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noviembre 28, 2009
Imagen agregadaUna fiebre fundamentalista está surgiendo entre los 600 millones de musulmanes. ¿El diagnóstico, para el mundo occidental así como para los países involucrados directamente? Peligro.
Por William GriffithHACE UN año, parecía que el sha Mohammad Reza Pahlavi de Irán, difícilmente hubiera podido estar más seguro en su trono de 2500 años de antigüedad. Monarca absoluto, controlaba una de las fuerzas militares más poderosas del Oriente Medio, una policía secreta omnipresente y unos ingresos anuales de 20.000 millones de dólares en petróleo. Su principal enemigo, el dirigente religioso musulmán ayatollah Ruhollah Khomeini, de 78 años de edad, había estado en el exilio durante 15 años. Sin embargo, en marzo de este año, el Sha se vio forzado a escapar y
Khomeini regresó victorioso. El ayatollah y sus seguidores estaban armados con algo más formidable que el sofisticado aparato militar del Sha: un ideal religioso.Irán experimentó un renacimiento militante del fundamentalismo islámico que actualmente se esparce a través de los 600 millones de musulmanes del mundo, desde Marruecos en el Atlántico, hasta Indonesia en el borde del Pacífico.Si bien las circunstancias varían de país en país, en general, este renacimiento islámico se origina en el fracaso de los intentos tendientes a modernizar las naciones musulmanas para ponerlas a la par de las costumbres occidentales. Durante años los reformadores musulmanes han buscado emular el poder y el consumo de Occidente promoviendo la industrialización y la educación en masa, al estilo occidental. Pero el Islam es profundamente conservador y se resiste al cambio fuertemente. Cualquier occidentalización que haya ocurrido ha sido superficial y sólo ha afectado a la élite de la clase alta. Los conservadores religiosos se quejan de que los intentos para modernizar a sus países, sólo han debilitado los valores islámicos, sin ofrecer nada a cambio. Al mismo tiempo, convencieron a un número cada vez mayor de musulmanes de que es tiempo de volver a las conocidas costumbres islámicas del pasado.Pocos hechos plantean un peligro igual para los países industrializados como este resurgimiento islámico. La salud de su economía depende del flujo constante de petróleo de muchos de los países islámicos involucrados. Aun si no detienen la producción es posible que algunos gobiernos musulmanes disminuirán sus exportaciones como medio para preservar su riqueza petrolífera en favor de generaciones futuras.INDIGNACION DE MILLONES
El sha de Irán pasará a la historia como la víctima más ilustre del renacimiento islámico. Como otros reformadores del mundo musulmán, soñó en trasformar su país en un poder industrial de primera línea. Teniendo a su disposición enormes riquezas petroleras se propuso comprimir en décadas el desarrollo de un nivel industrial que llevó más de un siglo alcanzar a Occidente. Como parte de su programa, millones de iraníes fueron atraídos del campo a Teherán y otras ciudades para trabajar en nuevas fábricas y en proyectos de construcción. Su vida había sido dura en las zonas rurales, pero por lo menos disfrutaban el alivio sicológico de la tradicional comunidad islámica. Por contraste, en las ciudades, fueron aislados de los vínculos familiares y de la comunidad. Una inflación violenta redujo sus vidas a una lucha desesperada por la sobrevivencia, mientras los nuevos ricos ostentaban su riqueza por doquier.
Aún profundamente religioso, el nuevo proletariado urbano se sintió ofendido por influencias occidentales, tales como el consumo público de alcohol, expresamente prohibido por el Corán, el libro sagrado del Islam, así como el juego, las películas y la pornografía. Y se sentían ultrajados por el hecho de que muchas mujeres iraníes liberadas habían adoptado la costumbre de usar pantalones y faldas en vez del tradicional chadar (prenda de vestir negra parecida al sudario que cubre el cuerpo de la cabeza a los pies) y abandonaban libremente sus hogares contra la costumbre islámica.También la clase media iraní fue atraída por el renacimiento islámico, pues sólo por medio de él las voces del clero musulmán podían protestar públicamente contra la corrupción flagrante, las desigualdades económicas y las torturas del régimen del Sha. No fue coincidencia que en los desórdenes que siguieron las turbas atacaran casas de modas y bancos lo mismo que bares. Las casas de modas eran tenidas como símbolos de la decadencia y la extravagancia occidental. Los bancos incurrieron en la ira de los fieles porque creen que su religión prohibe cobrar intereses.Estos dos grupos, los trabajadores amargados y desenraizados y la clase media desencantada, significaron una audiencia anhelante para los crecientes reclamos de los puritánicos mullahs o sacerdotes musulmanes, quienes predicaban que el Sha debería ser depuesto, que las influencias occidentales barridas y que Irán debiera ser gobernado estrictamente de acuerdo a los preceptos religiosos, cimentados por el fundador del Islam, el profeta Mahoma, en los desiertos arábigos hace más de 13 siglos. En un esfuerzo por doblegar el poder de los mullahs, el Sha les quitó el control de los inmensos campos que administraban bajo fideicomiso religioso, terminó con su predominante influencia en la educación, el matrimonio y el divorcio e ignoró una disposición constitucional que otorgaba a los dirigentes musulmanes el poder de veto sobre la legislación nacional. Todos estos esfuerzos —y todo el poder militar a su disposición—probaron no tener suficiente fuerza.FE INDISCUTIBLE
Algunos aspectos del renacimiento islámico —la reafirmación de los principios espirituales, el renovado énfasis de la conducta ética, la preocupación por los pobres— beneficiarían claramente a cualquier sociedad. Pero, como señalan los reformadores musulmanes, muchas leyes y costumbres islámicas fueron creadas para las necesidades de una sociedad de tribus del desierto del siglo VII, y son difíciles de aplicar en el mundo actual. Por ejemplo, los fundamentalistas exigen la restauración de los castigos criminales coránicos como la amputación de manos para los ladrones y el apedrear a los adúlteros hasta la muerte. Eliminarían cualquiera de las pequeñas ventajas logradas en la emancipación de la mujer musulmana. (Pero no sin lucha, como lo hicieron resaltar las mujeres iraníes en demostraciones recientes.) Es más, muchos de los pensamientos de los fundamentalistas, están empañados por el fanatismo, la intolerancia y la hostilidad hacia los no musulmanes.
El Islam es mucho más que una teología, es también una idea de cómo debiera estar organizada la sociedad. El Corán y las subsiguientes interpretaciones del pensamiento de Mahoma, describen las reglas de comportamiento de cada individuo, desde la cuna hasta la tumba, así como preceptos detallados de cómo los gobiernos deberán conducir sus asuntos. El concepto de separar la Iglesia del Estado carece de sentido para los musulmanes ortodoxos. Mahoma y sus sucesores, fueron no sólo dirigentes religiosos supremos, sino cabezas de los gobiernos árabes y también comandantes de sus ejércitos. Probablemente lo más importante de todo, es que el Islam exige —y recibe— de sus creyentes una fe indiscutible.Los occidentales que van a la iglesia, escucharán cortésmente cuando los predicadores hablan en contra de la ropa impúdica o el sexo en las películas, pero difícilmente hacen algo sobre el particular. Por contraste, sólo se necesita a veces la voz de un mullah, advirtiendo que el Islam está en peligro, para que decenas de miles de musulmanes salgan a la calle.AMENAZA QUE SE EXTIENDE
El creciente poder del Islam amenaza estremecer los fundamentos de otros países musulmanes, además de Irán. Por ejemplo, Anwar el-Sadat, presidente de Egipto, se encuentra bajo la creciente presión de los fundamentalistas musulmanes para que convierta a ese país en un Estado islámico, manejado íntegramente bajo pautas religiosas. En Egipto reapareció una sociedad secreta llamada la Hermandad Musulmana. Los estudiantes universitarios al igual que sus pares de Irán se han sentido atraídos hacia el renacimiento como protesta frente a la corrupción gubernamental y la brecha, cada día mayor, entre los ricos y los pobres. Muchas estudiantes em-pezaron a usar otra vez el velo voluntariamente.
Ya ha estallado la violencia. Cuando los pobres se amotinaron en el Cairo hace dos años a causa del elevado costo de la vida, los extremistas religiosos aprovecharon la oportunidad para quemar clubes nocturnos y verter el licor en las alcantarillas. Un grupo extremista, asesinó a un ex ministro de Sadat porque se atrevió a criticarlos en público, y decir que ignoraban los verdaderos valores del Islam. Aunque él mismo es un musulmán devoto, Sadat preferiría que Egipto permaneciera como un Estado secular. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que ocurrió con el Sha, tuvo que manejar el problema con cuidado. Y su situación, a este respecto, no se vio mejorada con la firma del tratado de paz egipcio-israelí. Los fundamentalistas musulmanes, tanto en Egipto como en otros países, se oponen al tratado porque no quita a Israel, de inmediato, el control de los lugares sagrados musulmanes en Jerusalén Oriental.Para Indonesia, pro-occidental y rica en petróleo y para Malasia, el primer productor de estaño y caucho del mundo, el fundamentalismo militante es también una amenaza. Los gobiernos de izquierda de Irak, otro de los grandes productores de petróleo, y de Siria, país clave en el Oriente Medio, se preocupan cada día más de que la revuelta religiosa de Irán pueda enardecer a sus propios elementos fundamentalistas.En Afganistán, que tiene fronteras con la Unión Soviética, las tribus musulmanas están en franco pie de guerra de guerrillas en contra del gobierno pro-soviético que tomó el poder hace un año en un golpe de Estado. Aun con una ayuda soviética considerable, el gobierno afgano no ha podido sofocar la insurrección. Los fundamentalistas en Pakistán ya han surgido victoriosos. Tras derrocar violentamente al presidente Zulfikar Ali Bhutto, educado en Occidente (y recientemente ejecutado), el nuevo gobernante, general Zia ul-Haq, decretó hace poco el retorno a los castigos del Corán. Sorprendentemente, en este fermento islámico, es posible que la Unión Soviética surja como la principal perdedora. Los fundamentalistas son fuertemente antisoviéticos por la naturaleza atea del comunismo. De esta manera la ya muy endeble influencia soviética en Oriente Medio, puede decaer aun más. Pero una mayor preocupación para Moscú es el hecho de que hasta 40 millones de personas —15 por ciento de la población total de Rusia— son musulmanas. Esta gente, en su mayoría establecida en Asia Central soviética, tiene un índice de crecimiento cuantitativo mayor que los rusos europeos, y para fines de este siglo podrían convertirse en casi el 40 por ciento de la población de adolescentes y jóvenes adultos de la URSS. Si la militancia islámica se extiende al Asia Central soviética, se vería gravemente amenazado el asidero que Moscú tiene sobre una enorme porción de sus ciudadanos.LECCION VITAL
Evaluando el renacimiento mundial islámico, sólo puede llegarse a la conclusión de que a muchos países musulmanes les esperan tiempos difíciles. Khomeini de Irán, y otros fundamentalistas, insisten en que pueden promover la industrialización mientras mantienen la sociedad tradicional islámica. Sin embargo, el conservadurismo religioso, dirigido y ejecutado por fanáticos, tiende a trabajar en contra de investigaciones abiertas, críticas de nuevas ideas y la experimentación constante que son los ingredientes necesarios del progreso industrial.
¿Qué deben hacer las naciones no islámicas ante el renacimiento islámico? Adaptarse y aprender una lección: que aun en esta época de cápsulas espaciales, una religión nacida hace siglos en el desierto, es capaz de derrocar al más poderoso de los monarcas.WILLIAM GRIFFITH, redactor viajero del READER'S DIGEST, imparte una cátedra de ciencias políticas, que subvenciona la Ford, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y es profesor adjunto de historia diplomática en la Facultad de Leyes y Diplomacia Fletcher, de la Universidad de Tufts.