ENTRE LA BELLEZA Y LA MISERIA
Publicado en
enero 03, 2010
Reflejos dorados en Albert Docks, LiverpoolPor Cecilia Peñaherrera BuendíaLa esposa acaba de descubrir que su propio marido la ha vendido, para con el dinero proveerse de droga. Una mujer asesinó a su padre, quien había abusado de ella siendo niña. Una pareja de lesbianas es chantajeada por la hermanita menor de una de ellas, que las ha descubierto in fraganti. El desempleo de varios años está llevando a otro hombre al borde del suicidio...
No es la crónica roja de un periódico sensacionalista. Tampoco las páginas de un ensayo sociológico. Tampoco un melodramón de telenovela venezolana. Pero está cerca: se trata de "Brookside", la teleserie británica con más sintonía en los últimos años. Y el transfondo de esta tormentosa historia es un barrio de ficción situado, sin embargo, en una ciudad muy real que, especial en la memoria de muchos de quienes vivieron su adolescencia en los prodigiosos sesentas: Liverpool, la cuna de los Beatles y de todas aquellas maravillosas canciones que aún hoy se siguen escuchando y gustando.Cuando al productor de esta serie le preguntan que por qué se empeña en mantener personajes tan conflictivos, cuyas vidas se desenvuelven por caminos tan tortuosos, siempre responde que él sólo se limita a recoger y sintetizar las vivencias que con frecuencia conoce o que le comentan, y que expresan la cotidianeidad -atormentada y descompuesta- de muchos seres de carne y hueso de esa ciudad. La gente, según este productor, se ve reflejada en estas imágenes, porque de cerca o de lejos, ha pasado por estas experiencias.Ya nada es igual en este país, dice Jamie, desalentado y cabizbajo.Tiene cincuenta años, la mayor parte de los cuales se los ha pasado viajando por todo el mundo. Ha realizado todo tipo de trabajos desde los más inverosímiles hasta los más formales. En Kenya, en Papua Nueva Guinea o en República Dominicana. Es alto y delgado, enjuto, con una vasta ilustración adquirida no sólo gracias a su amor a la lectura, sino, más que nada, a su propia vida de aventurero impenitente. Es el prototipo del inglés: cordial, curioso y pletórico de energía.Querrás decir del inglés de antes, insiste. Porque hoy en día no se destacan por ninguno de esos atributos que gentilmente me adjudicas.Pero jamie ha regresado al Reino Unido y lleva ya un largo tiempo sin conseguir trabajo. A un hombre de su experiencia y con sus conocimientos, deberían disputárselo, pienso. "Pero soy demasiado viejo para muchos", dice. Es el signo de estos tiempos, cuando el desempleo acosa la vida de tres millones de británicos y es un fantasma que amenaza la de al menos dos más.Conjunto medieval del Castillo y la Catedral en DurhamUN AMBIENTE DE DESALIENTO
Las piedras medievales de York, una de las ciudades amuralladas mejor preservadas de Inglaterra, parecerían recibir una mano de lija a diario. Esos techos de doble vertiente, esas buhardillas, las estructuras de vigas vistas... todo configura la típica estampa de cuento infantil, el estereotipo de la Europa feudal.
Mi paso fugaz por la ciudad me permite apenas apreciar esa serena belleza, como la de una aristocrática dama madura. Tranquila, apacible, la vida de orden y trabajo de York no parece perturbada más que por el revoloteo irreverente de los turistas. ¡Pero algo pasa!"Somos una pequeña y mediocre nación", dijo ante la prensa el Arzobispo de York, uno de los hombres-institución más respetados por la opinión pública, quien con esa frase lapidaria levantó tremenda polvareda. Puso a discutir a medio país y nadie dejó de sentirse interpelado, sea para disentir o para asentir.Y es que entre el desempleo, los problemas de drogadicción, de violencia, de prostitución infantil y juvenil, entre otros, el panorama no se pinta nada halagüeño. Parecería que esta nación, que llegó a ser el Imperio más grande de la Tierra entre 1850 y 1940, -que conquistó ese imperio en una generación y lo perdió en la siguiente- que ha dejado inconmensurables muestras de su ingenio, su laboriosidad y su pujanza a lo largo de una historia milenaria, hubiera llegado a un punto de agotamiento. Parecería hallarse exhausta de tanta guerra. No falta quien afirma que es una nación que ha perdido la fe en sí misma.¿Qué pasa en este país, Jamie?, le pregunto a este inglés universal, sabio y bondadoso.Se pueden mencionar muchas explicaciones racionales y, seguramente, todas tendrán su dosis de verdad. Pero a mí me parece que hay una que es la principal: falta amor. El materialismo de esta vida tan consumista ha terminado por consumirnos a nosotros, porque, dedicados a producir riquezas y placeres, hemos olvidado dedicarle tiempo al amor.Afuera, el día de abril se muestra amable y luminoso tras de los cristales. Pero la temperatura es fría, el sol llega tímido e insuficiente aún. Las visiones pesimistas de una realidad amarga y dura en la Gran Bretaña de hoy, en donde Liverpool no es más que uno de sus espejos, me ha impedido por un momento acercarme a esa otra ciudad, a la de las luces titilando sobre la superficie del agua en Albert Docks, la de los paseos peatonales apacibles y coloridos, la de los amados Beatles.A PIE, POR LAS CALLES, SIN RUMBO FIJO
Que es, para mí, la mejor manera de disfrutar de un lugar agradable. Haciendo abstracción de todos esos dramas humanos, en efecto, esta es una ciudad muy agradable. Es sábado, la gente ha salido a pasear en familia, de compras o simplemente a disfrutar de este receloso sol, el único que se conoce por estos lares.
Observo a los jóvenes. Son iguales a otros muchos, se desplazan en grupos, charlan entre ellos con animación (en un inglés áspero, difícil de comprender), se diría menos rígidos de lo que pueden ser en otras ciudades más grandes como Londres o Manchester. Los niños corretean alrededor de sus padres y ríen ruidosa y despreocupadamente, mientras, en el otro extremo, risueños ancianitos pasean sin prisa, sin tensiones. ¿Quién sospecharía semejantes tragedias detrás de este escenario tan relajado y normal?Un "homeless" en una calle de Manchester. El desempleo afecta a unos tres millones de británicosUna señora en sus serenos cincuentas no tiene inconveniente en acompañarme hasta el punto mismo en que aparece señalada la dirección hacia Albert Docks, los viejos muelles que una vez fueron los más activos del mundo. En la actualidad ya no muestran el trabajo ni el incesante movimiento comercial de hace un siglo, cuando desde aquí se proveía a la industria de la mayor parte del norte inglés de innumerables materias primas traídas de las colonias, en especial desde la India. Ahora, esos muelles centenarios han sido reconvertidos para albergar hoteles, centros comerciales, restaurantes, museos... entre ellos, uno dedicado a los Beatles que, por cierto, deja mucho que desear.La visión de ese conjunto austero, de líneas rectas y ladrillo visto, a la orilla del mar, con desembarcaderos interiores que forman con los edificios un espacioso patio cerrado, en donde el agua -a pesar de su sospechoso color- repite mágicamente los perfiles de los edificios y los botes varados, no me desilusiona ni un ápice. Es más: realmente me encanta. Pero detrás de los cristales de una acogedora cafetería, por un instante envidio un poco a quienes charlan calientitos frente a una taza de ese negro zumo humeante, justo lo que me hace falta. Al fondo, del lado del mar, los perfiles de los veleros y buques se recortan a contraluz, mientras el sol ya desaparece dejando rastros pasteles.Las calles se vacían. En contraste, los pubs se van repletando de paseantes que van a terminar de celebrar el saturday night, bañándose en cerveza.CHESTER... ¿SERA POSIBLE TANTA BELLEZA?
Si York es una ciudad de cuento, Chester es una de sueño. Pequeñita, pintoresca, con sus casas también de vigas y cubiertas de pizarra, su centro se cobija dentro del recinto medieval amurallado, de excelente conservación también. Es un hermoso paseo caminar por la cresta de esos muros centenarios, por debajo de los arcos a través de las estrechas callecitas empedradas.
Frente a la catedral, me quedo fascinada con el espectáculo que ofrece un curioso armatoste, que resulta ser un organillo -ahora adaptado para baterías-. Unos muñequitos mecánicos danzan al ritmo de sonidos de antaño que animan el aire de la tarde. Por suerte, su volumen es suficiente para interferir el estridente sonsonete tecno que emana desde un bar cercano.En otra esquina, un escocés con falda y gaita parece haberse equivocado de cuento. Cuando le digo a Emilia que pose a su lado para "la foto", el señor, de fornidas pantorrillas y bigote abundante, deja de soplar la gaita, sonríe y pasa su brazo por los hombros de la niña, que se queda petrificada. Y un paseante amable, que entre los ingleses nunca falta, sugiere "¿no quiere posar también usted?".Vuelvo mis pasos por caminos ya hollados y reconozco las misma joyas, legados de la historia y órganos vivos en esta ciudad próspera y risueña. Todo parece tan perfecto, tan mi sitio, tan a propósito, que no quiero irme de aquí.DURHAM, SOLEMNE, MONUMENTAL… Y ABURRIDA
"Entre estos mismos muros majestuosos del castillo, siguen viviendo los estudiantes universitarios de este venerable centro de educación superior de Durham", la guía turística repite seguramente la vez veinte mil esta frase de catálogo. Cierto, es imponente este ambiente silencioso y solemne, en-tre estos muros milenarios.
El que fue castillo real, hoy alberga parte de las instalaciones de la residencia de una de las universidades más aristocráticas de Inglaterra, por detrás de la de Oxford y Cambridge. Hasta hace poco, sólo los hijos de la nobleza, los seguros herederos del poder del estado, ocupaban estancias, salones, biblioteca y dormitorios de este edificio medieval.Luces crepusculares sobre LiverpoolA pocos pasos, la catedral se yergue bellísima sobre sus columnas góticas. A diferencia de lo que ocurrió con otras catedrales inglesas, ésta no sufrió el rigor de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, parece que sin otra explicación que la suerte de no estar ubicada en ningún centro militarmente estratégico.Las callecitas empinadas que unen este núcleo con el resto del pueblo, evolucionan amistosamente hasta el río y desde allí hasta la parte nueva.Aquí vivimos unas setenta mil personas -explica una ecuatoriana- casi todos estudiantes. La vida se nos pasa entre las clases, la biblioteca, las tareas... de vez en cuando un algún espectáculo que de tarde en tarde llega por aquí. No tenemos tiempo para más pero ¡tampoco tenemos mucho entre qué escoger!UN MAPA VASTISIMO EN UN PEQUEÑO TERRITORIO
La vida entera no alcanzaría para conocer todos las posibilidades que ofrece este país, pequeño en territorio y enorme en riquezas históricas y culturales. Castillos, monumentos, museos, parques, zoológicos... configuran un mapa jalonado por una verdadera constelación de puntos de interés.
Sin contar con Gales y Escocia, los ingleses rebasan los cuarenta millones de habitantes, por lo que, en todo sitio, a toda hora, siempre se encuentra uno con muchedumbres; aquí hay gente para todo. Para cualquier edad, no faltan los más variados atractivos.El trasfondo de una sociedad decadente, llena de conflictos y desgarrada por la droga, la violencia y el escepticismo, cuestiona hasta dónde y hasta cuándo va a ser posible sostener este estado de cosas. Pero hay un legado de creación y de construcción minuciosa, lenta y perseverante de lo bello y de lo positivo, que siempre será un fundamento indestructible, una experiencia vital que constituirá por siempre un referente en la búsqueda de alternativas.