ARMA DE PAPEL CONTRA LOS FALSIFICADORES
Publicado en
abril 22, 2024
Los delincuentes insisten en fabricar su propio dinero, pero los vigilan la Interpol y una singular publicación de Amsterdam.
Por Sieg Noach.
EL CAJERO Ben Dirksen (nombre ficticio), del Banco Amsterdam. Rotterdam, miró el billete de 20 dólares norteamericano que un momento antes alguien había deslizado bajo el cristal a prueba de balas de su ventanilla. Si poseía un sexto sentido para detectar el papel moneda falso, en esa ocasión no funcionó. Sin embargo, aquel billete le había parecido extraño al tacto. Y al verlo, ¿no había notado algo sospechoso en el dibujo de la Casa Blanca, en el dorso?
De pronto el cajero lo advirtió: faltaba la pequeña chimenea en la esquina superior derecha del edificio. Ese detalle se había grabado en su memoria cuando, por rutina, había observado los últimos billetes falsificados, tal como los ilustra y describe Moneda falsa y falsificaciones, publicación del Organismo Internacional de Policía de lo Criminal, mejor conocido mundialmente como Interpol.
Dirksen se puso en pie, pero el hombre que se había presentado frente a él hacía un momento ya no estaba allí, y la puerta giratoria de la entrada del banco daba rápidas vueltas. "¡Qué prisa lleva ese tipo!" pensó Ben.
Más tarde, aquella misma mañana, leyó de nuevo la "Indicación 12 A 4422". Efectivamente, sus dedos no le habían engañado. Papel: ligeramente más delgado que el que se emplea en los billetes auténticos.
Por lo demás, había tenido suerte. La publicación consignaba claramente: Este billete es bastante engañoso. Además decía: El retrato de fackson es aceptable; aunque faltan en los ojos los círculos concéntricos, y casi todas las líneas que dan sombra al labio inferior. El sello de la Tesorería está bien copiado; las estrellas del cheurón o cabrio del escudo se hallan representadas por puntos blancos mal definidos. En el dorso, la cuadrícula es aceptable. Y por último, la observación decisiva acerca de la pequeña chimenea faltante. Concluía la información con el dato de que ese billete falso había sido notado por primera vez el 6 de septiembre de 1972 en Zurich (Suiza), y posteriormente en Alemania Federal y en Austria.
Moneda falsa y falsificaciones es una de las armas más eficaces en la eterna guerra contra la imitación del dinero. En octubre de 1973 las autoridades policiacas de muchos países celebraron el quincuagésimo aniversario de esta singular publicación en el cuartel general de la Interpol, en el suburbio parisiense de Saint-Cloud. Uno de los invitados de honor fue el director de la revista, el polígloto y afable holandés Leo Keesing, cuyo padre ideó la publicación en 1923.
Hasta entonces la policía que trataba de comparar falsificaciones recién descubiertas con otras ya conocidas, tenía que atenerse a una especie de registro que aparecía esporádicamente. Contrariada por la falta de medios eficaces para vigilar debidamente, la policía de Amsterdam recurrió al impresor y editor Isaac Keesing, hijo, fundador de los Archivos Contemporáneos de Keesing o sistemas de archivo continuo en hojas sueltas. Tras un par de días de trabajo intenso, presentó una muestra o proyecto de formato de la publicación Moneda falsa y falsificaciones, con un ingenioso sistema de índice acumulativo que se pondría al día en cada número sucesivo. El proyecto fue aprobado sin tardanza por la Internationale Kriminal-polizeiliche Kommission, de Viena, antecesora de la Interpol. Actualmente la revista puede ufanarse de tener por lo menos un suscriptor en cada país del mundo.
En realidad son dos publicaciones, de tamaño aproximado A4 (26 por 18 centímetros), que se complementan entre sí. La primera parte trata exclusivamente la moneda falsa y falsificaciones de billetes, monedas, cheques y otros documentos. Describe en francés y en inglés, con lujo de detalles, todas las imperfecciones de los especímenes falsos. La segunda parte, publicada en francés, inglés, alemán y español, es un inventario al día del dinero que circula en cada país, con ilustraciones de cada nueva emisión y de las distintas denominaciones, en circulación, desde Argelia hasta Zambia, con la descripción de sus principales características: dimensiones, colores dominantes, filigrana o marca de agua, aleación o peso. También describe los diversos cheques de viajero.
La segunda parte está a disposición de todo el público, pero la primera la lee únicamente un grupo muy reducido y selecto. ¿Por qué? Porque si cayera en malas manos (diseñadores de artes gráficas, maestros impresores y artesanos similares, si tienen pocos escrúpulos) tal vez la emplearían como manual destinado a evitar los errores que otros han cometido al falsificar dinero. Por ello los Sistemas de Keesing nunca añaden un nuevo nombre a su lista de suscriptores sin la aprobación escrita de Jean Népote, secretario general de la Interpol.
Pero hasta los suscriptores autorizados están sometidos a vigilancia. Cuando la sucursal en Milán de un banco italiano pidió a los Sistemas de Keesing unos ejemplares atrasados de la primera parte en sustitución de los que habían extraviado, la Interpol torció el gesto. Envió al banco algunos agentes policiacos de la ciudad que por fin encontraron las páginas extraviadas en el archivo de un desván, donde las habían guardado por error.
Alrededor de 483 altos funcionarios policiacos de todo el mundo reciben gratuitamente los números de la revista. Más de 10.000 bancos, bolsas de valores y otras instituciones financieras pagan el importe de la suscripción.
¿Qué ocurre cuando un banco o un particular descubre un billete falso? Primero, lo informa a las autoridades competentes del lugar. Esas autoridades consultan su ejemplar de la publicación de Amsterdam, para determinar si el tipo de falsificación denunciada es nuevo o ya está registrado. En este último caso, los detectives se limitan a buscar a los distribuidores o la imprenta clandestina. Pero si es un descubrimiento nuevo, entra en acción el engranaje de una maquinaria gigantesca.
La rama de la policía local que dio la primera señal de alarma proporciona detalles del billete descubierto a la Oficina Central Nacional de la Interpol en el país en que se haya hecho el descubrimiento. Esa oficina, a su vez, envía un informe detallado, además del billete mismo, al cuartel general de SaintCloud. Allí, en un laboratorio magníficamente equipado, los químicos analizan el papel, y otros especialistas examinan minuciosamente el grabado, las letras y la impresión. La intensidad del color de la tinta se mide hasta su matiz más sutil.
Se hace entonces un informe breve y claro, en el que se resumen las diferencias esenciales entre el dinero bueno y el falsificado. El informe se envía a Amsterdam, donde preparan planchas del frente y del dorso del billete ilegal. Las prensas empiezan a trabajar con premura y al cabo de unas cuantas horas una nueva página de Moneda falsa y falsificaciones va rumbo a todos los países, incluso a China roja. Es indispensable la amplia distribución geográfica, si se considera la celeridad con que actúan hoy los falsos monederos.
El 22 de octubre de 1968 la Interpol recibió de Accra (Ghana) informes del descubrimiento de un billete falso de 50 dólares. Después de pasar por todas las pruebas, resultó que ese billete era una falsificación nueva. Al poco tiempo aparecieron los pormenores en Moneda falsa y falsificaciones, para que constaran en los archivos y en la memoria de las fuerzas policiacas del orbe.
Así, las autoridades policiacas de Ginebra (Suiza) reconocieron fácilmente el caso cuando, en agosto de 1969, un joyero se presentó muy nervioso con 21 de los billetes falsos de 50 dólares. Los había recibido en pago de dos anillos de oro, cuatro relojes y un cronómetro. Se envió a la Interpol un "formulario de uso", junto con la filiación de la persona que había pasado los billetes.
Unos cuantos días después se recibió un formulario semejante, procedente del Bundeskriminalamt, de Wiesbaden (Alemania Occidental). En esa población, con nueve de esos billetes de 50 dólares, dos hombres habían pagado sus cuentas de hotel y restaurante. La descripción que se hacía de uno de esos individuos se ajustaba al retrato del cliente del joyero ginebrino. El secuaz que acompañaba al delincuente se apodaba "Mike".
La oficina de enlace de la Interpol en La Haya informó en septiembre de otros 37 billetes falsos de la misma denominación y con idénticas características. Los habían gastado dos hombres en diversas tiendas de Amsterdam, pero principalmente en joyerías. Los detectives descubrieron que los compradores, dos libios, se habían hospedado en el mismo hotel de Amsterdam, y que a uno de ellos le llamaban "Mike". Informada de esto, la policía de Ginebra examinó los libros de registro de los hoteles y confirmó que aquella pareja había apartado habitaciones en un hotel de la ciudad cuando se cometió la estafa de los anillos y los relojes.
Establecida sin lugar a dudas la identidad de los usuarios de dinero falso, se tendió la red para capturarlos. A fines del mes los dos hombres fueron detenidos en Benghasi con 118 billetes falsos de 50 dólares en su equipaje. Durante los interrogatorios uno de ellos confesó que había obtenido los billetes en Beirut (Líbano) en un viaje de negocios, y que había inducido a su sobrino a ayudarle a pasar aquellos billetes en varias ciudades de Europa Occidental. Ambos delincuentes quedaron convictos y se les impusieron multas y sentencias de cárcel.
El creciente tráfico a distancias mayores y las técnicas más refinadas de falsificación han hecho que el dinero falso sea una plaga cada vez peor. La emisión de falsificaciones suele tener larga vida. Cierto tipo de dólares ilegalmente impresos en 1946 siguen apareciendo ahora en lugares inesperados, y se han hallado en 33 países distintos algunas muestras de otro billete falso.
Por supuesto, las monedas "fuertes" son el blanco favorito de los timadores, especialmente los billetes de Suiza, Alemania, Japón y Suecia. Pero los billetes norteamericanos de 5, 10 y 20 dólares, fáciles de cambiar, continúan predominando. Constituyen alrededor del 50 por ciento de los billetes falsos que circulan en todo el mundo. En total, entre 1947 y 1973 la publicación Keesing ha consignado 6186 ejemplos de dinero falsificado en 91 países.
Los intereses en juego suelen ser cuantiosísimos. En octubre pasado, cuando la policía de Amberes atrapó a una pandilla de falsos monederos, el sospechoso principal llevaba consigo billetes que sumaban 209.000 dólares falsos, y en la imprenta se encontraron otros 788.820. Poco, realmente, en comparación con los 18 millones de florines holandeses que representaban los billetes de falsos dólares descubiertos por la policía holandesa en un sótano de Oegstgeest, cerca de Leyden, en abril de 1973. Ese dinero se destinaba a Alemania Oriental.
En julio del año pasado Scotland Yard reveló una de las operaciones de falsificación más grandes de que se tenga memoria, en el suburbio londinense de Bromley. Allí, en una casa ruinosa, encontraron un equipo ultramoderno, de fabricación japonesa, para falsificar dinero. Los billetes de una y cinco libras esterlinas, los dólares norteamericanos y australianos, y los francos franceses impresos y puestos en circulación por ese grupo tenían un valor nominal calculado en 63 millones de florines holandeses.
La economía de un país pequeño podría desquiciarse si su moneda fuese debilitada por los falsificadores impunes. En 1952 la Banque de Syrie et du Liban, banco central de Siria y Líbano, tuvo que retirar una emisión completa de sus billetes de 100 liras porque se descubrió que la versión falsificada del papel moneda de esta denominación era casi perfecta.
Por supuesto, al público se le engaña fácilmente. En Amsterdam un tendero aceptó una vez dos facsímiles (publicados en un periódico) de un billete recién emitido, pegados uno contra otro, sin notar la pésima calidad del papel ni la palabra. "muestra" impresa en ambos lados. Y hasta los profesionales que manejan dinero son víctimas ocasionales del timador. La vigilancia constante es importantísima. Y eso es exactamente lo que hace la publicación doble de Amsterdam, verdadero sistema de primera alarma contra los falsificadores.