Publicado en
agosto 16, 2009
―Oiga tata, ¡necesito un reló!
―¿Pa que quiere un reló mijo? ¡En el campo ni falta que hace, pué!
―No tata, lo quiero pa' cuando salgo por las nochecitas con la Antonela.
―Pero mijo, ¡usté conoce los luceros de la noche!, usté puede leer la hora en ellos.
―No tata, ¡no! Mire, en las nochecitas questán reestrelladas, caminamo de la mano, oigo rebién los grillos, oigo como las plantitas se mueven con el viento, la Antonela huele a jabón y yerbas silvestre; tonce nos sentamo a la oriyita'el rio, ¡tata!, y la empiezo a besar. Le acaricio su carita, sus hombros, ¡tata!, tonces rodamos por el pasto; tata, quito su ropa, sus enagüas, ¡todito tata!, nos quedamo en cuero', tata, y ya cuando la luna ilumina su cuerpo, me subo encima d'eya, la beso en el cueyo, ella respira juerte, gime, se queja, jadea y tonce me dice así tata: ¡damelaora!... ¡Francisco!... ¡damelaora!... ¡Y yo sin un reló, tata!