Publicado en
abril 20, 2009
Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre "Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo". Mi mama no sabía si quedarse conmigo o con la placenta.
Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios ahumados.
Mi madre nunca me dio el pecho, porque decía que solo me quería como amigo.
Yo siempre fui muy peludo. A mi madre siempre le preguntaban: "Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?"
Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venia cuando la compró.
Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran una radio y un tostador eléctrico.
Una vez me perdí. Le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contesto: "No lo se; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido".
Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.
¡Si, amigos! ¡Yo soy FEO! Tan FEO que una vez me atropello un coche y quedé mejor.
Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contesto que quería más pruebas.
Tuve que trabajar desde pequeño, empecé en una veterinaria; y la gente no paraba de preguntarle a mi jefe de que raza era.
Un día llamo una chica a mi casa diciéndome: "Ven a mi casa que no hay nadie". Cuando llegue... en efecto, no había nadie.
El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. "De acuerdo, además de loco es usted muy feo", me dijo.
El último deseo de mi padre antes de morir fue que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica.
Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde la terraza de un edificio de 50 pisos. Mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Solo dijo: "En sus marcas, listos..."