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noviembre 14, 2021
EL TRÁFICO era intenso. De pronto el agente de policía que estaba en la intersección levantó la mano enguantada de blanco, y un automovilista aplicó el freno bruscamente. Con asombro, el conductor vio que el policía le indicaba que se acercara. Inquieto, puso su auto en marcha, y cuando llegaba al centro de la intersección, el guarda lo hizo detenerse de nuevo. Sin mirar siquiera al ocupante del vehículo, el agente puso un pie en el parachoques y procedió a anudarse el cordón del zapato. Al terminar, se apartó a un lado y con un ademán ordenó al del coche que siguiera adelante.
—I.H.W.
SIENDO enfermera de la sección de obstetricia de un hospital, observé con interés que una señora que había dado a luz su sétimo hijo recibía un ramo de siete rosas encarnadas entre las que aparecía un clavel blanco. Le pregunté si esto tenía algún significado especial.
—Habíamos resuelto tener ocho hijos —me explicó—. Al nacer el primero, mi marido me dio un ramo de siete claveles blancos con una rosa roja. Después, cada vez que daba a luz, las rosas iban aumentando y los claveles disminuyendo en proporción. Ahora sólo nos queda un clavel blanco por remplazar.
¡Esta sí que podía tenerse como una una familia planificada!
—Sra.N.L.
DÍAS antes del picnic anual de nuestra iglesia, los miembros mas alborotadores de la congregación le obsequiamos al ministro un sombrero de paja, cuyo cintillo llevaba diversos dibujos que representaban una lata de cerveza, un par de dados, una cimbreante bailarina de "bula", y otras cosas incluidas entre las que se consideran "pecaminosas". Le dijimos al reverendo que si usaba el sombrero durante el almuerzo campestre, nosotros le prometíamos no faltar a los servicios dominicales durante los seis meses siguientes.
Y el ministro se presentó en el picnic con el sombrero. Sin embargo, le había hecho una ligera modificación con la que resultaba completamente aceptable... y con la. que nos puso en nuestro lugar. Le había añadido un pequeño letrero que decía: "Abstente de..."
—K.T.
EL DUEÑO de la radiodifusora local, que era agricultor, y yo, estábamos pensando qué hacer con los centenares de discos que nos habían enviado como propaganda de las canciones que contenían, canciones carentes de todo atractivo. Recordando cuánto me divertía en mi niñez lanzar al aire las tapas de las latas de café, le aconsejé que se llevara a casa aquellos discos para que su hijito jugara con ellos.
Al día siguiente, camino al trabajo en la emisora, pasé por la granja y vi al chico en el potrero. Estaba lanzando los discos al aire, haciéndolos girar, ¡y su padre, de pie a su lado, los hacía pedazos a tiros de escopeta!
—F.P.
LOS DOS empleados de la gasolinera cayeron sobre mi coche. Uno de ellos comenzó a llenar el tanque de combustible. El otro, muy diligente, se puso a comprobar el nivel del aceite y del agua, a limpiar el parabrisas y los cristales de las ventanillas, y luego a medir la presión de aire de los neumáticos. Después tomó la escoba y activamente se aplicó a barrer el lugar.
Su compañero, que seguía echando gasolina, indicó con la cabeza al de la escoba y comentó:
—No hay modo de aquietar a ese muchacho. Desde que comenzó a trabajar aquí hace quince días, no descansa un momento.
—Lo felicito —le dije—: es el tipo de empleado que a cualquier administrador le gustaría tener a su servicio.
—Sí, pero lo malo es que yo no soy el administrador —replicó con acento lastimero.
—C.R.B
A MI MARIDO le disgusta muchísimo ayudarme a fregar los platos, pero después de seis años de matrimonio ya me he acostumbrado aque así sea. Por eso pude aceptar de buen humor la considerada propuesta que me hizo en mi día onomástico, cuando nos preparábamos a salir muy temprano.
—Ya que hoy es tu santo, —me dijo—, ¿por qué no dejas los platos para mañana?
—B.M.P.
ESTÁBAMOS sentados en el jardín de un amigo nuestro, disfrutando de la cálida noche de primavera y de la luna llena. A cada rato mi amigo se levantaba, iba hasta el borde del lugar (a unos tres metros de distancia) y se inclinaba a recoger algo que inmediatamente volvía a dejar en el suelo. Intrigado, le pregunté qué estaba haciendo.
—Algo corrido —me contestó—: Cuando riego el jardín, las ranas se llegan hasta aquí para disfrutar del agua. Las jóvenes pueden saltar fácilmente sobre la orilla del jardín, pero a las más viejas les cuesta algún trabajo ... Así que les echo una mano.
—P.W.Y.