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octubre 05, 2021
Mike es conductor de taxi y trabaja por las noches hasta la mañana del siguiente día. Irene, su esposa, ama de casa, estaba acostumbrada a ese ritmo. Días atrás habían tenido una pequeña discusión, por lo que no se dirigían la palabra, salvo por asuntos muy necesarios.
Una madrugada tocaron a su puerta. Al abrirla vio que era su esposo. Se sorprendió, ya que era una hora de trabajo. Se llenó de alegría y a la vez de desconcierto verlo parado ahí.
—¿Y tus cosas, y el taxi? —preguntó ella, con tono y gestos que mostraban que seguía molesta con él.
—¡No las traje! El taxi lo tengo en la esquina. Solo vine a hablar contigo —respondió.
Mike entró y se dirigió al comedor. Irene lo siguió y ambos se sentaron. Éste le tomo de las manos.
—¿Qué pasa? —Preguntó ella.
—¡No pasa nada! Vine a decirte que, aunque hemos tenido nuestras diferencias, yo te sigo amando. Te llevo en mi mente en cada momento. Te quise llamar en varias ocaciones, pero fue más fuerte mi coraje. Intenté por mensaje, pero mi orgullo no dejó que terminara de escribirlo.
Irene cambió su expresión, enterneció su mirada y acarició su mano.
—¡Sabes que también te amo! Y quiero que siempre lleves en tu mente que mi amor por ti es y será muy grande. Pero al igual que tú, he dejado que el orgullo y el coraje se interpongan, —contestó ella.
—Tu eres lo más importante que tengo. —Dijo él. Entonces se levantó y le dió un tierno beso en la frente y finalizó diciendo:— Siempre voy a estar contigo pase lo que pase... Bueno, me voy a dar una ducha, porque ya tengo que volver a mi trabajo.
Ella lo acompaña hasta el segundo piso. Lo ayudó a desvestirse y esperó hasta que entrara al baño. Con alegría, puesto que se habían reconciliado, empieza a recoger las cosas de su esposo. Al tomar el reloj que él se había sacado, se da cuenta que está detenido. Con intriga lo vuelve a mirar y el mismo marcaba las 03h45. Al poco rato, sonó el teléfono.
—¡Hola! ¿Con la señora Irene de Silva?
—¡Con ella habla, dígame!
—¡Cómo está Sra.! Soy el oficial Quintana. Disculpe la hora pero, necesito hacerle una pregunta.
—No se preocupe, pregunte.
—Por si acaso, ¿conoce al Sr. Mike Silva?
—¡Claro, es mi esposo!
—¿Mike Silva quién maneja un taxi?
—¡El mismo!
—Lamento comunicarle que su esposo tuvo un accicente. Fue trasladado al hospital donde falleció hace una hora.
—¡Debe haber un error, oficial! ¡Mi esposo está aquí en casa!
—Según sus documentos, es su esposo.
—Espere un momento. Voy a llamarlo para que converse con él y aclare esta confusión.
Ella corrió al baño para hablar con Mike, pero no lo encontró, Buscó por toda la casa y no lo halló. Fue al lugar donde dejó sus cosas, y nada había. Regresa al teléfono para hablar con el policía.
—Oficial, ¡no está!
—¡Pero me acaba de decir que sí!
—Lo sé, pero busqué por toda la casa y ¡nada! Fui a ver donde dejé sus cosas, y ¡tampoco están!
Entonces Irene recordó haber visto el reloj de Mike y que el mismo marcaba las 03h45.
—Disculpe oficial. ¿Me puede decir a qué hora, más o menos, fue ese accidente?
—Según el reporte, fue eso de las 03h45 de la madrugada.
Al escuchar la hora, Irene sintió un escalofrío. Su cabeza se nubló. Estaba confundida, aterrada y se llenó de mucha tristeza. Hechó a llorar. Por su mente pasó todos los buenos ratos que estuvo con su esposo, y con fuerza maldijo su orgullo. Este tonto orgullo, pensó, no me ha permitido despedirme de él. Le queda, como consuelo, que su último pensamiento fue ella, y que en su muerte, sus últimos pasos fue para expresarle su gran amor.
Fuente del texto:
BookNet / Autores del Terror