LA TIERRA YA TIENE SU REGALO
Publicado en
diciembre 27, 2009
Por Teodoro Bustamante P., Director Ejecutivo de Fundación Natura.EI país vivió a principios de año la culminación de un interesante proceso democrático, que se desarrolló a mil kilómetros del continente: el proceso de discusión de la Ley Especial para Galápagos, ampliamente comentado en la prensa internacional y nacional en torno al debate que se produjo sobre el área de protección marina de 40 millas.
Este es en realidad sólo un aspecto de la amplia gama de temas tratados por la Ley, pero no refleja el proceso de gestión de la misma. Se trató de un intento de organizar un proceso de legislación participativo al que fueron invitados todos los actores involucrados. La ley que surgió de este consenso fue presentada al Congreso por el Ejecutivo, el Congreso la aprobó y el propio Presidente la vetó parcialmente, para luego hacer un alcance a su veto. Tales avatares en el destino de un instrumento legal son un reflejo de nuestro contradictorio sistema político, pero sobre todo muestran algunas características importantes de la debilidad de nuestra democracia.Algunos sectores creyeron que ganaban más al salirse del juego de la discusión. Y consideraron –y parcialmente lograron- boicotear el resultado en otras esferas. Sin embargo, quienes apostaron a esta estrategia perdieron capacidad de negociación, al igual que los que no se marginaron. En democracia, la exclusión de un sector perjudica a todos, inclusive a los rivales.Asimismo, el proceso de discusión de la ley tuvo un fuerte vacío de discusión política. Algunos de los temas pretendieron resolverse por el lado de la información científica, pero los datos académicos no pudieron eliminar discrepancias que finalmente se resolvieron con una negociación coyuntural. La dimensión política estuvo ahogada en un remedo de lo político que se limitó al trabajo de la imagen de algunos actores y a la utilización del tema en la compleja dinámica de alianza y negociaciones de voto típica de nuestros líderes.Pero lo más grave es la poca capacidad demostrada por la sociedad ecuatoriana para acompañar este proceso. Se actuó como si la Ley para Galápagos fuera un asunto que competía exclusivamente a los directamente interesados, olvidando que ésta se refiere tanto a la regulación de las relaciones entre seres humanos, instituciones y valores como a las especies en peligro.Ahora, la ley ha sido expedida y la dura discusión que se presentó en torno a la pesca industrial y a la reserva marina se resolvió a través de una disposición transitoria que mantiene la actual situación, hasta que se apruebe el nuevo plan de manejo en un plazo máximo de un año. Esto es una victoria, que debe ser continuada con las tareas de implementación de la ley. La Tierra ya tiene su regalo.Quizás lograríamos otro regalo para el Ecuador si es que esta experiencia va más allá de las 100 o 600 millas para llegar al continente y nos lleva a encontrar los caminos para verdaderamente construir democracia, como son los mecanismos para discutir positivamente nuestros problemas ambientales y sociales. Lo que faltó en este caso puede ser una lección para los que vivimos en el continente.