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diciembre 06, 2009
Robert Ripley en su programa radial (1948)La historia del dibujante que descubrió un jugoso negocio en los hechos insólitos e inició hace 76 años el género que hoy explotan millones de libros
Por Daniel Samper PizanoAunque usted no lo crea, hace 76 años un joven periodista de Nueva York pasó en pocos años a ganar trece dólares diarios a percibir más de 57 dólares por hora. El periodista -en realidad, un dibujante que colaboraba en las páginas de deportes- se encontraba falto de temas el 18 de diciembre de 1918 y, al no ocurrírsele nada mejor, inventó sobre la marcha una columna de prensa que en pocos años iba a ser leída por ochenta millones de personas y le produciría quinientos mil dólares anuales, que hoy equivaldrían a más de cincuenta millones.
Ese hombre se llamaba Le Roy Ripley y era el autor de Aunque usted no lo crea, una de las secciones de prensa más famosas de la historia. Cada recuadro recogía e ilustraba entre cuatro y ocho hechos curiosos supuestamente genuinos. Ampliada a toda clase de actividades, la llegaron a publicar simultáneamente más de trescientos diarios alrededor del mundo y se desarrolló hasta tener museos, programas de radio, cortos de cine y espectáculos de televisión propios. A partir de su pequeña antología de rarezas, muchas de ellas grotescas y aberrantes, Ripley fue el creador de un tipo de literatura de referencia que hoy constituye una de las más prósperas líneas editoriales: la de los esfuerzos superlativos y casos insólitos. El Libro Guinness de Récords, el más notable heredero del género ripleyesco, es ya el cuarto título más vendido de todos los tiempos. Sólo le ganan la Biblia, el Libro Rojo de citas de Mao Xedong y el Tratado de Ortografía Inglesa del norteamericano Noah Webster. El Guinness ha vendido cerca de 74 millones de ejemplares: más que cualquier obra de teatro o novela, incluidos autores como William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra. El inventor de esta enciclopedia de hitos fue sir Hugh Beaver (1890-1967), un notable inglés que gerenciaba la famosa fábrica de cervezas Guinness. Un sábado de noviembre de 1951, durante una cacería, sir Hugh Beaver encontró varios chorlitos dorados y se enfrascó en una discusión con sus compañeros de partida acerca de la velocidad de este pájaro. El sostenía que era el ave más rápida de Europa, y sus camaradas afirmaban lo contrario. Después de haber intentado dilucidar sin éxito la apuesta en varias fuentes, se le ocurrió que debería existir un libro que recogiera todos los récords naturales y artificiales. También pensó que podría ser un pasatiempo interesante para su empresa. Así nació, en 1955, el libro contemporáneo que hoy más se encuentra en hogares y lugares de estudio.EL DEMONIO DE LA HORA DE CIERRE
El mérito de haber iniciado este culto por lo insólito es de Ripley. El que llegó a ser en su tiempo uno de los nombres más conocidos del mundo nació el día de navidad de 1893 en un pueblo de California y desde niño se destacó por sus habilidades como dibujante. A los quince años ya había publicado una ilustración en la revista Life, lo que le permitió un pequeño contrato por 18 dólares semanales como caricaturista de deportes del diario San Francisco Bulletín. En 1913 decidió marcharse a buscar fortuna con su lápiz a Nueva York.
A veces lo insólito imita a lo infeliz: en 1933, en pleno auge nazi en Alemania nació este ternero con las svástica en la frenteAllí, aunque no encontró fortuna, consiguió al menos un puesto decoroso. Durante cinco años vivió gracias a lo que le pagaba el New York Globe por sus monos. Aquella noche de diciembre de 1918, desesperado al no encontrar ninguna noticia digna de ser ilustrada, y con la guillotina de la hora de entrega a punto de cortarle el cuello, resolvió improvisar una viñeta con varios dibujos de deportistas que había logrado pequeñas hazañas, uno era un tipo que había corrido ochenta metros de espaldas; otro, un sujeto que logró permanecer seis minutos y medio bajo el agua; uno más, un australiano que saltó lazo 11.810 veces sin descansar. Ripley había recortado por mera curiosidad estas y otras noticias raras. De repente se le iluminó el cerebro y recogió sus recortes en un recuadro donde él mismo ilustraba las absurdas proezas. Y es que la hora del cierre es un demonio que se transforma en ángel inspirador. También lo sabe el italiano Giovanni Guareschi, que se inventó los personajes de Don Camilo y Pepón una madrugada en que era necesario llenar media página vacía en un pequeño semanario del cual era redactor.Ripley bautizó a su colaboración del día Campeones y estúpidos y la entregó al impaciente editor.― La idea no es mala, pero estos tipos no tienen nada de campeones, objetó el editor y le devolvió La columna.En dos minutos, Ripley corrigió el título y escribió uno nuevo: Believe it or not. Literalmente, esto significa Créalo o no; pero su traducción más feliz al español es la que generalmente identifica la sección: Aunque usted no lo crea. Esta expresión, pensada al apuro, pasó a convertirse en una muletilla extendida por todo el mundo, ¡aunque usted no lo crea!EL MUNDO AL REVES
Por petición del público, el recuadro semanal se volvió sección diaria. Al cabo de pocos años, Ripley era una de las firmas más conocidas de la prensa norteamericana. Y en julio de 1929 alcanzó el estréllate al firmar un contrato multimillonario con la agencia del famoso zar de la prensa William Randolph Hearst, el monstruo que inspiró la película Ciudadano Kane. Con ello se cumplía una orden terminante de tres palabras que Hearst había cablegrafiado poco antes a su gerente general: "Contrate a Ripley".
Cuando se formó la llave Ripley-Hearst faltaban tres meses y medio para la gran crisis del 29, que marcó el comienzo de la Depresión. Sumidos en la peor crisis económica de su historia, los estadounidenses buscaron escapes sicológicos. Uno de ellos fueron los cursos de auto ayuda que popularizó Dale Carnegie, el hombre que enseñaba a hacer amigos e influir sobre las personas. Otro fue el mundo de Ripley, que era, al fin y al cabo, el que los ciudadanos estaban viviendo a su manera. La feliz normalidad del Siglo Americano se había transformado de la noche a la mañana en una pesadilla. Hechos insólitos, como el desempleo masivo y las colas para mendigar sopa, constituían ahora la vida habitual de Estados Unidos. El capitalismo, esa religión que predicaban los economistas rubios, acusaba la más grave de sus postraciones. La bolsa de valores no era una meca para que cualquier ciudadano alcanzara el sueño de enriquecerse, sino una cruel ruleta donde se amasaban unas pocas fortunas a costa de la súbita quiebra de millones de personas. En esa sociedad patas arriba era fácil creer en los fenómenos que cada día aportaba Robert Le Roy Ripley a sus lectores:● el Gran Lázaro, cubano capaz de introducirse un alfiler entre el párpado inferior y el globo ocular, y expulsarlo por La boca.● Julius Schuster, adiestrado para sostener hasta veinte bolas de billar en La mano derecha.● Jackie del Río, cuyas mandíbulas de hierro le permiten alzar con los dientes dos mesas y seis asientos.● Lee Kong, el hombre alfiletero, que se coloca sesenta clavos y varias agujas de tejer por los orificios de La nariz y a través de La lengua.● H.C. Harris, un caballero de Mississipi que se especializa en interpretar La dulzaina soplándola con La nariz.● Clark, el pato de Chicago del que se dice que puede distinguir entre monedas de distintos valores y que "ha dado muestras claras de patriotismo".EL CARTERO TIMBRA UN MILLON DE VECES
La columna de Ripley atrajo millones de cartas y colaboraciones de personas que aspiraban a salir del anonimato a través de hazañas como las anteriores. Estimulado con algunos concursos que Ripley organizaba a partir de 1930 a través de su programa de radio, el público respondió en forma abrumadora. Ripley se convirtió en el personaje que más correo ha recibido en la historia de la humanidad. Las cartas llegaban incluso sin dirección (bastaba escribir tan sólo Ripley en el sobre) y algunas, como una estampilla enviada desde el Japón con el nombre del famoso columnista en el respaldo, ni siquiera necesitaron sobre. El equipo de secretarias y asistentes de Ripley atendía, aunque usted no lo crea, un promedio de tres mil quinientas cartas diarias. El récord se logró con un concurso que atrajo dos y medio millones de respuestas en sólo catorce días. Muchas estaban acompañadas de certificaciones notariales que avalaban lo afirmado por el corresponsal. Otras, las que Ripley y su organización preferían, llevaban una fotografía como prueba. Entre esos millones de colaboradores espontáneos, los historiadores descubrieron después más de un nombre que estaba llamado a ser célebre. En 1937, por ejemplo, un niño de doce años envió a Ripley la caricatura de su perro. El jovencito aspiraba a que lo dejaran formar parte del batallón de dibujantes de la sessión, pero le dijeron que no. Su nombre: Charles Schulz, quien años después iba a hacerse famoso como creador de la pandilla de Carlitos (Peamos). Aquel perro era el antecesor de Tilín ("Snoopy").
Lee Kongee era capaz de introducirse 60 clavos por los orificios de la nariz y perforarse la lengua con agujas (1932)Un conjunto de investigadores se encargaba de comprobar que las afirmaciones fueran verdad...más o menos. Norbert Pearlroth, jefe del equipo, trabajó durante cincuenta y dos años en la Biblioteca Pública de Nueva York en la verificación de datos geográficos e históricos. Sin embargo, muchos de los casos insólitos que revela Ripley son imposibles de comprobar, y otros, aunque sean verdad, ofrecen serias dudas. Por ejemplo, el hombre que dice no haber bebido agua nunca: la única prueba de ello es su propio testimonio. O don D. Hill, que alega haber atrapado 30.758 peces a lo largo de cuarenta años con la misma caña de pescar. ¿Quién estuvo a su lado durante esas diez décadas, para poderlo certificar? ¿Quién contó los peces? O Enoch Bailey, a quien se acredita no haberse privado de su afeitada diaria durante treinta años: ¿vivía acaso con un notario que lo certifique?VIAJE AHORA, DIBUJE DESPUES
Mientras tanto, Ripley se dedicaba a recorrer el mundo en busca de curiosidades y rarezas. Se calcula que a lo largo de los treinta y cinco años que anduvo por mil caminos, viajó una distancia equivalente a dieciocho vueltas al globo terráqueo. En sus expediciones se desplazó 22.000 kilómetros por avión, 12.000 por barco y 1.500 a lomo de caballo, burro y camello. Ripley llegó a exhibir en su pasaporte los sellos de inmigración de 198 países, cosa que hizo de él, aunque usted no lo crea, el hombre más viajado de su tiempo. El Duque de Windsor lo bautizó "el Marco Polo moderno".
Lo que había empezado como un pequeño pasatiempo para los lectores adquirió durante los años treinta y cuarenta la estatura de un negocio colosal. A los concursos se agregó una red de Museos de Rarezas, especies de circos donde lo mismo era posible ver afiches sobre maravillas de la naturaleza que asistir a espectáculos de contorsionistas, faquires, gallinas fumadoras y perros pianistas. El primero se inauguró en Chicago a propósito de la Feria Mundial de 1933, y atrajo dos millones de personas en un año. Las señoritas solían desmayarse cuando asistían al espectáculo de un sujeto que tragaba espadas o aplicaba la lengua a una plancha hirviendo.
El ex boxeador Dick Hyland, de Estados Unidos, tenía en cuerpo tatuado con los autógrafos de 600 personas, incluso los de Pancho Villa y William Randolph HearstHoy en día, las asociaciones de derechos humanos, los gremios médicos y las buenas costumbres habrían fruncido el ceño ante más de una de estas extravagancias ripleyanas. En ese momento lo política y científicamente correcto no formaba parte de las referencias culturales de Estados Unidos. A los negros los quemaban en Alabama, los habitantes pobres del sur comían enlatados para perros (muchos aún los comen) y las señoras no mostraban las rodillas. Seis años después, cuando se inauguró el Museo de Rarezas de Nueva York, la cartelera ofrecía fenómenos algo menos morbosos. Al fin y al cabo, Ripley había aprendido a explotar también la mina de lo insólito negativo: es decir, aquellas cosas que resultaban increíbles porque no habían ocurrido. Para ejemplo, varios botones:● Simón P. Crone, de Maryland (Estados Unidos), cumplió los 75 años sin haber disparado nunca un arma, ni haber leído una novela, ni haber fumado o bebido, ni haber tenido novia o atravesado un río.● Dennis Cullen, de 70 años, jamás probó el sabor del pollo ni bebió agua.● A los 36 años, Roy Robert Smith no había tomado Coca-cola, whisky, cerveza ni vino.EL ARCHIVO MAS RARO DEL MUNDO
Ripley murió de un ataque cardíaco en mayo de 1949. Aunque usted no lo crea, tenía cincuenta y cinco años, en un país cuya expectativa de vida alcanzaba ya los sesenta y seis y medio. Hasta la fecha, su empresa ha seguido produciendo la sección que él inventara por casualidad en 1918. El interés por las curiosidades es cada vez mayor, en buena parte gracias al fuego que ha alimentado Aunque usted no lo crea a lo largo de tres cuartos de siglo.
Pero, paradójicamente, el éxito de este descubrimiento ha significado la decadencia de la Casa Ripley. Ahora abundan los autores y organizaciones que se ocupan de acumular récords, preparar listas raras, montar torneos insólitos y publicar hechos y datos sobre la catarata de excepciones que rodea y abruma el mundo de lo que se considera normal. Es posible que un adolescente de hoy no sepa quién era Ripley, cosa que no ocurría con los adolescentes de los años cuarentas o cincuentas.En 1993, para celebrar el centenario del nacimiento de este explorador de lo inusual, tres investigadores -Mark Sloan, Roger Manley y Michelle Van Parys- se sumergieron en los monumentales archivos de la organización: trescientos metros de muebles donde reposan millones de cartas, fotografías, testimonios y documentos. Durante meses se dedicaron a recuperar curiosidades inéditas y a clasificarlas en grupos.Su trabajo les permitió publicar un libro de prodigios absurdos (Dear Mr. Ripley) donde proponen por lo menos seis categorías de cosas raras: 1) Secuencias y repeticiones (once hermanos con nombres que empiezan por una letra, veinte perros con nombres de héroes de la Antigua Grecia, etc.). 2) Objetos simbólicos (una vaca con la svástica en la frente, un caballo con una mancha en forma de corazón, una papa que parece una cara, etc.). 3) Paradojas (operadoras de teléfono sordas, carteros analfabetos, etc.). 4) Longevos (manojo de interminables, desde damas y caballeros hasta cuchillas de afeitar, pasando por una manguera de bicicleta restañada con 119 parches). 5) Pérdidas y hallazgos (un hombre pierde su cepillo de pelo marcado durante un ataque naval en 1918 y lo encuentra flotando en el mar años después, un señor de California graba sus iniciales en una moneda que vuelve a sus manos al cabo de cinco años en Nueva York). 6) Nombres y coincidencias (el señor Becerra es ganadero, la señora Barriga es raquítica, etc.).Aún hoy abren sus puertas diecinueve museos de Ripley. Once de ellos funcionan en Estados Unidos, dos en Canadá, dos en Inglaterra, y uno en Australia, Corea, Dinamarca y México. Sin embargo, flota ya una especie de melancolía decadente asociada al nombre de Ripley. Es que sus tiempos parecen haber terminado, lo cual no impide que el modesto pintamonas de Santa Rosa, California, haya pasado a la historia.
George Bove, de Nueva York, adivinaba el sexo de la persona que había escrito una firma o un texto por medio de una llave suspendida de un hilo de seda. Decía que podía percibir la electricidad de los trazos femeninos