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enero 21, 2010
Lo que cuenta es tomar una resolución
CONDENSADO DE HARROWSMITH COUNTRY LIFEPor Rebecca RuppEL DÍA DE AÑO NUEVO es la fecha en que, por tradición familiar, quitamos el árbol de Navidad. Por la noche nos sentamos en la sala, que aún conserva el aroma del pino noruego, y hacemos nuestros propósitos de Año Nuevo. Tenemos todo un año por delante, y nada parece imposible.
Para que no se nos olviden, tomamos nota de ellos. En un viejo cuaderno que guardo en un estante de la recámara llevo una lista de los propósitos de años anteriores. Algunas de las resoluciones de los niños tienen un sospechoso tufo a sugerencia paterna: no insultarse, ayudar en casa... Y los propósitos de Randy y los míos son por desgracia los mismos de todos los años: poner orden en las cuentas, ahorrar, colaborar con los quehaceres domésticos, tomar menos café... Buenas intenciones nos sobran; lo que nos falta es voluntad.No obstante, por lo que a incumplimientos se refiere, estamos muy bien acompañados. Tomemos el caso de Benjamín Franklin. De joven elaboró una lista de 12 propósitos, a la que luego agregó un fatídico decimotercero ("Imitar a Jesús y a Sócrates"). En su autobiografía anotó que le costaban mucho trabajo el segundo ("Silencio: Evitar conversaciones frívolas"), el tercero ("Orden: Poner cada cosa en su lugar") y el quinto ("Frugalidad: No desperdiciar nada").Franklin llevaba una relación de su cumplimiento en una libretita donde ponía una raya negra por cada resolución que rompía. Tenía la intención de volver a usar la libreta para borrar las rayas negras conforme mejorara su desempeño. Pero no mejoró. Aparecieron tantas rayas encima de las anteriores, que le salieron hoyos a la libreta. Acabó poniendo sus anotaciones en un pedazo de marfil, del que se podían eliminar con cuidado las marcas negras con una esponja húmeda.He aquí, en mi opinión, la esencia del Año Nuevo. Éste es una esponja húmeda que limpia las marcas negras del pasado y deja la pizarra limpia para el futuro. La mayoría de mis resoluciones, para mi eterna vergüenza, no llegan vivas a febrero. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Así y todo, lo que importa no es que quebrantemos nuestros propósitos, sino que los hagamos. Hacer un propósito es viajar cargado de esperanza, llegar más allá de lo que está a nuestro alcance, probarnos un mejor estilo de vida para ver si este año crecimos y ya nos queda.