Publicado en
febrero 08, 2024
TENDRÁ derecho de criticar quien sienta la suficiente compasión para ayudar.
—Abrahán Lincoln
ESTE AÑO es para mí mejor que el pasado, porque he vencido un viejo hábito. Antes nunca leía la revista de noticias de la semana hasta no haber terminado la de la anterior (la cual, por supuesto, tampoco leía hasta no haber acabado el número precedente), y por tanto siempre estaba leyendo noticias atrasadas, como aquel que nunca comía manzanas en su punto de madurez porque siempre consumía primero las que ya empezaban a pasarse. Eso ya no lo hago.
—Irma Talcutt
NO ME parece mera coincidencia el que la preocupación a fondo por nuestro ambiente haya surgido al mismo tiempo que la primera salida del hombre al espacio extraterrestre.
—Fred Hoyle
DE LOS siete pecados capitales, la ira quizá sea el más divertido. Restañar las heridas, rumiar los viejos agravios y las posibles afrentas futuras, regodearnos con el dolor sentido y con el que devolvemos en represalias... , todos estos, por muchos motivos, son placeres dignos de reyes. Lo malo es que eso que con tanta delectación engullimos es nuestro propio ser, y nosotros mismos seremos los despojos del festín.
—Frederick Buechner, en Wishful Thinking: A Theological ABC
NUNCA fui lo que pudiera llamarse un patinador diestro y elegante, y, aunque me caí muy pocas veces, cayéndome hubiera presentado mejor figura. Una inequívoca y contundente caída no deshonra. En cambio las grotescas contorsiones que hacemos para evitar irnos de bruces destruyen la imagen de aplomado caballero que deseamos presentar. ¡Qué parecido es esto a la vida, al fin y al cabo!
—Robert Benchley, en Benchley Beside Himself
ME GUSTA la paz de las alturas. En aquella quietud el bastidor de nuestro morral cruje y la nieve gime bajo nuestra planta. Nadie habla mucho; trabajamos afanosamente. A veces se desprende de las rocas un témpano de hielo que trépito. El montañista se encuentra entonces en su elemento, y en parte esto es así porque está consciente del peligro y sabe que arriesga la vida.
Fui al monte Everest porque me desafiaba a escalarlo. Quise ver si era yo capaz de erguirme en su cima. Pero no es verdad que conquistemos realmente una montaña de esa magnitud. Nos dominamos a nosotros mismos; eso sí. Nos sobreponemos al vértigo y a todo lo demás: a nuestras debilidades y achaques, a nuestros temores, con la esperanza de llegar a la cumbre. El hombre se siente mejor cuando se enfrenta a un reto de esta índole. Necesita aceptar desafíos: tal es la naturaleza humana.
—James Whittaker, primer norteamericano que conquistó la cumbre del Everest
ES POSIBLE que en el jardín de tu casa esté una araña hilando su tela. Levanta en brazos a tu hijo y explícale que esa telaraña sedosa y brillante, segregada por el cuerpo del animalito, resiste más tensiones que el acero. Si el niño aprende a admirar a la araña, en vez de temerla o sentir repugnancia por ella, habrá aprendido una de las más grandes lecciones de la naturaleza: que la vida es sagrada en todas sus formas.
—Donald Culross Peattie
COMPRENDAMOS bien una cosa, y hagámosla ver a todo aquel que esté en la cúspide y que aún no la sepa: que sólo será fuerte uno mientras no despoje a la gente de todo. La persona a quien se le ha quitado todo ya no está en nuestro poder. Ha vuelto a ser libre.
—Alexander Solyenitsyn, en El primer círculo
LA FE es el arte de aferrarse a las cosas que la razón ha aceptado, a pesar de sus diversas disposiciones de ánimo, ya que las disposiciones de ánimo cambiarán, sea cual sea la opinión que su mente adopte. Por ello la fe es una virtud tan necesaria. A menos que enseñemos a nuestros modos de ánimo "a dónde deben irse", seremos criaturas a la deriva, con nuestras creencias sujetas al estado atmosférico y a nuestra digestión.
—C. S. Lewis, en Mere Christianity
HAY MUCHA gente a quien no se tiene nada que decir, y por eso la vida social resulta tan fastidiosa, pues, no atreviéndonos a quedarnos mudos ante nuestras relaciones sociales, tenemos que hablar mucho sin decir nada.
—G.A.D.
LA GENTE joven de hoy no demuestra demasiado interés por los exquisitos visos y matices de los bosques en otoño, pero sí entiende que debió de ser un gran espectáculo en aquella época remota anterior a la televisión en colores.
—B.V.
¿QUIÉN puede contemplar el acto de plantar un árbol sin sentirse profundamente conmovido? Es más una ceremonia que una simple tarea. Encierra una acción que es sacramental porque implica fe en la vida y en su continuación.
—R.C.