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noviembre 06, 2009
Un fin de semana pillé una infección del ojo y acudí al salón de urgencias de cierto hospital. Después del breve reconocimiento que me hizo el médico, entró una enfermera armada de una jeringa, lista para ponerme una inyección. "Tenga la bondad de bajarse los pantalones", me pidió. Accedí, pero le pregunté por qué me la iba a aplicar tan lejos de la parte afectada. Con una sonrisa respondió: "Este medicamento va a subir como el costo de la vida, hasta llegarle a la parte donde le duele".
—R.R.
Cuando trabajaba como despachador en el cuerpo de policía de una ciudad pequeña, recibí por el teléfono una queja contra un individuo que estaba vendiendo cerveza ilegalmente durante los partidos semanales de fútbol que se efectuaban en el parque público del pueblo. Mandé un agente a investigar. Cuando llegó, le preguntó al sujeto si en realidad estaba vendiendo la cerveza. El otro, con aire inocente, replicó:
—No, señor agente; la estoy regalando.
Previendo la posibilidad de una protesta por el centenar de aficionados acalorados y sedientos que lo rodeaban, respondió con calma:
—Me alegro mucho que así sea. Permítame que le ayude.
Y en menos de cinco minutos el agente del orden había regalado siete cajas de cerveza, con la consiguiente gratitud de los espectadores y aflicción del vendedor.
—B.A.C.
Un avión de pasajeros se encontró con una tormenta eléctrica que el piloto no pudo evitar. La torre de control preguntó si la turbulencia era tan intensa como para desviar otros vuelos de aquella zona. El piloto respondió: "Pues le diré que se están formando olas en las tazas de café".
—J.C.
Mi hermano Rogelio llegó a casa, de regreso de la facultad de derecho, y anunció que había conseguido un empleo en qué trabajar durante el verano como especialista en trasvasar hidrocarburos. Nos pareció muy importante... hasta que supimos que desempeñaba tal oficio en una gasolinera.
—C.S.B.
Al desembarcar de una gira por el Caribe, me disculpé con el taxista por lo excesivo de mi equipaje. Mientras cargaba mis numerosas maletas, cajas e incómodos paquetes de recuerdos, el taxista sonrió y me dijo: —Esto no es nada. La semana pasada una señora que traía el doble de lo que usted lleva me enseñó cómo acomodar todo en el coche... y después que habíamos andado unas diez bocacalles me dijo: "Perdone, pero vamos a tener que volver al muelle, porque se me olvidó mi marido".
—K.H.
Desde las ventanas del segundo piso de nuestra oficina de ingenieros se ve, en el ala opuesta del edificio, el interior de otra oficina en donde siempre parece haber muchachas jóvenes en movimiento. Intrigados desde hacía mucho, cierto día resolvimos hacer algo para saber de qué se trataba. Escribimos en letra de molde un letrero que decía: ¿Quiénes son ustedes? y lo fijamos a la ventana. A eso respondieron con pocas miradas de curiosidad, así que lo remplazamos por un segundo cartel en que se leía: Seamos amigos.
Aquel, en cambio, produjo una lluvia de letreros de la oficina opuesta, cada uno con el nombre de una chica. Poco después se había congregado a nuestras ventanas un número considerable de oficinistas y hubo un intercambio de mensajes por nuestro método de carteles. De pronto se presentó en la ventana de enfrente un señor que no tardó en comprender aquella actividad que tanto tiempo estaba haciendo perder a sus empleadas. Para ponerle fin, escribió un letrero que nos hizo batirnos en retirada con una sola palabra: Patrón.
—E.W.
Un escritor de la empresa cinematográfica MGM se presentó ante el productor ejecutivo Louis Mayer y le pidió un aumento de sueldo.
—¿Y por qué se lo he de aumentar a usted? —inquirió el jefe de los estudios.
—Porque me están pagando de menos.
—¿Tiene usted idea de cuánta gente cobra en esta compañía un sueldo mayor del que merece? —preguntó Mayer.
—Supongo que será mucha.
—Muchísima, sí, señor —corroboró Mayer—. Y por eso a otras personas, como usted, hay que pagarles de menos —concluyó, como para poner punto final a la discusión—. Lo que es justo, es justo.
Anonadado por tal lógica, el escritor se retiró, reservando el tema para otra ocasión.
—E.E.E.