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Después de hacer el recorrido de más de 110 kilómetros al trabajo en mi camioneta nueva, la estacioné, me bajé, oprimí el seguro automático, cerré la portezuela... y me di cuenta de que había dejado las llaves dentro.
CIERTO DIA, mi hijo Ryan volvía del trabajo en su camioneta, con Jack su perro, en el asiento de al lado y con las ventanillas abiertas. Al detenerse en una luz roja, quedó junto al coche de un compañero de trabajo. Jack en seguida reconoció al amigo, saltó de la camioneta a su vehículo, que también llevaba una ventanilla abierta, y se puso a lamerle la cara.
La escritora de telenovelas estadounidense Agnes Nixon, autora de
En una ocasión llevamos un sillón a reparar y nos llamó la atención un letrero colocado en la pared de la carpintería:
Durante un partido inter-escolar de basquetbol, uno de los jugadores de nuestro equipo se acercó a las gradas y le dio a su madre un zapato que tenía el cordón enredado. La mujer pasó 20 minutos tratando de deshacer el nudo, pero fue en vano. Entonces el entrenador se acercó a ella, tomó el zapato y en cuestión de segundos desenredó el cordón.
Para promover el reciclaje en nuestra base militar, se decidió colocar cinco grandes depósitos de basura junto al comedor, y algunos carteles que indicaran qué tipo de desperdicios debían echarse en cada uno. Llevó varios días y muchos recordatorios, pero finalmente los soldados cumplieron la disposición.
Letrero a la entrada de la biblioteca pública de Ashland, Oregon:
HAY, como sucede con las pastillas, lecturas para dormir y lecturas para estar despierto.
Iglesia del Aire es el nombre que un sacerdote húngaro, el padre Laszlo Lip, ha dado a un viejo avión que utiliza para oficiar las primeras misas de difuntos aéreas sobre el Danubio. La ceremonia es muy íntima, pues a lo sumo 12 deudos pueden acompañar al difunto. Una vez en el aire, el padre pisa un pedal que arroja al río la urna con las cenizas del muerto. En el último momento, una pantalla muestra el mensaje:
Mi hijo se fue del hogar y alquiló una casa junto con otros siete jóvenes. Para que yo viera cómo le estaba yendo, me invitó a pasar allí una noche. A la mañana siguiente le grité desde el baño: —¿Me pasas una toalla, por favor? Espera un momento —contestó—. Ahora la están usando.
Mi esposo y yo estábamos intentando adelgazar, y una de nuestras estrategias fue pegar en el refrigerador una nota que decía:
En una ocasión en que estaba yo haciendo reparaciones en casa, mi esposa me iba pasando las herramientas que necesitaba. De pronto no pude recordar el nombre de una. Ella me preguntó cuál quería, y como la memoria me seguía fallando, frustrado exclamé:
Unos esposos jóvenes querían criar perros en su casa, en un barrio residencial. Como necesitaban el visto bueno de las autoridades para instalar perreras, hablaron con sus vecinos, pero todos se opusieron y el permiso les fue negado. Entonces apelaron ante el tribunal de planeamiento urbano del que era yo presidente. Todos los vecinos comparecieron para expresar sus objeciones. Cuando llamé al primero de ellos, un anciano, y le pregunté por qué se oponía a la instalación de las perreras, se puso la mano tras la oreja y dijo:
El 14 de febrero de 1998, las autoridades de Terni, Italia, supuesta ciudad natal de San Valentín, decidieron que, durante ese mes, la calle principal se llamara Via degli innamorati (
Para celebrar mi cumpleaños, mi esposo y yo decidimos ir al teatro y nos vestimos para la ocasión. Como no teníamos el cambio exacto para pagar el autobús, él entró a una tienda a cambiar un billete por monedas.
LA ESPOSA: ¿Qué diferencia hay entre el impuesto indirecto y el directo?
Un hombre, contestando el teléfono a un agente de bolsa:
LA SOBRECARGO al pasajero, antes de un vuelo de París a Londres:
La Antártida se ha vuelto un sitio turístico tan popular, que los científicos empiezan a investigar si los visitantes causan estrés a los pingüinos.
Una tarde me dejaron a mi nieto de seis años para que lo cuidara, y me puse a jugar al fútbol con él en el patio de la casa.
Nos fuimos de luna de miel a Victoria y, en cuanto bajamos del avión, alquilamos un coche. Nos dieron un auto deportivo tan elegante que de inmediato nos subimos a él y nos fuimos a la ciudad. Al llegar al hotel, nos percatamos de que habíamos olvidado recoger nuestro equipaje en el aeropuerto. Regresamos, e hicieron pasar a mi marido a una pequeña oficina. Con un poco de timidez, éste le explicó al encargado que estábamos de luna de miel, a lo que el hombre respondió:
Llevaba yo tres meses de embarazo y en las mañanas me asaltaban los mareos. Un día en que unos trabajadores estaban haciendo reparaciones en la casa, me tendí a descansar en el sofá de la sala. Al entrar en la habitación, uno de los hombres me miró con extrañeza, y yo me apresuré a explicar:
La primera vez que visitó la granja de su tío, mi nieto de cinco años saltó de emoción cuando le pidieron que fuera al gallinero a recoger los huevos. No tardó en regresar, muy compungido y con la cesta vacía. -Todavía no están maduros —explicó.
Nuestra hija de seis años invitó a una nueva amiga a tomar chocolate en casa. Las niñas se sentaron a la mesa, muy cerca de la silla donde mi esposa le daba de comer a nuestro bebé, de 14 meses. La amiguita, que acababa de mudarse con sus padres a la casa dúplex de al lado, comentó:
MAMA —me dijo mi hijo adolescente—, el viernes que viene va a haber una fiesta de etiqueta. ¿Me compras unos tenis nuevos?
ESCRIBIR LITERATURA fantástica es como ejercitarse en una bicicleta fija: quizá no lleve a ninguna parte, pero fortalece y mantiene ágiles los músculos de la mente.
Si les preguntaran a los neoyorquinos por qué sale vapor de las alcantarillas y las grietas del pavimento de su ciudad, muchos no sabrían qué responder.
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