Publicado en
octubre 02, 2024
ECUADOR - Guayaquil.
En el año de 1850, en un pequeño pueblo llamado “La Perla del Pacífico”, había un juzgado muy antiguo que se remontaba a la época colonial. En ese juzgado había un escritorio muy grande y antiguo que tenía una máquina de escribir muy extraña. La máquina era de color dorado y negro y tenía grabado extraños símbolos. Se decía que esa máquina solo se utilizaba para escribir cartas con sentencias de muerte y que tenía un poder maldito.
La historia de la máquina comenzó cuando el juez más temido del país, “Don Fito”, llegó al pueblo y se instaló en el juzgado. Don Fito era un hombre muy severo y cruel, y se decía que tenía un pacto con el diablo para poder condenar a la gente a muerte.
Un día, un joven llamado José fue acusado de un crimen que no había cometido y fue llevado ante el juez Don Fito. José estaba muy asustado, pero cuando vio la máquina de escribir en el escritorio del juez, sintió un escalofrío. La máquina parecía estar mirándolo y José sintió que estaba siendo juzgado por la máquina misma. Don Fito comenzó a escribir la sentencia con la máquina y José vio horrorizado que la máquina estaba escribiendo su propia sentencia de muerte. La máquina sonaba como un lamento de muerte y el papel en el que se escribía la sentencia se volvía negro como la noche.
José fue condenado a muerte y fue llevado a la horca. Pero antes de morir, José maldijo a la máquina y al juez Don Fito, diciendo que la máquina seguiría escribiendo sentencias de muerte hasta que el propio juez muriera. Y así fue. La máquina siguió escribiendo sentencias de muerte y el juez Don Fito siguió condenando a la gente a muerte.
Un día, el juez Don Fito fue encontrado muerto en su escritorio, con la máquina de escribir encima de su cuerpo. La máquina había escrito su propia sentencia de muerte y el papel en el que se escribió se volvió negro como la noche. Desde ese día, la máquina desapareció y nadie volvió a saber de ella. Pero se dice que cada vez que alguien es condenado a pena de muerte, se puede escuchar el sonido de la máquina escribiendo la sentencia y que el papel en el que se escribe se vuelve negro como la noche.
Se cree que la máquina sigue escribiendo sentencias de muerte por su propia cuenta, hasta el día de hoy, y que aquellos que la ven, están condenados a muerte. Se dice que si alguien encuentra la máquina y la usa para escribir una carta, escribirá su propia condena de muerte.
Fuente del texto: Jorge Checa, Guayaquil - Ecuador