PROLONGADO INFORTUNIO DE ETIOPÍA
Publicado en
noviembre 05, 2009
Desde que Haile Selassie fue derrocado, este antiquísimo país padece un gobierno siniestro y misterioso.
Por David Reed.
LOS SOLDADOS llegaron en busca del anciano al amanecer. Erguido y digno, Haile Selassie escuchó de un grupo de oficiales jóvenes una proclama en que se le informaba que había sido derrocado. A continuación, el León Conquistador de la Tribu de Judá, Elegido de Dios y Emperador de Etiopía, fue llevado a prisión y a una muerte misteriosa.
Con la caída de este gobernante, famoso en todo el mundo, Etiopía, país tan milenario que se le menciona a menudo en el Antiguo Testamento y en los poemas épicos de Homero, se precipitó en una tragedia espantosa. La junta militar que detentó el poder, en septiembre de 1974, ha impuesto un reino de terror que se caracteriza por su sed de venganza. Se cree que unas 500 personas han sido fusiladas sin asomo siquiera de juicio previo, y varios miles más están en la cárcel.
La junta revolucionaria gobierna en secreto casi total. Se hace llamar derg, palabra etíope que significa "comité". Se decía que originalmente lo integraban 120 comisionados, pero nunca se ha publicado su nómina completa. El más importante es un siniestro mayor del Ejército llamado Mengistu Haile Mariam, de quien se sabe que abriga una profunda aversión por la antigua aristocracia de Etiopía y que se ha revelado como el más vengativo de los revolucionarios.
El derg, al arremeter en todas direcciones contra sus oponentes, verdaderos o imaginarios, ha hecho retroceder radicalmente él tiempo en Etiopía. Suspendió la constitución, abolió el Parlarnento, nacionalizó casi toda la propiedad privada y la mayoría de las nacientes industrias, con lo que llevó la economía al caos. Han quedado prohibidas huelgas y manifestaciones. Más allá de la secundaria, toda la educación está paralizada, pues a los estudiantes que pasaron ya de ese nivel, así como a sus maestros, los envían al campo, a enseñar a los labriegos, aparentemente, pero en realidad para evitar las manifestaciones de profesores y alumnos en las ciudades. Los errores del programa de reforma agraria y el desquiciamiento del comercio han provocado desastrosos aumentos en los precios y escaseces calamitosas de víveres en Addis Abeba, la capital de la nación.
ESPLÉNDIDO AISLAMIENTO
EL NOMBRE de Etiopía viene del griego y significa país de la gente de aspecto tostado. La mayoría de sus 27 millones de habitantes vive en fértiles mesetas de 1500 a 3000 metros sobre el nivel del mar. Esas altiplanicies están rodeadas de formidables montañas que se elevan casi perpendicularmente desde tierras desérticas. Por eso los etíopes pudieron en lo pasado rechazar a los invasores y desarrollar en el aislamiento su propia cultura.
Etiopía constituye una nación desde hace más de 2000 años. Haile Selassie afirmaba ser el emperador 225 de una dinastía fundada en el siglo X a. de J. C, cuando la reina de Saba, seducida por el rey Salomón en una visita a Jerusalén, concibió al fundador de aquella estirpe. Esto es sólo un mito, pero sí es cierto que algunas tribus semíticas poblaron las altiplanicies del país. Probablemente esas tribus emigraron de la parte sur de Arabia mucho antes de la era cristiana.
En la actualidad la tribu dominante, que es la amhara, habla un lenguaje semítico, semejante al hebreo y al árabe, y muchos amharos son de piel clara y de rasgos semitas. El cristianismo copto fue introducido alrededor del siglo IV. Aunque rodeados por Estados musulmanes hostiles, los amharos se han apegado tenazmente a la fe cristiana.
COLMILLOS DE LEÓN
LA ETIOPÍA moderna es en gran parte obra de Haile Selassie, quien llevó al mundo moderno un país feudal durante los 58 años de su gobierno. Nacido en 1892, el futuro emperador era pariente lejano del entonces monarca Menelik II. De joven se le conoció como Lij (príncipe) Tafari Makonnen. Huérfano a la edad de 13 años, Tafari creció en la corte. Era hombre menudo, de poco más de un metro y medio de estatura, pero su rostro barbado, enjuto, vehemente y sus penetrantes ojos negros le daban un aspecto imponente.
Una y otra vez Tafari dirigió campañas para aplastar las sublevaciones de los señores feudales de Etiopía. Desde joven fue hábil en el peligroso juego de la intriga palaciega, pues sabía esperar la ocasión de descargar el golpe. "No debemos menospreciar el poderío de Tafari", se lamentaba uno de sus enemigos. "Se arrastra como un ratón, pero tiene colmillos de león".
En 1913, cuando murió Menelik, se coronó emperador un primo de Tafari, y éste lo depuso tres años después en una conjura palaciega. Entonces ascendió al trono una princesa de edad madura y Tafari fue designado regente. Tras la muerte de la emperatriz, en 1930, fue coronado emperador con el nombre de Haile Selassie I, que quiere decir Poder de la Santísima Trinidad.
Haile Selassie promulgó una constitución escrita (la primera de Etiopía) que libró a los campesinos de la condición de simples bienes muebles de los señores feudales y los declaró súbditos del Estado. Fomentó un amplio programa de educación y de reforma administrativa. En 1935, cuando el Ejército de Mussolini invadió a Etiopía, Haile Selassie encabezó personalmente a sus tropas en el combate decisivo. Pero con sus mosquetes y lanzas no pudieron contener a los aviones y tanques italianos. El emperador tuvo que ir al destierro.
Poco después, cubierto con una capa negra, Haile Selassie subió a la tribuna de la Sociedad de las Naciones, en Ginebra, para abogar por la imposición colectiva de sanciones contra la agresión de Mussolini. Pero la Sociedad se negó a intervenir, y al abandonar la tribuna el emperador murmuró proféticamente: "Hoy somos nosotros; mañana seréis vosotros".
VAIVÉN
AL ESTALLAR la segunda guerra mundial las fuerzas británicas invadieron a Etiopía, colonia de Mussolini. Haile Selassie recobró su trono después de cinco años en el destierro. Aunque muchos etíopes clamaban venganza contra los prisioneros italianos por las atrocidades cometidas, él resolvió que ya se había derramado bastante sangre. No se hizo daño a ningún italiano.
En los años siguientes Haile Selassie transformó a Addis Abeba en una hermosa metrópoli de edificios altos, autopistas, pequeñas industrias y monumentales oficinas de gobierno. En 1963 convocó allí a la primera asamblea de la Organización de la Unidad Africana, a la que donó la Casa de África, edificio de diez pisos, que sería su sede. Durante varios años Haile Selassie se pronunció con vigor por la moderación en los consejos de ese organismo y llegó a ser tal vez el estadista más respetado de África.
Pero se movían ya fuerzas opuestas que destruirían mucho de lo que el emperador había logrado. Entre otras cosas, al modernizar a su país, Haile Selassie había enviado, a muchos jóvenes etíopes a educarse en el extranjero, o a que recibieran instrucción militar. A esos jóvenes les pareció difícil volver a vivir bajo un emperador que pretendía gobernar por derecho divino. Hervía asimismo el descontento en la provincia costera de Eritrea, donde unos grupos de guerrilleros, casi todos musulmanes apoyados por Estados árabes radicales, iniciaron una sangrienta revuelta.
Sin embargo Haile Selassie se mantenía en su papel de gobernante benévolo pero todopoderoso, hasta que estallaron en el Ejército varios motines. Al principio los soldados presentaron demandas bastante sencillas: mejor soldada; mejor rancho. En su juventud, el emperador habría colgado y exhibido en la picota a los amotinados, pero ahora, anciano ya y probablemente perplejo ante la insubordinación, capituló, y así cedió el muro de contención.
Hubo un alud de nuevas exigencias. Primero fue un vaivén de moderados y radicales en las fuerzas armadas. Se constituyó un nuevo gabinete con instrucciones de redactar una constitución de democracia parlamentaria, en la que Haile Selassie sería el monarca constitucional. Entonces los extremistas radicales, que se hacían llamar el derg, se impusieron y acusaron al emperador de corrupción y desgobierno.
Al amanecer del 12 de septiembre de 1974 algunos oficiales arrestaron al emperador en su palacio y se lo llevaron, y desde entonces no se le volvió a ver en público.
EL ALARIDO DE LA HIENA
AUNQUE SE supone que comparten el gobierno varias docenas de hombres del núcleo del derg, el mayor Mengistu, hombre de baja estatura, delgado, de treinta y tantos años de edad, aventajó a los demás desde el principio. Se cree que el odio de Mengistu por el viejo orden tiene su origen en su procedencia humilde y en una mezcla tribal: según se dice, su padre, de la tribu amhara, fue cabo en el Ejército y después guardián nocturno; su madre pertenecía a la tribu galla.
Mengistu y otros hombres del derg establecieron su cuartel general en el palacio de Menelik. No tardaron unos 200 aristócratas en caer encerrados en los sótanos del palacio. Cerca de la medianoche del 23 de noviembre de 1974 bajaron allí algunos soldados y leyeron en voz alta 59 nombres, entre ellos el del primer ministro que debía haber redactado una constitución democrática.
Se dijo a los prisioneros que los llevarían a otra parte a interrogarlos y los trasladaron en automóviles a la prisión de Akaki, en cuyo patio ejecutaron a los 59. El ruido de las ametralladoras inquietó a las hienas que merodean de noche por las afueras de Addis Abeba, y al repiqueteo de las armas añadieron sus estremecedores alaridos.
Desde entonces el grito de la hiena se ha convertido en símbolo de la Etiopía revolucionaria. Con implacable regularidad continúan las ejecuciones y las aprehensiones. Entre los encarcelados, recientemente figuran el patriarca Teófilo, jefe de la Iglesia Copta, varios de sus obispos, muchos dirigentes obreros, profesores y estudiantes. El régimen comprende que carece de apoyo popular y eso parece dar pábulo a su ferocidad.
Actualmente Etiopía está amenazada de disolución. Los levantamientos armados son casi constantes en varias provincias. Las fuerzas del gobierno dominan sólo en las ciudades y los poblados de Eritrea, pero en el campo los guerrilleros no encuentran oposición. La tropa ha estado matando a civiles sospechosos de ayudar a las guerrillas, y en un intento de someter a Eritrea por hambre le han restringido la distribución de víveres. También se presenta el peligro de guerra entre Etiopía y Somalia. Este último país, que limita con Etiopía, se ha mostrado siempre hostil y anhela adueñarse de los diminutos territorios franceses de los Afar y los Issa.
No obstante su posición radical, el derg no ha estrechado lazos con Rusia o con China. Una de las ironías de la política internacional es que el derg sólo recibe apoyo de los Estados Unidos. La ayuda norteamericana que comenzó en el decenio de 1950 a 1959, bajo Haile Selassie, llega ya a un total de más de 500 millones de dólares. Es difícil prescindir de viejas costumbres, y Washington ha autorizado una ayuda de 41,6 millones de dólares durante el presente año fiscal.
Al decir de observadores bien enterados que están en Addis Abeba, la única forma de derrocar al derg sería un pronunciamiento de los elementos moderados de las fuerzas armadas. Sin embargo, mientras no triunfe un golpe, el derg continuará infligiendo grandes sufrimientos a ese antiquísimo país.
TUMBA VACÍA
NADIE, aparte de los miembros del círculo interior del derg, sabe lo que haya ocurrido realmente a Haile Selassie después que fue detenido. El 31 de mayo de 1975 el derg anunció que el ex emperador había sido sometido a una operación de la próstata. Al siguiente 27 de agosto se anunció en un boletín que un criado había encontrado muerto en su cama al monarca, de 83 años, cuya condición había "empeorado" poco antes.
Estuvo 36 horas sin asistencia médica, explicó el derg, porque "no se logró encontrar a su médico". A ningún facultativo se le permitió que examinara el cadáver y determinara la causa de la muerte; ningún familiar del monarca sabe qué se hizo con sus restos. Es un hecho que 17 parientes de Haile Selassie, casi todos mujeres, han estado más de un año y medio recluidos en celdas, sin que se les acuse de delito alguno, en compañía de delincuentes comunes.
Hace mucho tiempo, cuando el reino, el poder y la gloria eran suyos, Haile Selassie ordenó que le construyeran un mausoleo adyacente al altar principal de la Iglesia de la Santísima Trinidad, en Addis Abeba. Quería que allí fuese sepultado dignamente el 225 emperador salomónico de Etiopía. Pero ahora la tumba está vacía, aunque perdura la memoria del soberano.