LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
octubre 02, 2009
CIERTO MAESTRO observa a sus alumnos mientras hacen una prueba en la que hay que responder con "verdadero" o "falso". De pronto advierte que un joven lanza una moneda al aire antes de anotar.
—¿Qué está haciendo? —le pregunta.
—Contestar el examen. Si sale cara, pongo "verdadero"; si cruz, "falso".
Al terminar el examen el profesor recoge los papeles y ve que el alumno sigue lanzando la moneda y viendo el papel.
—Y ahora, ¿qué hace?
—Revisando mis respuestas.
—J.H.
CUENTA DE UN señor que se puso a régimen muy estricto de alimentos en polvo. Un día lo empapó un chaparrón y aumentó nueve kilos…
—I.D.D.
AL VER QUE había perdido el sombrero, un señor resolvió ir a la iglesia y robar uno del vestíbulo. Una vez dentro, oyó comentar los diez mandamientos y, al terminar el servicio confesó al ministro:
—Me ha salvado de cometer un acto reprobable. Vine con el pecado en el corazón, dispuesto a robarme un sombrero, pero al escuchar su sermón cambié de idea.
—Me alegro. Y ¿qué fue exactamente lo que le hizo desistir?
—Verá usted. Cuando llegó a aquello que dice: "No desearás la mujer del prójimo", recordé dónde había dejado el sombrero.
—Q.M.
EL SENADOR norteamericano Abraham Ribicoff cuenta que una vez asistió a un banquete en honor del entonces octogenario John Fulton, famoso ciudadano de Arizona. Un orador tras otro le rindió tributo como el más grande banquero del Estado, el principal hacendado, el primer corredor de bienes raíces y el industrial más prominente, y refirieron cómo, 60 años atrás, había llegado a la capital del Estado, descalzo y andrajoso, con sólo un morral a la espalda. Esto llamó la atención a Ribicoff, así que después de la ceremonia se acercó al anciano y le preguntó:
—Señor Fulton, ¿qué traía usted en ese morral?
El magnate aspiró hondamente el humo de su cigarro y lo lanzó a la cara de su interlocutor.
—Dos millones de dólares en efectivo —respondió.
—N.M.