CONFESIONES DE UNA COLECCIONISTA DE NIDOS
Publicado en
septiembre 18, 2020
Por Shirley Nickerson (Condensado de "The Cape Codder")
MI AFICIÓN a coleccionar nidos comenzó cuando encontré un nidito en nuestro traspatio, revestido, sin lugar a dudas, con cabellos largos y rubios de mi hija. Era un nido a la vez tan personal y tan encantador que me sentí subyugada. Encontré mi segundo nido cuando me dirigía al correo; estaba hecho casi completamente de diferentes clases de plástico. Por lo visto, las aves bien informadas emplean la inventiva y el descuido del hombre para su propio provecho, construyendo casas baratas y fáciles de hacer.
El pájaro moderno no busca la paz y la tranquilidad de los bosques, sino que construye donde se encuentran los escombros, la gente y la actividad. Todo lo que necesita un pájaro son unas cuantas ramas tiradas al azar como base, una bolsa de plástico del tamaño preciso para colocarla alrededor del cimiento, un trozo de media de nailon para usarla como revestimiento, y en más o menos una hora ya ha logrado lo que antes tardaba en hacer una pareja por lo menos una semana.
Mi asombro ha aumentado en la misma medida que mi colección. Poseo nidos revestidos con páginas de libros en rústica, etiquetas de latas de conserva, cajetillas de cigarillos, cajas de cerillas, una bufanda, un brazalete de dijes, un guante, un limpiador de pipas, cordones para zapatos, y casi toda clase de material plástico hecho por el hombre. En una colección aparte tengo lo que llamo "Los nidos que saben dónde están". Hay una encantadora creación que encontré detrás de un cementerio. La base está hecha de encaje de nailon, con revestimiento de estiroespuma, y adornado, a la vez que unido, con flores plásticas. Uno más que encontré cerca de otro cementerio tiene un trocito desteñido de bandera tejido en uno de los lados. Junto a una carpintería, las virutas estaban envueltas alrededor de algunas ramitas y el revestimiento estaba hecho de aserrín. Cerca de un cine se usaron trocitos de billetes, y en las zonas de descanso, pañuelos de papel de varios colores.
Ahora que las aves han aprendido el arte de construir nidos ligeros en la mitad del tiempo acostumbrado, que pueden elegir exquisiteces en comederos colocados a distancias de aproximadamente 1500 metros, beber agua fresca en cada esquina y bañarse en agua movida por electricidad en piscinas planeadas especialmente para que no se caigan dentro de ellas, ¿qué hacen en sus ratos de ocio? ¿Espían más al hombre? ¿Se han vuelto pecadoras y promiscuas? ¿Es el sonido que nosotros tomamos por felices cantos, en realidad, un plañido malhumorado de pájaros demasiado mimados?
El año próximo pienso observar la construcción de estos nidos modernos, y quizá descubra qué hacen con el tiempo que les queda libre. Mientras, quisiera poder decidir qué hacer con los 150 nidos que tengo desperdigados acá y allá.