que fuese, con el gobierno. Al amanecer, 32 aldeanos yacían muertos.Cuando, en 1992, los fundamentalistas musulmanes declararon la guerra al gobierno argelino, estalló uno de los conflictos más sangrientos de la historia contemporánea, en el que han muerto cuando menos 65.000 personas, en su mayoría civiles. Es cierto que el régimen es culpable de serias violaciones de los derechos humanos, pero los rebeldes han combatido con lujo de brutalidad. Lejos de circunscribir sus ataques a los funcionarios del gobierno, han asesinado a escritores, periodistas, músicos y todo aquel a quien consideraban "corrompido" por los valores occidentales. En nombre del islam, han saboteado o destruido al menos 500 escuelas y asesinado a alrededor de 200 maestros. También han degollado colegialas por no llevar puesto el velo prescrito por los fundamentalistas.La comunidad internacional ha prestado poca atención a este conflicto, pero Argelia representa uno de los campos de batalla más decisivos del terrorismo islámico.PELIGROSO DESCONTENTO
La historia política moderna de Argelia comenzó en 1962, cuando los nacionalistas derrocaron el régimen colonial francés. El nuevo gobierno transformó las prósperas granjas en comunas al estilo soviético e invirtió el producto de la gran riqueza petrolera del país en una industria ineficiente administrada por el Estado. Para fomentar la "conciencia árabe", los maestros inculcaron el islamismo radical a toda una generación de jóvenes.
Cuando, en los años 80, los precios del petróleo se vinieron abajo, la economía socialista también se derrumbó. El desempleo aumentó al grado de que los profesionales universitarios tenían que conducir taxis, y no era raro que varias familias de clase media tuvieran que compartir una vivienda de un cuarto. La corrupción de los gobernantes era sabida de todos. Mientras tanto, la deuda externa subía por las nubes y alimentaba el resentimiento contra Occidente.Los extremistas religiosos no desaprovecharon el descontento y comenzaron a predicar que la solución estaba en el apego literal al islam. Después de que el gobierno permitió la existencia de partidos políticos, el Frente Islámico de Salvación (FIS) obtuvo más de la mitad de los votos en las elecciones municipales de 1990 y una proporción aún mayor en las elecciones parlamentarias de 1991. Se le auguraba otro triunfo en la segunda ronda, pero antes de que ésta pudiera celebrarse, el ejército tomó el poder, canceló los comicios y decretó el estado de guerra. También proscribió el FIS y encarceló a miles de sus seguidores en campos de prisioneros en el desierto.A fines de 1991, distintos grupos fundamentalistas que habían hecho acopio de armas empezaron a dirigir ataques contra la policía y el ejército. Los más radicales, antiguos soldados que habían peleado contra los rusos en Afganistán, fundaron el Grupo Islámico Armado (GIA). Los terroristas, que hoy en día suman unos cinco millares, reciben apoyo de simpatizantes externos y creen que su misión es sagrada.Al principio, el FIS contaba con el respaldo de muchos argelinos que se oponían a la dictadura militar, pero la violencia de los grupos terroristas le ha valido un creciente repudio.En una campaña sistemática de terrorismo sexual, los extremistas han raptado a miles de mujeres jóvenes y han asesinado a centenares, a menudo después de violarlas uno tras otro durante meses. Más de 90 extranjeros han muerto violentamente, entre ellos siete monjes trapenses cuya única ambición era vivir en armonía con sus prójimos musulmanes.AHORA LOS CONOCEN
En medio de la violencia, la dictadura ha ido dando lentos pasos hacia la democracia y el mercado libre. En 1994, los jefes militares designaron presidente a Liamín Zerual, militar de carrera y musulmán practicante que había renunciado al ejército para manifestarse en contra de la represión oficial. Un año después, Zerual fue legitimado en el cargo por el voto popular, en unas elecciones consideradas relativamente limpias.
En junio de 1997 los argelinos votaron por primera vez desde 1991 para elegir a los integrantes del Parlamento. Yo fui testigo de la votación en las aldeas de los alrededores de la ciudad de Blida. El paisaje de viñedos y olivares bañados por el sol daba una falsa impresión de paz, pues la región es hasta hoy escenario de cruentas batallas entre los rebeldes y el ejército. En una de las poblaciones que visité, hacía apenas unas semanas que los terroristas habían matado a 29 hombres al hacer estallar un coche bomba junto a un café.A pesar del miedo que la violencia ha sembrado, los centros de votación estaban atestados. Hombres tocados con turbantes y mujeres ataviadas con la vestimenta tradicional hicieron largas colas para poder ejercer su derecho. Cuando le pregunté a un hombre de 85 años por quién iba a votar, me contestó: "Por la paz... ¡y porque no me corten la cabeza!""Los fundamentalistas eran muy populares hace unos años", comentó el supervisor de un centro de votación."Y es que en aquel entonces la gente no los conocía. Ahora los conocen, y saben que la democracia es el único camino para acabar con la violencia".En la elección, el partido oficial obtuvo la mayoría de los asientos del Parlamento, cuyo poder es limitado. Los partidos de ideología islámica y métodos democráticos captaron apenas la cuarta parte de los votos.Entre los parlamentarios elegidos está Saíd Sadi, psiquiatra y defensor de los derechos humanos que encabeza uno de los más importantes partidos demócratas no religiosos. En su opinión: "La incógnita es si se puede construir una democracia en un país musulmán. ¡Yo digo que sí! La gente no quiere un Estado teocrático. Siempre que se le permite hablar libremente, exige la democracia".LOS DESAPARECIDOS
Por desgracia, la decisión del gobierno de aplastar la insurrección ha dado lugar a atrocidades que en algunos casos son equiparables a las perpetradas por los terroristas. Según un informe del Departamento de Estado norteamericano, "las fuerzas de seguridad han llevado a cabo fusilamientos extrajudiciales; son responsables de muchos casos de desaparición, tortura u otra forma de maltrato de los detenidos, y han aprehendido arbitrariamente a muchos sospechosos de colaborar con los grupos islámicos armados".
Todos los días, el despacho del abogado especialista en derechos humanos Mohamed Taheri, en Argel, bulle de gente que espera recibir noticias de sus parientes desaparecidos. Taheri me muestra uno de los gruesos álbumes en los que ha reunido retratos de los desaparecidos, entre los que hay médicos, abogados, profesores, estudiantes, taxistas, enfermeras y hasta un piloto de avión, cuyas edades van desde los 15 hasta los 63 años. Todos ellos han desaparecido sin dejar rastro.—Eso no es ningún secreto —me asegura Taheri—. Todas esas personas fueron detenidas por la policía.Desde hace dos años, un hombre mayor se presenta todos los días en el despacho para ver si hay noticias de sus dos hijos.—He averiguado que murieron en el centro de detención —le comunica Taheri.La desesperación le descompone el semblante al anciano. Según Taheri, los dos hermanos fueron encerrados en una celda con otros cinco hombres. El espacio era tan reducido, que sólo dos prisioneros a la vez podían ponerse en cuclillas; los demás tenían que permanecer de pie. Privados de agua, alimento y sanitarios durante muchos días, en un calor sofocante, seis de los hombres murieron, incluidos los hermanos. No se llegó a hacer ningún cargo contra ellos.EL CAMINO A LA RECONCILIACION
Para ganarse la simpatía de los millones de inconformes que aún apoyan al FIS o que sencillamente desconfían del régimen, los funcionarios argelinos deben poner fin a los abusos.
"La gente necesita sentir que se hace valer la justicia", afirma un diplomático occidental que vive en Argel. "El hombre de la calle debe contar con un medio al cual recurrir cuando se violan sus derechos".Un primer paso es devolver a la prensa la libertad de expresión, pues el gobierno a menudo emplea la táctica de cerrar periódicos, a veces por la más mínima crítica de las políticas oficiales. "Obligan a la prensa a guardar silencio acerca de todo lo que importa realmente", se queja Salima Ghezali, una de las periodistas más respetadas del país. "Aunque una bomba me estalle en las narices, tengo prohibido escribir al respecto".Como muchos periodistas argelinos, Ghezali, de 37 años, vive amenazada de muerte... por ambas partes. En una ocasión, después de haber publicado un editorial que condenaba el terrorismo islámico, recibió un anónimo en el que le decían: "Si te veo, te mato". Y cuando el periódico que dirige criticó al gobierno por incurrir en violaciones de los derechos humanos, una voz, también anónima, le dijo por teléfono: "¿Crees que puedes esconderte de nosotros? Dondequiera que estés te encontraremos".Ghezali se niega valerosamente a huir. "Prefiero sentir miedo en mi propio país que en el exilio", dice. "Además, tengo una responsabilidad".LA COLUMNA VERTEBRAL DE LA DEMOCRACIA
Si ha de escapar de las garras del islamismo radical, Argelia debe adoptar un papel activo en la solución de sus problemas, pero quizá también necesite la ayuda de Occidente en los próximos años. Las potencias occidentales pueden utilizar su influencia en el país norafricano para fomentar la reforma política y acelerar el avance hacia la economía de mercado. A Occidente le conviene que así ocurra. Si los fundamentalistas llegaran al poder, amenazarían a los regímenes no reli-giosos y pro-occidentales del Oriente Medio, y darían a los terroristas islámicos una base de operaciones en las puertas de Europa. El control de las grandes reservas de petróleo y gas natural de Argelia proporcionaría a un Estado radical un peligroso poder sobre las economías occidentales.
En cambio, la derrota de los fundamentalistas "fortalecería la columna vertebral de la democracia en el mundo musulmán, y haría ver a los seguidores de Mahoma que el islamismo radical no es la tendencia del futuro", opina un funcionario del Departamento de Estado norteamericano.Mientras me paseaba por el desolado patio de la casa de Nassim, en Sidi el Kebir, el futuro de Argelia me parecía incierto. Unos soldados voluntarios vigilan la aldea, pero yo sabía que los guerrilleros empuñaban sus armas en algún lugar de las abruptas montañas. Hago votos por que Saíd Sadi y Salima Ghezali tengan razón y llegue el día en que reine la democracia.*Su nombre se ha cambiado para proteger su vida privada.