Publicado en
octubre 31, 2023
Vivo en una casa unifamiliar construida en 1904, con estructura de madera sobre cimientos de hormigón. Llevo viviendo en ella desde hace unos 12 años y a lo largo de ese tiempo mis hermanos y yo hemos visto y escuchado todo tipo de cosas paranormales.
Una de las historias más espeluznantes fue protagonizada por mi hermano.
Hace unos diez años, mi hermano y sus mejores amigos habían montado una banda de garaje que se dedicaba a tocar rock o música alternativa, en español. Solían reunirse los domingos por la tarde y ensayaban hasta las primeras horas de la noche, terminando a las 8, pues a esa hora llegaba yo del trabajo y me iba a la cama.
A finales de otoño los días eran muy cortos. Mi hermano y sus amigos habían terminado de practicar y decidieron ir a otra casa para continuar.
Mi hermano entregó las llaves de su auto a un compañero para que cargaran el equipo. Todos abandonaron el sótano y decidieron descansar un poco después de cargarlo todo, esto debido a que el recorrido no había sido sencillo, era necesario subir las escaleras del sótano, atravesar la cocina, cruzar un pasillo hasta llegar al salón y salir al porche delantero. Mi hermano se quedó atrás porque recordó que había dejado su cena sobre uno de los altavoces que habían quedado en el sótano.
Regresó a la habitación y buscó el recipiente con su cena, cuando, con el rabillo del ojo, detectó un movimiento. Dirigió su vista a ese lugar y vio una figura sombría. No podía descrifrar lo que era, pero era un creyente de los fantasmas y el temor se apoderó de él.
Mis padres nos habían enseñado que, en presencia de un fantasma negativo, debíamos rezar o maldecirlo. Mi hermano estaba tan aterrado que decidió maldecirlo y le insultó. Subió las escaleras a toda prisa, cerró las puertas tras de sí y apagó las luces al salir. El último interruptor se encontraba al lado opuesto de la puerta principal, pero ésta estaba abierta y la luz de la farola de la calle iluminaba el salón. Mi hermano sintió una mano fria en su espalda. Su piel se erizó y se negó completamente a girarse para ver quién o qué era. Solo tiró la puerta para cerrarla y con el recipiente de comida en la mano bajó corriendo los escalones del porche y corrió por el patio delantero hasta alcanzar su coche.
Mientras llegaba a la altura de sus amigos, respiró un poco y se enfadó consigo mismo. Se había asustado por nada. Pensó que quizá sus nervios le jugaron una mala pasada. Subió por el lado del conductor, ató el cinturón de seguridad y se preparó para salir, cuando uno de sus amigos lo detuvo y le dijo:
—¡Oye, espera! ¿Qué pasa con tu hermano, no viene con nosotros?
—¿Qué? ¿Mi hermano...? ¡Llegará del trabajo tarde esta noche! —Respondió mi hermano.
—Pero...
—¿Acaso no ves que su coche no está aquí? —Inquirió mi hermano.
Sus amigos se miraron muy preocupados y asombrados. Hasta que uno rompió el silencio:
— Entonces, ¿quién iba detrás de ti cuando salías de casa?
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