LOS INSIDIOSOS SÍNTOMAS DE LA APOPLEJÍA
Publicado en
septiembre 01, 2012

Hay que mantenerse atento a las sutiles señales de advertencia de esta enfermedad y no esperar a que sea demasiado tarde.
Por Edwin Kiester y Sally Valente KiesterERA CASI INCONCEBIBLE que Greg Bologna, editor de 28 años, pudiera sufrir un ataque isquémico transitorio (AIT), pues hacía ejercicio con regularidad, llevaba una dieta vegetariana, no fumaba y sólo de vez en cuando tomaba una copa. Pero una noche de mayo de 1993, mientras leía acostado en la cama, sintió hormigueo en un brazo, y más tarde, cuando se levantó para apagar las luces, la mitad izquierda del cuerpo se le paralizó de repente. "Supe que algo andaba muy mal", cuenta.
Fue a rastras al teléfono y marcó el número de emergencias. Una ambulancia lo llevó sin tardanza al hospital, donde le administraron un fármaco diluyente de la sangre que le devolvió la movilidad. Un examen reveló que el ataque se había debido a la obstrucción de una arteria del cuello. Greg se sometió a una medicación diaria con hemodiluyentes y, al cabo de dos meses, pudo practicar otra vez su deporte favorito."Tuvo mucha suerte", comenta el doctor John Kelly, jefe del departamento de neurología del hospital. "Hizo caso de los síntomas y no dudó que le estaba pasando algo malo: pidió ayuda sin perder tiempo".Cierta mujer de 71 años no actuó con igual prontitud. Una tarde, mientras veía televisión, se le cayó el control remoto y, cuando trató de recogerlo, los dedos no le respondieron. Es puro cansancio, se dijo. A media noche se levantó para ir al baño y notó que llevaba arrastrando una pierna. Sin inquietarse, pensó que se había torcido el tobillo y regresó a la cama. A la mañana siguiente resultó que había sufrido un grave ataque de apoplejía que le dejó paralizado medio cuerpo.El doctor Vladimir Hachinski, que preside el departamento de neurología clínica de la Universidad de Ontario Occidental, utiliza el término "ataque cerebral" para subrayar la gravedad y el carácter de urgencia de un ataque de apoplejía. Se salvarían muchas vidas y los casos de invalidez se reducirían considerablemente si las víctimas reconocieran las señales que anteceden a los ataques y actuaran sin demora."Hay un margen de seis horas para reaccionar", explica el doctor Gregory Albers, director del centro de atención de ataques de apoplejía de otra universidad. "Pero, por desgracia, 90 por ciento de nuestros pacientes no nos piden ayuda en ese lapso".Por cierto, hasta fechas recientes pocos médicos opinaban que debía intervenirse con prontitud en caso de apoplejía. Hace diez años se creía que no había nada que hacer ante un ataque, pero a partir de entonces esa sombría perspectiva ha cambiado radicalmente. Los nuevos medicamentos, los avances de la cirugía y los adelantos tecnológicos en materia de diagnóstico permiten tratar a la mayoría de las víctimas y prevenir la recurrencia de los ataques, siempre y cuando se actúe con oportunidad.Hay dos tipos principales de ataques de apoplejía. El llamado hemorrágico se produce por la ruptura de un vaso sanguíneo del cerebro. El consiguiente derrame de sangre ejerce presión sobre el tejido cerebral. Poco menos de 15 por ciento de los ataques apopléticos son de este tipo y presentan el mayor riesgo de resultar letales, sobre todo si afectan zonas profundas del cerebro, en las cuales no es fácil efectuar un drenaje quirúrgico.Los ataques de tipo isquémico, que representan el 85 por ciento restante, se deben a la interrupción del riego sanguíneo en una zona del cerebro a causa de una obstrucción. Esta puede deberse a la formación de un coágulo de sangre (trombo) en una de las cuatro grandes arterias que irrigan el cerebro o en alguna de sus ramificaciones. O bien, puede ser consecuencia de una embolia, que ocurre cuando un depósito graso (émbolo) se desprende de una pared vascular en alguna parte del cuerpo y se aloja en un vaso sanguíneo del cerebro. En cualquier caso, la obstrucción priva a las neuronas de sangre oxigenada y, como consecuencia, casi cualquiera de las funciones del cuerpo puede resultar afectada, según la región cerebral que haya sufrido el daño. Los síntomas varían desde una debilidad momentánea hasta una pérdida mayor o menor de la vista. Puede sobrevenir una parálisis permanente e incluso la muerte.En cerca de la mitad de los casos, los ataques de apoplejía son antecedidos por señales de advertencia. Los AIT son obstrucciones momentáneas de la circulación cerebral por trombos o émbolos que terminan por disolverse sin ocasionar daños perdurables. Aunque estos ataques llegan a durar hasta 24 horas, en casi dos tercios de los casos cesan al cabo de cinco minutos, de modo que muchas víctimas no les dan importancia o los confunden con otros padecimientos. Lo anterior resulta lamentable porque, de cada diez víctimas de un AIT, una sufre un ataque mayor en el curso del año siguiente, y tres lo sufren antes de transcurridos cinco años.Se tiende a restar importancia a los AIT porque los síntomas que producen no son aparatosos ni bien conocidos, a diferencia, por ejemplo, del opresivo dolor de pecho de que suelen acompañarse los infartos cardiacos. "Muchas víctimas deciden tomar un baño o se van a la cama con la esperanza de que se les pase el malestar", explica el doctor Kelly. "No están lo bastante asustadas para actuar".Ciertas personas deberían mantenerse especialmente atentas a los sutiles signos de aviso de un ataque. La mitad de los casos de apoplejía están relacionados con la presión arterial alta; los hipertensos que no reciben tratamiento tienen cinco veces más probabilidades de sufrir un ataque. Otros grupos de alto riesgo son los fumadores, los diabéticos, las mujeres que toman anticonceptivos orales con alto contenido de estrógenos y las personas que padecen arritmia debida a fibrilación auricular. También están en peligro los individuos obesos, los que no hacen ejercicio y los que tienen altas concentraciones de colesterol en la sangre.Los ataques apopléticos afectan con más frecuencia a los hombres que a las mujeres, y aunque la probabilidad de sufrir uno aumenta con la edad, los jóvenes no están a salvo de ellos, ni siquiera los adolescentes. Cada año se presentan miles de casos entre los menores de 44 años, y más de 100,000 en el grupo de entre 45 y 64 años de edad.La endarterectomía carótica, intervención quirúrgica usada para retirar depósitos grasos de las arterias carótidas, ha resultado un remedio muy eficaz cuando la obstrucción es de entre 70 y 99 por ciento, y se está probando en casos en que el bloqueo va de 30 a 69 por ciento. Por otra parte, algunos grandes hospitales están empleando fármacos anti-coagulantes de manera experimental, con buenos resultados. Los neurocirujanos recurren también a la angioplastia, operación que consiste en insertar un globo diminuto en la arteria obstruida y luego inflarlo para aplastar la obstrucción. Y unos nuevos medicamentos, llamados "neuroprotectores", ayudan a restringir el daño que un AIT o un ataque mayor puede ocasionar en las neuronas del cerebro.Si usted pertenece a alguno de los grupos de alto riesgo, las medidas preventivas que puede tomar son a la vez eficaces y sencillas. Si es hipertenso, su médico podría prescribirle una dieta especial, un programa de ejercicios o algún antihipertensor. Si ya ha sufrido un AIT, un hemodiluyente lo ayudaría a prevenir otro. En el caso de muchas personas, el tratamiento indicado consiste tan sólo en tomar una aspirina al día.La probabilidad de identificar la inminencia de un ataque y tomar medidas oportunas aumenta mucho cuando se conocen los síntomas. He aquí las señales de advertencia que no hay que pasar por alto:Hormigueo. Un ataque apoplético se anuncia a veces con pérdida de sensibilidad en una mano o un pie, y luego en toda la extremidad, la cara o la mitad del cuerpo. En otras ocasiones el aviso no pasa de un leve hormigueo en varios dedos."Todos nos despertamos a veces con los dedos adormecidos por haber permanecido acostados largo rato en una mala postura", señala Gary Houser, vicepresidente de la Asociación Nacional de Apoplejía de Estados Unidos. "Pero habrá que tomar providencias sin pérdida de tiempo si la extremidad se siente normal y de pronto se entumece sin motivo aparente, si la molestia persiste más de uno o dos minutos o, sobre todo, si varias partes del cuerpo resultan afectadas al mismo tiempo". El entumecimiento ocasionado por un ataque cerebral suele acompañarse de otros síntomas, como flacidez de la mitad de la cara o dificultad para hablar.Manos torpes. Con frecuencia, soltar involuntariamente un objeto de entre los dedos es señal de un AIT. A Charles McConnell se le cayeron las llaves de su coche y, cuando se enderezó después de recogerlas, le flaqueó la pierna derecha. Apremiado por su esposa, acudió a un hospital, donde los médicos averiguaron que tenía casi totalmente obstruidas dos grandes arterias del cuello. El tratamiento lo salvó de sufrir un ataque mayor.Lengua trabada. Algunas víctimas de ataques cerebrales pierden el habla temporalmente; otras emiten sonidos inarticulados, y otras más no entienden lo que se les dice. Cierta mañana, el ingeniero jubilado Claus Speier trató de pedirle café a su esposa, pero de su boca sólo salió una serie de ruidos ininteligibles. Comprendiendo que algo malo le pasaba,la señora marcó el número telefónico de emergencias. Resultó que su esposo tenía gravemente obstruida una arteria del cuello, por lo que tuvo que someterse a una operación.Trastornos visuales. Durante un AIT o un ataque mayor, la visión de repente se debilita, se empaña o se oscurece, como si cayera un velo frente a la cara de uno. Por regla general, sólo es un ojo el afectado. En algunos casos, según donde esté alojado el coágulo, la persona ve imágenes borrosas o dobles, ya sea en el plano horizontal o en el vertical. Esta ceguera monocular se acompaña a veces de flacidez de la mitad del rostro del mismo lado. Más tarde es posible que el velo "se levante" y la visión vuelva a la normalidad.Pueden presentarse también otros trastornos. Alfred Meyer iba conduciendo por la carretera cuando de pronto advirtió que sólo podía ver la mitad de la placa de registro del vehículo de adelante. Como padecía del corazón, acudió sin tardanza a su cardiólogo, quien le prescribió hemodiluyentes para prevenir un ataque de funestas consecuencias.Piernas de hule. El paso vacilante o ladearse al caminar son indicios de que un coágulo pudiera estar afectando los centros del equilibrio del tallo cerebral. Estos síntomas suelen ir precedidos de una sensación de vértigo.Cefalea atroz. Un dolor de cabeza repentino y violento es la señal más clara de un ataque de apoplejía hemorrágico. Por lo general, este dolor no es pulsátil, sino constante, y se siente en toda la cabeza, no sólo en la frente; se debe a la presión ejercida por la sangre acumulada entre el cerebro y el cráneo tras la ruptura de un vaso sanguíneo.¿QUÉ SE DEBE HACER en caso de experimentar alguno de estos síntomas? En primer lugar, tomarlos en serio, aunque parezcan normales o duren sólo unos minutos. "Hay falsas alarmas, desde luego", señala el doctor Kelly. "Pero es preferible equivocarse que lamentarse después".
En segundo lugar, hay que actuar sin perder tiempo. "No llame a su médico si sabe que tendrá que esperar a que le devuelva la llamada", aconseja el doctor Albers."Al empezar a manifestarse los síntomas, uno no sabe si se tratará de un AIT o de un ataque mayor", explica el neurólogo David Sherman. "Aun en el caso de un trastorno pasajero, la atención oportuna ayuda a emitir el diagnóstico y comenzar el tratamiento".En tercer lugar, hay que describir los síntomas al médico con lujo de detalles. ¿Vio usted imágenes borrosas o dobles? ¿Podía hablar con claridad, pero no entendía lo que le decían? "Cuanta más información proporcione, mejores resultados dará el tratamiento", afirma el doctor Louis Caplan, jefe de neurología de un centro médico.Si observa síntomas de un ataque apoplético mayor o menor en otra persona, pida ayuda, aunque ella asegure que se siente bien. Una editora telefoneó cierta noche a su madre, que vivía en Florida y tenía 81 años de edad. La anciana farfullaba al hablar, pero decía que era a causa de su dentadura y que estaba bien. Después de colgar, la hija se comunicó con un tío que vivía cerca de la casa de su madre y le pidió que le hiciera una visita. Cuando el tío llegó, la anciana ya no podía hablar, tenía un brazo paralizado y arrastraba la pierna derecha. Fue trasladada en ambulancia a un hospital, donde le administraron un fármaco diluyente de coágulos que interrumpió el ataque. Gracias a la acción rápida de sus familiares, la señora pudo volver a casa al cabo de unos días."Los primeros minutos de un ataque apoplético, mayor o menor, son vitales", afirma el doctor Kelly. "Si no se desperdician, podemos evitar mucho dolor y muchas muertes".