COLONIAS ISRAELÍES: EL POLVORÍN DEL MEDIO ORIENTE
Publicado en
octubre 16, 2009
Censurados dentro y juera de Israel por considerárseles ilegales e inmorales, los puestos de avanzada civiles en la margen occidental del río Jordán siguen extendiéndose y crean una situación explosiva.
Por Edward Hughes.
HACE POCO más de un año la paz en el Oriente Medio, que se había mostrado esquiva, parecía al alcance de la mano. Tras el dramático viaje de Anwar el-Sadat, presidente de Egipto, a Jerusalén y las subsiguientes negociaciones de Camp David, en Estados Unidos, se firmó un tratado de paz entre Israel y Egipto en marzo de 1979, ratificado un mes después. Entre las estipulaciones, Israel accedió a retirarse de la región del Sinaí perteneciente a Egipto, a cambio de una garantía de tregua y el reconocimiento de su derecho a existir como nación. El primer paso de la retirada, regresar a Egipto dos tercios del territorio del Sinaí ocupado por Israel, se completó el pasado enero y está programado para concluir entre marzo y mayo de 1982.
Israel, sin embargo, prometió también iniciar negociaciones con vistas a la concesión de autonomía árabe en la margen occidental del río Jordán, 5.607 kilómetros cuadrados de territorio tomados a Jordania durante la Guerra de los Seis Días, en 1967. Esas conversaciones no tuvieron ningún resultado. Entre tanto, los civiles israelíes siguen estableciéndose en el territorio ocupado, a menudo en tierras cultivadas o propiedad de árabes palestinos durante generaciones. He aquí dos casos:
Allende las colinas de Judea próximas a Israel, cuando menos 22 agricultores árabes de la aldea de El-Hadr tienen ahora que encontrar empleos casuales para alimentar a sus familias. Unas 200 hectáreas de terreno que han cultivado durante generaciones fueron expropiadas por el cercano poblado israelí de Efrat.
En la aldea El Auja, otros agricultores árabes fueron casi exterminados en el verano de 1979 porque los funcionarios israelíes de ocupación no les permitieron perforar un pozo para extraer el agua que abunda en el subsuelo. Esta está reservada exclusivamente para las colonias israelíes vecinas, donde las piscinas rebosan, y bien regados viñedos y huertas de cítricos ponen un toque de verde, en las abrasadas colinas de caliza.
TÍTULO BÍBLICO DE PROPIEDAD
Estos son sólo dos ejemplos de las consecuencias de una prolongada política de colonización de Israel en la margen occidental. Al hacerlo, Israel se mofa de las resoluciones de las Naciones Unidas que piden su retiro de esos territorios, ignora la convención de Ginebra, contraria a que se pueblen territorios ocupados con los ciudadanos del país ocupante y reduce en forma notable sus posibilidades de lograr la paz.
Las quejas contra la política de las colonias de Israel llegan desde muchos países. El presidente del Comité de Bonos israelíes de Austria, dedicado a reunir fondos para Israel, renunció en señal de protesta. Cincuenta y nueve destacados judíos norteamericanos, entre ellos el presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Jerome Wiesner, y el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, publicaron una carta abierta en la que declaraban que "una política que requiere la expropiación de tierras árabes no relacionadas con las necesidades de seguridad de Israel, y que da por sentada la ocupación permanente de una región habitada por 750.000 árabes palestinos, es para nosotros moralmente inaceptable..." Una encuesta realizada en el mismo Israel indica que alrededor del 50 por ciento de la población del país consideró que las colonias son una amenaza para la paz.
El Gobierno norteamericano ha denunciado abiertamente las colonias como "ilegales" y "un obstáculo para la paz". Pero para los árabes es evidente que la ayuda norteamericana, que generalmente entra a Israel en una proporción de casi 2.000 millones de dólares anuales, ayuda a mantener al país a flote y le permite aferrarse, cada vez más, a las tierras árabes.
En realidad, las primeras colonias israelíes, ideadas poco después que callaron las armas en 1967, tenían un papel en la seguridad militar. Pero para 1977 unos 40 grupos de colonos civiles se establecieron en los "territorios administrados" de Jordania. Desde mediados de ese mismo año, cuando asumió el poder Menajem Begin, el ritmo de instalación, de esas colonias aumentó a más del doble: por lo menos se crearon 30 nuevas colonias en tierras ocupadas de la margen occidental.
En la actualidad, sin embargo, la seguridad no es ya el problema principal. En cambio, Begin y muchos de sus colegas invocan la Biblia como título de propiedad. Creen que Dios hizo una promesa bíblica a los judíos de la antigua Eretz Yisrael (Tierra de Israel), que comprenden a Judea y Samaria, hoy la margen occidental.
COMO SE ESTABLECEN
La mayor parte de las colonias de la margen occidental son pequeñísimos grupos de 10 a 30 construcciones, que a menudo parecen casas rodantes sin ruedas, engarzadas en las cimas de las colinas a un par de kilómetros de alguna aldea árabe. Otras son en realidad pueblos con pequeños talleres y fábricas. Todas tienen servicio telefónico, agua y electricidad. El costo de esta empresa podría alcanzar este año 200 millones de dólares o más y, para cumplir con el programa de colonias, se han expropiado miles de hectáreas de los árabes palestinos, o se prohibió que estos utilicen esos terrenos.
El procedimiento corriente es enviar al lugar tropas israelíes que, sin anuncio previo, colocan mojones para delimitar el terreno y advierten a los campesinos que no deben entrar en él; a menudo llega después un aviso oficial en el cual se informa que los terrenos son necesarios para fines militares. Pocas semanas más tarde, después que el terreno se ha nivelado, los soldados desaparecen y aquel pasa a manos de civiles.
Algunas veces la expropiación es realizada por los mismos colonos. La colonia de Ophra fue fundada en 1975 en terrenos de una vieja base militar jordana en desuso. Según los vecinos árabes antes de cumplirse los tres años los colonos quisieron más tierra. Un día, en 1978, se presentaron en un lote adyacente, de media hectárea, de Mohammed Ibrahim Issa, un árabe conductor de autobuses, y cercaron con alambrado de púas las tres cuartas partes del mismo. Cortaron las higueras, los limoneros y las viñas, y levantaron allí una docena de casitas prefabricadas. Las desesperadas reclamaciones del propietario ante el gobernador militar israelí no fueron atendidas. Mohammed se quedó sólo con el espacio necesario para su casa, para estacionar su autobús, y un pequeñísimo terreno detrás de la casa para una huerta.
No muy lejos, cuando los colonos se instalaron en el lugar bíblico de Shilo en 1977, ostensiblemente iban a iniciar excavaciones arqueológicas en busca de viejas reliquias. Pero nunca se unió al grupo arqueólogo alguno ni se hicieron excavaciones. En cambio, unas semanas después, dos o tres docenas de familias habitaban el lugar. Las ocho hectáreas perdidas pertenecían a aldeanos árabes del poblado cercano de Qaryut.
El argumento más frecuente que esgrimen las autoridades de Israel y los colonos es que no se están apoderando de ningún terreno privado para fundar sus colonias. Sencillamente están adquiriendo "tierras estatales", es decir, pertenecientes o controladas por el Estado de Jordania antes de 1967. Esto es a veces verdad, pero más a menudo no. Con todo, el argumento puede aparecer convincente porque las leyes anteriores sobre propiedad de tierras eran imprecisas y complicadas.
OLA DE VIOLENCIA
Pero los árabes no sólo se lamentan de la pérdida de la tierra. También están disgustados por la política de Israel en cuanto a la provisión de agua. En verdad, Israel obtiene una tercera parte de sus necesidades anuales de agua —1.600 millones de metros cúbicos— de las reservas del subsuelo del territorio jordano ocupado. Los israelíes han perforado unos 20 pozos profundos en la margen occidental. Pero, con algunas excepciones, durante los últimos 13 años han prohibido que los árabes los perforen en su propia tierra.
Como era de esperar, una creciente ola de violencia sigue a los colonos casi por todas partes, y ya ha habido muertos en torno de Hebrón, la ciudad más meridional de la margen occidental, donde en 1970 se fundó la colonia de Kiryat Arba, que según los planes iniciales iba a alojar a unas 300 personas. Hoy se ha convertido en una ciudad de más de 2.500 habitantes que parece una fortaleza rodeada de alambrado de púas e iluminada por reflectores.
La animosidad se agravó tanto en Hebrón el año pasado, que los jóvenes árabes comenzaron a llevar bolsas de piedras para atacar a los vehículos israelíes. Eso hizo que un grupo de ciudadanos de Kiryat Arba comenzara a patrullar las calles asignándose funciones de policía. Unos kilómetros más arriba, en el pequeño pueblo y mercado de Halhul, unos colonos de Kiryat Arba que pasaban por allí abrieron fuego contra los manifestantes árabes y mataron a dos alumnos de enseñanza secundaria.
Halhul ha sido siempre una zozobra para las autoridades israelíes de ocupación, en parte por la actitud desafiante del alcalde árabe, Mohammed Milhem, quien defiende la causa de los palestinos con una elocuencia que tiene eco en el interior mismo de Israel. En su escritorio hay una carta de un soldado israelí que quedó con una pierna paralizada a raíz de una herida sufrida en un combate; este combatiente soñaba con la paz entre árabes y judíos. El soldado tiene conceptos amargos para "los colonos que encuentran correcto desarraigar a un campesino de su propiedad y levantar en ella una tienda ... Yo lo respeto a usted y a la forma en que difunde el clamor de su pueblo por la independencia... Sinceramente suyo, N. Goodman".
El soldado Goodman no está solo en su angustioso pedido de que se detenga el establecimiento de colonias. Una vocinglera y elocuente minoría de israelíes —que incluye a un considerable número de miembros del Knesset (Parlamento)— apoya el floreciente movimiento denominado Paz Ahora, que se inició a principios de 1978, cuando tanto el Gobierno como los partidos opositores parecían renuentes a adherirse a la propuesta de paz de Sadat.
Omri Padan, uno de los fundadores de Paz Ahora y unos 350 oficiales y soldados de la reserva del Ejército israelí, enviaron una petición a Begin en la que reclamaban una mayor flexibilidad en la política gubernamental para mantener en marcha el movimiento pacifista. "Estábamos dispuestos a ceder territorio en todos los frentes, inclusive en la margen occidental, a cambio de garantías para nuestra seguridad, y así se lo comunicamos al Primer Ministro", dice Padan. En vísperas de las conversaciones de Camp David, en 1978, el movimiento organizó una manifestación en Tel Aviv que resultó la más grande de la historia de Israel, puesto que 100.000 personas desfilaron en ella.
Las colonias son hoy el blanco principal de la campaña de Paz Ahora, porque no sólo amenazan la paz, ya precaria, sino la economía de la nación. El mayor general de la reserva Mattyahu Peled, antiguo héroe militar, dice: "Aun después de enormes inversiones, las colonias casi nunca resultan autosuficientes. Son la causa principal de la devastadora inflación que sufre Israel".
"La anexión de la margen occidental cambiaría todo el equilibrio de población, amenazando el verdadero carácter judío de Israel", observa Dedi Zucker, otro de los portavoces de Paz Ahora. Esto hace temblar a muchos israelíes. Alrededor de 500.000 árabes viven en Israel, con tal vez 3,3 millones de judíos. Si se agrega 1,2 millones de árabes de la margen occidental y la Faja de Gaza y se considera el índice de natalidad más alto de aquellos, se advierte que los judíos de Israel van a ver amenazada su mayoría en una o dos generaciones. El profesor Yehoshafat Harkabi, un ex general y en un tiempo jefe de espionaje militar que ahora da clases en la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala que no hay colonos suficientes para poblar el enorme número de comunidades concebido por Begin y su ministro de Agricultura, mayor general Ariel Sharon. "En un decenio, se las han arreglado para hallar sólo unos 8.000 judíos dispuestos a poblar las colonias que existen en la margen occidental. Aunque lleguen a un total de 15.000, esa cifra va a ser una bicoca si se la compara con los cientos de miles de árabes que ya están allí".
GOTAS DE VENENO
Observadores que de otro modo simpatizan con Israel, se sienten cada vez más preocupados por la pertinacia con que el Gobierno de Begin continúa con la expansión de las colonias. El articulista de The New York Times, James Reston, escribió hace poco: "Cada acción del Gobierno de Israel para aumentar las colonias judías en la margen occidental… es una gota de veneno en las relaciones de Estados Unidos con Israel".
En Estados Unidos, como en buena parte del resto del mundo, ni siquiera los opositores abiertos al programa de colonización cuestionan el derecho de Israel a existir o su necesidad de tener fronteras seguras. Lo que objetan es una política que amenaza el acuerdo de paz con el cual, por fin, Israel podría tener la seguridad que busca desde hace tanto tiempo. Pese a la exaltada controversia, Israel duplicó recientemente su pedido de ayuda norteamericana para este año para llegar a la gigantesca suma de 3.450 millones de dólares. Ahora, salvo que la opinión pública en Estados Unidos y otros lugares obligue a Israel a cambiar de política, una parte grande de ese dinero, irónicamente, iría a parar al programa de colonización que Washington considera ilegal y amenazante para la paz.