ESTA NAVIDAD, DESPREOCÚPESE Y DISFRUTE
Publicado en
junio 02, 2021
Sugerencias para gozar las fiestas decembrinas como antaño, sin ajetreos ni prisas.
Por Kristin von Kreisler.
LEONA LAOURAS se puso tensa de sólo pensar en todo lo que debía hacer. Tenía que salir de su casa a las 7 de la mañana para dar una clase de inglés en una escuela de enseñanza media, y luego clases particulares hasta las 5 de la tarde. Con suerte le quedaría tiempo para hacer algunas compras navideñas antes de cenar apresuradamente. Después iba a llevar a su hija al ensayo de la representación de Navidad de la escuela, y volvería a casa corriendo para terminar un edredón que pensaba regalarle a su tía.
Para la mayoría de la gente las fiestas decembrinas significan presiones. Por mucho que nos esforcemos en disfrutarlas, hay tanto que hacer y tan poco tiempo para hacerlo que terminamos con la lengua de fuera. Pero no es imposible volver a gozar la Navidad como en otros tiempos, sin tanto ajetreo y estrés. He aquí cómo salvar los escollos y vivir la temporada relajados y en paz:
No se abrume de trabajo. Más que en cualquier otra época del año, en diciembre hay que tener expectativas realistas de uno mismo. "Como la temporada empieza pronto, nos vemos obligados a conservar el entusiasmo más tiempo del que es posible", señala el psiquiatra John Buckman. Es poco realista esperar que las cosas sean como en las tarjetas navideñas, o parecidas a aquellas fabulosas fiestas que creemos recordar que ofrecía nuestra madre. Las celebraciones deben adaptarse a lo que es posible, no necesariamente a lo que es ideal.
Cada diciembre Jean Staeheli, coautora con Jo Robinson de Unplug the Christmas Machine ("Desconectemos la máquina navideña"), reúne a su familia y, calendario en mano, les pregunta: "¿Qué vamos a hacer este año para celebrar?" Entonces fijan fechas y horarios para ir de compras y hornear galletas. Saber qué tiene que hacer, y cuándo, dice ella, la ayuda a no sentirse agobiada.
Jo Robinson le pide a cada miembro de su numerosa familia que traiga un plato para la cena de Navidad. Otra ama de casa mete al horno una buena cantidad de galletas de un mismo tipo, y luego organiza un trueque con sus amigas para que cada una se lleve un surtido a casa.
Celebre como le plazca. Para reducir el estrés, "confecciónese una Navidad a la medida", aconseja Marjorie Baier, profesora adjunta de una escuela de enfermería. Propóngase festejar a su manera y haga lo que en verdad disfrute.
Jean Staeheli y sus dos hijas acostumbraban tomarse un día de asueto cada diciembre. Olvidando trabajo y escuela, iniciaban el día con el desayuno favorito de las niñas. Luego se abrigaban bien, subían al coche e iban a un vivero de árboles de Navidad. Más tarde escuchaban villancicos y decoraban el arbolito con los adornos que habían ido juntando año con año.
Kathleen Burgy, psicoterapeuta, pasa la Navidad con sus hermanos y luego se va de retiro a un monasterio. Pasear a solas en el campo, meditar y trabajar en el jardín la ayudan a concentrarse en el significado de estos días.
Mary Benfer celebra la Navidad enseñándoles a sus hijos la importancia de las buenas acciones. Cuando pone su nacimiento, deja vacío el pesebre del Niño Dios, y luego, cada vez que uno de sus hijos la ayuda a limpiar la casa o a quitar la nieve de la entrada, ella anota la buena acción en un trozo de papel y lo pone en el pesebre. El día de Navidad coloca al Niño Dios sobre los trozos de papel acumulados, y les dice a sus hijos que con sus buenos actos le han hecho una mullida cuna.
Evite conflictos. Las reuniones decembrinas pueden ser ocasiones que se presten para resucitar rencores, malentendidos y afrentas. "Si uno no se ha llevado bien con un tío durante todo el año, es poco probable que las cosas cambien en Navidad", advierte la psicóloga Marta Vago. Reconocer esto nos protege contra el resentimiento.
Haga un esfuerzo por ser cortés y guardar una distancia emocional si tiene que departir con alguien desagradable. "A veces, la conversación del otro inunda el ambiente de tensión", explica el doctor Jonathan Himmelhoch, profesor de psiquiatría. No reaccione ni tome a pecho lo que esa persona le diga. Acepte el hecho de que la relación no mejorará ventilando diferencias en torno de un pavo.
Cuide su salud. Mantenerse en forma ayuda a mitigar los efectos estresantes de la temporada navideña. El psiquiatra Norman Rosenthal, autor de Winter Blues ("Depresión invernal"), instaló en una habitación luces intensas y equipo para hacer ejercicio, a fin de tener un lugar alegre donde luchar contra la melancolía invernal y quemar las calorías acumuladas por comer en demasía. "Hay que prever medidas para evitar el decaimiento", aconseja.
Las emociones de las fiestas provocan la descarga de adrenalina y alteran las pautas del sueño. Si uno viaja, sobre todo cuando cruza varios husos horarios, "los estragos se duplican", afirma el doctor Paul Fredrickson, codirector de un centro para el estudio de los trastornos del sueño. Siga haciendo lo que normalmente hace para relajarse, como ejercitarse o leer, y cuando no haya dormido lo suficiente, dése unos días para reponer el sueño.
El alcohol también altera el sueño. Peor aun, beber en fiesta tras fiesta tiene un efecto acumulativo: al final uno se siente nervioso e irritable, explica la doctora Mary Dufour, de un instituto de rehabilitación para alcohólicos. Para evitarlo, dice ella, "procuro que una copa de vino me dure toda la noche, pues la bebo a pequeños sorbos". O toma agua mineral con una rodaja de limón, que parece un coctel.
La. psicóloga Nancy Dess, experta en salud emocional y hábitos de alimentación, aconseja vigilar también la dieta decembrina. La gente suele atiborrarse y luego ayunar, dice, y eso causa depresión y malestar físico. Para no sucumbir a la gula en la temporada navideña, ella acostumbra comer con regularidad alimentos nutritivos, para conservar un nivel constante de energía.
El afecto es lo primordial. "En Navidad, las personas se convierten en contadores", dice Marta Vago. Se sienten obligadas a hacer regalos tan costosos como los que reciben. Pero, dice el psicólogo John Carnes, "un regalo no es más que un regalo, y no un indicador de la intensidad de nuestro cariño".
"El verdadero valor de un obsequio es el mensaje de amor que encierra", explica H. Ronald Hulnick,. coautor con su esposa, Mary, de Financial Freedom in Eight Minutes a Day ("Libertad económica en ocho minutos diarios").
Jo Robinson averigua qué les gustaba de niños a sus seres queridos, y les da regalos para que recuerden aquellos momentos felices. Cuando su esposo era niño, tenía una abuela que le obsequiaba granadas en Navidad; el año pasado el marido encontró una en su media. El padre de una tía de Jo solía adornar la casa con ramas de cedro, así que una Navidad ella se las arregló para que, al despertar, su tía viera la alcoba decorada con esas ramas. "Los sabores y los olores nos transportan a épocas mágicas", dice Robinson.
Hace unos años, Mary Hulnick colocó una cámara de vídeo en la sala de su casa, se sentó frente a ella y comenzó a hablar: "Quiero decirte algunas cosas desde el fondo de mi corazón". Durante 30 minutos, le dijo a su esposo por qué lo amaba y cuánto apreciaba su lealtad, su sentido del humor y su ternura. "Es el regalo más hermoso que he recibido en mi vida", dice su marido.
Sea generoso. "Las penas se vuelven más intensas en Navidad", dice John Carnes. Y también la soledad. Prodigar afecto al prójimo puede alegrar un corazón vacío, y también uno lleno.
Cierta mujer se separó hace poco de su esposo. Sus tres hijas pasaron con ella la Nochebuena y la mañana de Navidad, y luego se marcharon a ver a su padre. En vez de quedarse triste y sola, la mujer fue a un comedor de beneficencia y ayudó a preparar cientos de comidas navideñas. "No hay nada que se compare con hacer algo por los demás", dice. "Cuando conversé con aquellas personas, di gracias a Dios por todo lo que tengo".
Una Navidad, Jaye Bryant, empresario jubilado, llevó a unos niños de su barrio a una colina y se pasó seis horas deslizándose con ellos en la nieve. Los pequeños se lanzaban por la ladera sentados en cámaras de neumáticos, y Bryant los recibía abajo y luego arrastraba las cámaras hasta la cima. "Al final del día, me dolía todo el cuerpo y estaba empapado", recuerda. "Pero ver disfrutar a los niños me llenó de alegría".
Joanie Connor, peinadora, decidió disfrutar de la Navidad aun cuando estaba muy lejos de su familia. Invitó a ocho amigos que también estaban "huérfanos" a celebrar con ella, y cada uno llevó un plato y regalos sencillos. Mientras ponían la mesa, escucharon villancicos y bebieron champaña. "Éramos como una familia", rememora.
"En Navidad todos queremos estar cerca de nuestros seres queridos y entrar en contacto con algo superior", dice Jo Robinson. Sólo hacen falta imaginación y perseverancia.
El 1 de enero de cada año, la escritora Iris Lorenz-Fife organiza una última fiesta con sus amigos, que llegan a su casa con los platos y postres que les sobraron de la Navidad. Antes de cenar, dan un paseo a pie por un bosque. "Esto nos renueva para todo el año", concluye.