LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
agosto 17, 2015
UN NIÑITO contemplaba con añoranza el perro de un amigo.
—Mamá no quiere darme un perro como regalo de cumpleaños —dijo.
—Tal vez no has empleado la estrategia conveniente —respondió el compañero.
—¿Cuál estrategia?
—En vez de pedir un perro, pides un hermanito... y seguro que te dan el perro.
—Union
EL MARIDO llegó a casa con una mancha roja en la frente.
—¡Lápiz de labios! —exclamó su esposa.
—No —repuso él—: es sangre. Tuve un accidente cuando venía a casa y me di con la cabeza contra el volante.
El rostro de la consorte se le iluminó:
—¡Qué suerte has tenido, mi amor!
—E.M.
LOS NIÑOS suelen dar grandes sustos a sus padres. Pongamos por ejemplo el caso de Sarita, de 10 años, que contaba a su madre una aventura que tuvo en el ómnibus de la escuela:
—Un muchacho me preguntó si yo era niña o niño. Cuando le dije que era mujer, me dijo: "Demuéstramelo", y yo se lo demostré.
—¿Cómo se lo demostraste? —preguntó la madre con voz angustiada.
—Le enseñé mi tarjeta de las girl-scouts —dijo Sarita con toda lógica.
—L.H.
ESTABA discutiendo con una vecina acerca de la censura de las películas y yo le decía que no permitía a mi hija ir a ver sino las que estaban aprobadas "para todos". Mi amiga dijo:
—Yo dejo a Juanita ir a ver todo lo que se le antoje, pero no le permito llevar los lentes sino cuando exhiben películas propias para su edad.
—J.M.
CORREN rumores de que en el pueblo de Wenatchee, en el Estado de Washington, la Cámara de Comercio está proyectando una serie de carteles en los que se proclamará a Wenatchee como "sede de la profesión más antigua"... es decir, la recolecta de manzanas, claro está.
—L.D.
EN UN coctel un sacerdote se encontró acosado por una señora muy habladora que quería conocer su opinión sobre el celibato del clero. El padre dijo que sería cuestión larga de explicar y que prefería no hacerlo durante una fiesta. Pero la dama seguía insistiendo.
—Voy a decirle lo que pienso del celibato —dijo por fin el importunado clérigo—: de noche, al acostarme lo lamento, y al levantarme por las mañanas, me alegro.
—P.C.