NOTICIAS DEL MUNDO DE LA MEDICINA
Publicado en
octubre 02, 2009
AYUDA MUCHO QUIEN SABE ESCUCHAR
En ciertos casos, el efecto curativo propiciado por quien sabe escuchar a otros es igual al que logra un sicoterapeuta adiestrado, según se desprende de un estudio efectuado por los sicólogos Hans Strupp, de la Universidad Vanderbilt de Nashville (Tenesí), y Suzanne Hadley, del Instituto Nacional de Salud Mental, con sede en Rockville (Maryland).
Encontraron estos que un grupo de pacientes tratados por profesores universitarios mostraba la misma proporción de mejoría que otro grupo similar tratado por sicoterapeutas experimentados. .
Los pacientes eran universitarios solteros de 17 a 24 años, y tenían el diagnóstico de ansiedad o depresión. Se excluyeron de la investigación los pacientes con tendencia al suicidio. Los profesores habilitados como terapeutas daban clases de inglés, filosofía, historia y matemáticas; varios tenían más de 20 años enseñando. Por su parte, la experiencia clínica promedio de los sicoterapeutas era de 23 años. Los jóvenes fueron atendidos dos veces a la semana durante tres o cuatro meses.
No afirman los investigadores que el saber escuchar ocupe el lugar del consejo profesional; más bien, puntualizan que contribuye a establecer una relación de comprensión que puede resultar vital para el proceso de recuperación emocional.
—J.P.
LA PRÁCTICA DA LA PERFECCIÓN
Cuantas más operaciones hace un equipo de cirujanos, tanto mejores son sus resultados. Esta teoría parece lógica, pero no se había comprobado hasta que, recientemente, un grupo de investigadores californianos informaron que la proporción de muertes, debida a ciertos tipos de operaciones, disminuye cuando manos experimentadas practican la cirugía.
Los investigadores estudiaron las tasas de mortalidad relacionadas con diferentes procedimientos quirúrgicos en aproximadamente 1.500 hospitales de Estados Unidos. Ellos informan en la Revista Médica de Nueva Inglaterra que las intervenciones tuvieron una complejidad que osciló entre la extirpación de la vesícula biliar y la cirugía en corazón abierto; que la tasa de mortalidad en las operaciones sobre vasos sanguíneos importantes o la glándula próstata fue entre el 25 y 41 por ciento menor en los hospitales donde anualmente se practicaban más de 200 procedimientos de este tipo. Los resultados hacen pensar que si todas las intervenciones quirúrgicas de esta índole fueran hechas en hospitales dedicados a esa actividad, la tasa de mortalidad descendería entre un 22 y un 28 por ciento.
En el caso de ciertas intervenciones quirúrgicas menos comunes, incluidas la del remplazo total de la cadera y la extirpación de colon, la mortalidad disminuyó de manera importante en los hospitales donde cada año se hacían entre 10 y 50 procedimientos de este tipo. Harold Luft y sus colegas de las universidades de Stanford y de California, en San Francisco, recomiendan que cada hospital se especialice en ciertas operaciones específicas de riesgo elevado. El volumen de trabajo aumentaría las probabilidades de sobrevivencia del paciente.
—Newsweek
DISOLUCIÓN DE COÁGULOS CORONARIOS
Muchos ataques cardiacos sobrevienen porque algún coágulo bloquea una arteria coronaria cortando así la irrigación sanguínea del músculo cardiaco, y entonces la supervivencia del paciente depende en gran medida de la extensión del músculo que muere. Actualmente, varios cardiólogos norteamericanos y europeos están experimentando una espectacular forma de restringir al máximo el daño rústico. Durante las primeras horas del ataque, los especialistas inyectan directamente en la arteria bloqueada una enzima, la estreptocinasa, que disuelve los coágulos.
Este procedimiento, perfeccionado por el Dr. Klaus-Peter Rentrop, de la Universidad de Gotinga (Alemania Occidental), combina la cateterización cardiaca con el uso de estreptocinasa. Hasta ahora se inyectaba la enzima en la corriente sanguínea para que llegara a todo el cuerpo; y si bien a menudo disolvía el coágulo coronario, elevaba también el riesgo de hemorragia general, efecto colateral importante que hizo desaconsejable su empleo. En la técnica de Rentrop, el efecto de la estreptocinasa se limita al coágulo. Con la ayuda de un radioscopio, el cardiólogo introduce hasta el corazón un catéter largo y flexible, y cuando alcanza la arteria coronaria en cuestión, inyecta estreptocinasa para licuar el coágulo. Rentrop y sus colaboradores hacen hincapié en el carácter experimental del procedimiento. No obstante, los doctores Hermán Gold y Robert Leinbach, que están probando dicho método en el Hospital General de Massachusetts (Boston), lo estiman altamente beneficioso, y recalcan que ayuda sobre todo a los paicentes hospitalizados antes de dos horas de iniciado el ataque. Si no se restablece el riego sanguíneo en el lapso de seis horas, el daño que sufra el músculo cardiaco será crónico.
—Newsweek