Publicado en
octubre 09, 2021
ECUADOR - Manabí.
El origen de la viuda del Tamarindo es incierto. Hay relatos que la ubican en los campos manabitas, otros en la ciudad de Guayaquil y algunos en Posorja; pero coinciden en que se suscitó un hecho macabro.
Una joven mujer asesinó a su esposo español para recibir una muy jugosa herencia.
El homicidio cometido condenó el alma de la viuda, quedando maldita y condenada a vagar por las calles, siendo un árbol de tamarindo el lugar a donde siempre debía volver para pagar la pena de asesinar a su esposo.
Esta historia se remonta a tiempos de la colonia. Un muy acaudalado caballero, que vivía lleno de comodidad en su finca, disfrutaba mucho de descansar bajo la sombra de un frondoso árbol de tamarindo.
El hombre contrajo matrimonio con una jovencita muy bella. Pero según comentaban las malas lenguas, la muchacha solo se había casado por el dinero del hacendado.
Al poco tiempo el hombre murió de forma inexplicable, bajo el árbol de tamarindo donde solía descansar. La viuda, se dedicó a gastar la fortuna del difunto y se divertía sin guardar luto por su esposo.
Pero poco después ella, en una de sus acostumbradas juergas sufrió un accidente en la finca y murió sin confesión.
Los empleados de la finca huyeron asustados, porque el alma en pena de la viuda, vagaba en las noches, buscando una nueva víctima.
Cuentan que por las noches, cuando salían los hombres en busca de un trago y de amigos para divertirse, se les cruzaba por su camino la silueta de una mujer. Parecía que sus pasos rápidos, componían una danza seductora. La misteriosa señorita usaba un vestido oscuro y un manto, típico de la época.
Los hombres, presas del alcohol eran maravillados por su aparente belleza y misticismo, pronto se encontraban siguiéndola para poder cortejarla.
Las noches eran oscuras, porque el alumbrado público casi no existía en las ciudades del Ecuador, por este motivo, los intrépidos individuos que se atrevían a seguirla, no alcanzaban a ver claramente el rostro de la mujer.
La caminata los llevaba por largos trechos hasta el árbol de tamarindo que se encontraba en medio de la finca. En este lugar, la mujer se quitaba el pesado manto y se acercaba a los hombres para que vieran de cerca su horrible cadáver, solamente veían los huesos y las cuencas vacías de los ojos. De inmediato, aquellos hombres que la miraban fijamente, caían al piso paralizados del miedo y comenzaban a soltar espuma por la boca. Tras unos minutos, ellos morían.
Fuente del texto:
Leyendas de Ecuador