AROMAS ENCERRADOS EN CRISTAL
Publicado en
diciembre 25, 2009
Fotos tomadas del libro “LES MAITRES DU VERRE ED FU FEU”, edition Perri © Top M. Fraudeau.Una visita a los maestros vidrieros que, desde el siglo XVIII, fabrican los frascos de los perfumes más exquisitos.
Por Catherine Galitzine¿CONOCE USTED el valle del Bresle? Lo más probable es que no, pero pregúntele a Paloma Picasso, Calvin Klein, Christian Lacroix o Paco Rabanne. Estos grandes modistas y creadores de perfumes en seguida sabrían de qué les está hablando: de ese pequeño rincón de Francia situado entre Normandía y Picardía a lo largo del río Bresle, que nace en la ciudad de Aumale y desemboca en el canal de la Mancha.
¿EL VALLE DEL BRESLE?
¡Es el centro de la fabricación de frascos!, exclama el escultor Serge Mansau, que es el diseñador de envases preferido por los principales perfumistas.
Quién diría que en las riberas de este apacible río, unos 5500 vidrieros, entre artesanos, técnicos y fundidores, fabrican 80 por ciento de los envases de perfume de lujo del mundo, entre ellos el sencillo y elegante frasco de Chanel N° 5; el estilizado pomo de Shalimar; el de la famosa agua de colonia Impériale de Guerlain, cuyas abejas doradas se pintan a mano en los talleres de Courval desde 1853, y el de Fahrenheit de Christian Dior, de un color rojo degradado que sólo sabe hacer la fábrica de Saint-Gobain-Desjon-quéres. Toda esta cristalería delicada y sublime sale de las prensas del valle del Bresle, donde más de uno de cada dos habitantes trabaja en la industria.Si este valle, famoso en todo el mundo, aún es poco conocido para los franceses, ello se debe a la naturaleza reservada de los vidrieros. La fabricación de frascos es un negocio muy reñido, cuyos adelantos en materia técnica y de diseño son secretos celosamente guardados. No se puede entrar en las fábricas como si tal cosa. Antes hay que pasar por un puesto dé control e identificarse.Para observar de cerca la fabricación artesanal de vidrio es preferible visitar el museo de Blangy-sur-Bresle, donde exhiben su destreza los pocos sopladores que quedan en la región. Uno de ellos es Luigi dei Rossi, quien, de pie frente a la boca de un horno que escupe chispas, recoge la cantidad necesaria de vidrio fundido con ayuda de un tubo y luego lo vierte en un molde de madera con un movimiento característico. A continuación empieza a soplar a través del tubo para dar la forma deseada al vidrio. Cuando no se encuentra en el museo, Luigi trabaja en casa, en el fondo del jardín. El suyo es el único taller de vidrio soplado que subsiste en la región."En 1994 me quedé con el taller de mi padre, que era un soplador de Murano", me cuenta. "En ese tiempo el oficio ya estaba en vías de desaparecer. Aun así, ha llegado a ser mi pasión. Hago entre 20 y 50 piezas al día con ayuda de un empleado. Cada una es única. Por supuesto, mi taller es diminuto si se compara con las grandes fábricas automatizadas que hay en el valle, pero es también un símbolo de un pasado y de una cultura".La región del Bresle conserva vestigios de actividad vidriera que se remontan a la época romana, pero no fue hasta finales de la Edad Media cuando se multiplicaron los grandes talleres.La naturaleza ha favorecido mucho el desarrollo de la industria. De ella proviene la tierra refractaria que hace falta para construir hornos que resistan temperaturas tan elevadas. Los bosques de los dominios de los condes de Eu aportaron el combustible, y los helechos de la región, cuyas cenizas son ricas en potasio, permitieron reducir la temperatura de los hornos y así ahorrar leña.HASTA EL RENACIMIENTO, los vidrieros del valle del Bresle sólo hacían cristales para ventanas y espejos. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para que surgiera la idea de que cada perfume tuviese un envase propio y distintivo. Antes, los perfumistas mandaban hacer pomos en los que solía pintarse el escudo de armas del comprador. El vidrio debía tener la transparencia del cristal para no alterar el color del perfume. Su calidad dependía en buena medida de la pasta de vidrio (el material que se funde), hecha a base de arena, sosa y cal. Cada maestro vidriero tenía una fórmula que sólo revelaba a su sucesor. La arena, de una pureza extraordinaria, provenía, como hoy, de canteras de la cuenca de París (Fontainebleau, Compiégne) o de Meaule, Bélgica.
El trabajo de los artesanos era arduo a causa del calor y el ruido de los hornos, pero era todavía peor para los "muchachos", huérfanos traídos de Bretaña y hasta de España para que los ayudaran. El viejo edificio contiguo a la fábrica de Pochet, en Courval, llamado "el Orfanato", es recordatorio de esa época poco gloriosa.La mecanización revolucionó el oficio y las condiciones de trabajo. En 1924, el maestro vidriero Henri Desjonquéres, hombre de gran clarividencia, puso en marcha en su nuevo taller, en Mersles-Bains, una de las primeras cadenas de montaje semiautomáticas. El vidrio ya no se soplaba con la boca, sino con un compresor de aire, lo que permitió cuadruplicar la producción. No obstante, al término de la Segunda Guerra Mundial la fabricación semiautomática resultó insuficiente: perfumes y cosméticos entraron en la era del consumo masivo, y la demanda creció explosivamente.Etapas de fabricación- De arriba abajo, una tanda del horno; pulimento de un tapón; final de la confección de un pomo.Le tocó a Luc Desjonquéres, sucesor de Henri, encarar el reto. En 1949 importó de Estados Unidos una máquina totalmente automática inventada por Ingle y Smith: la IS. Dos años después, cuando al gerente de compras de la casa Chanel, Francois Bruneau, se le ocurrió producir en serie los frascos cuadrados de sus perfumes (idea entonces considerada utópica), fue Luc Desjonquéres quien materializó su sueño."Los demás vidrieros, convencidos de que nunca alcanzaríamos la calidad necesaria, se burlaron de nosotros", cuenta Jacques Hétru, ejecutivo de la fábrica Desjonquéres, y más adelante de Pochet. "Sin embargo, cuando los perfumistas vieron los frascos, quedaron encantados con su finura y comenzaron a hacer pedidos". Los otros vidrieros inmediatamente se pusieron a seguir los pasos de Desjonquéres, y con el tiempo se volvió casi imposible distinguir un frasco industrial de uno artesanal.El negocio de Desjonquéres, capaz de producir muchos frascos a un precio razonable, prosperó enormemente. En 1973, la casa Saint-Gobain compró la fábrica de Mersles-Bains y le cambió el nombre por el de Saint-Gobain-Desjonquéres. Con su producción diaria de 2.5 millones de frascos y el diseño de unos 300 modelos al año, es actualmente el mayor fabricante de frascos de perfume del mundo.DE LAS OTRAS cinco cristalerías del valle del Bresle, sólo una rivaliza con ella: la fábrica de Courval, fundada en 1623, y que pertenece a la familia Colonna desde hace tres generaciones. Durante largo tiempo los dueños dudaron en mecanizar la producción debido a que hacía falta una fuerte inversión, pero en 1971 por fin dieron el paso. Junto a la vieja fábrica semiautomática de Courval hicieron construir la de Guimerville, que hoy utiliza la tecnología más avanzada. Sus 17 gigantescas máquinas IS funcionan las 24 horas del día, recogiendo vidrio fundido de los hornos y moldeándolo en innumerables formas, sin la más mínima intervención humana.
Aunque los sopladores se han vuelto una rareza en el valle del Bresle, no ha desaparecido el "sentido del vidriero", esa experiencia que permite saber de un vistazo si se puede o no materializar determinada forma. Este conocimiento es patente en las conversaciones entre los diseñadores, los técnicos y los responsables de los moldes.El diseño de un frasco, que se encomienda a destacados artistas, puede llevar hasta un año. El diseñador concibe el modelo, hace una maqueta y elige los colores. Una vez que el cliente la aprueba, la maqueta se perfecciona en el departamento de diseño, donde los ingenieros determinan la cantidad de vidrio necesaria y proyectan el molde, de cuya ejecución se encarga un moldeador. Si se tienen en cuenta los efectos decorativos y el acabado, cada creación exige, en promedio, la participación de una decena de profesionales y una inversión de hasta 1 millón de francos'(160,000 dólares). Los creadores de perfumes se han vuelto cada vez más exigentes en cuanto a la belleza y la calidad de los envases. Para su perfume Paloma, la nieta de Picasso diseñó un frasco consistente en una bola encerrada en dos semiesferas. Como habría bastado un error de una décima de milímetro para que la bola no encajara en su sitio, Paloma acudió "al hombre que nunca se niega a experimentar": Robert Petit, director industrial de Pochet y Courval. "De verdad sufrimos", cuenta él. "Paloma sabía exactamente lo que quería. La bola tenía que ser perfecta. No estaba dispuesta a aceptar el menor defecto, porque eso habría estropeado la limpidez del perfume. ¡No por nada es la nieta de Picasso!"PARA EL DISEÑO de otro envase, el del Parfum de Peau, el modista Claude Montana acudió en 1993 al escultor Serge Mansau. Al presentárseles una maqueta de forma espiral (inspirada en la caída de una semilla de arce), dos vidrieros se declararon incompetentes: una figura tan complicada no podía realizarse sin usar un molde de tres o cuatro piezas, lo cual habría elevado el costo a un grado prohibitivo. Una vez más, el equipo de Pochet y Courval aceptó el reto. En estrecha colaboración con Mansau, diseñaron un molde de sólo dos piezas. Cuando salió al mercado, el frasco fue aclamado por la prensa y contribuyó de manera decisiva a la fama del modista.
"Los habitantes del valle del Bresle han desempeñado un papel enorme", comenta Raymond Devaux, conservador del Museo de la Vidriería. "Su audacia e ingenio han hecho de la perfumería francesa una de las más importantes del mundo. Su aportación es incalculable".