Publicado en
junio 07, 2023
MAY SARTON
May Sarton ha ganado fama internacional como poetisa (12 volúmenes de versos) y novelista (15 títulos). En 1958 se mudó a una granja del siglo XVIII para iniciar una nueva vida después de años dedicados con afán a escribir, a dar conferencias para escritores y dictar cursos de práctica literaria en el Colegio Wellesley y en la Universidad de Harvard.
La siguiente selección de observaciones y meditaciones ha sido tomada de su libro Journal of a Solitude, donde trata del placer y la angustia que vive quien explora su vida interior.
Por May Sarton.
¡QUÉ ANTINATURAL es la actitud impuesta por el criterio puritano según el cual el amor apasionado es privilegio exclusivo de la juventud, todos morimos del cuello abajo al cumplir 40 años y, después de esta edad, cualquier sentimiento profundo, toda pasión, es o ridícula o repugnante! Los franceses siempre han sabido que nuestra capacidad de amar sazona y madura, y que, en todo caso, el amor mejora con la edad. Pero quizá no sea el puritanismo el responsable de haber difundido este mito. Acaso haya sido la corriente opuesta. La rebelión contra el puritanismo ha implantado un nuevo criterio en que el dios es la sexualidad, y por consiguiente el atleta sexual se ha convertido en el verdadero héroe, en detrimento de las personas de edad madura o ancianas. Sin embargo, llevamos la delantera en el amor mismo, pues lo conocemos más a fondo, estamos más capacitados para soportar la angustia y la frustración, y hasta para sobrellevar nuestro romanticismo. ¡Y en lo profundo de nuestro ser tenemos tanta reserva de ternura!
RARA VEZ puedo permanecer sentada y quieta sin que me obsesione la idea de estar perdiendo el tiempo. Olvido qué importantes son los días vacíos. Aquel en que no nos hayamos afanado hasta el límite de nuestras fuerzas nos parece desperdiciado y pecaminoso. ¡No! Lo mejor que podemos hacer para el alma es dejarla descansar de vez en cuando; que divague; que viva en la luz cambiante de una habitación, sin tratar de ser alguien o de llevar a cabo algo.
EL DINERO fue, desde el principio, la llaga en el matrimonio de mis padres. Supongo que por lo mucho que sufrí yo también a causa de él, por saber de sobra los insomnios que causaba a mi madre, siempre angustiada por las cuentas pendientes, soy totalmente irresponsable en materia de dinero. Creo que debe pasar por mí como los alimentos; que hay que gastarlo conforme lo ganamos; me gusta derrocharlo, convertido en flores, libros y objetos bellos, o darlo a personas con inteligencia creadora o necesitadas, sin considerarlo sino en su justo valor: un simple medio para llevar una vida más intensa en cualquier sentido. El dinero debe seguir siendo convertible en algo; no hay que dejarlo estar ocioso.
PERTURBA ver cuántas personas esperan aplauso y reconocimiento público cuando ni siquiera han empezado a aprender un arte o un oficio. El éxito instantáneo está a la orden del día. "¡Lo quiero ahora!" Me pregunto si tal actitud no será parte de la corrupción que nos viene de las máquinas. Las máquinas lo hacen todo muy rápidamente y alejadas del ritmo natural de la vida. Nos indignamos, por ejemplo, si el automóvil no arranca al primer intento. Por eso las pocas cosas que aún hacemos, como cocinar, tejer, cultivar el jardín (todo lo que no puede apresurarse) adquieren ahora un valor especial.
ESTA MAÑANA desperté muy deprimida. Me levanté y me dediqué a los quehaceres habituales, esperando que la sensación penosa desapareciera... y así ocurrió cuando me puse a regar las plantas de la casa. De pronto volvió la alegría, porque yo satisfacía una necesidad sencilla, pero vital. El acto material de limpiar y arreglar oculta un rito místico, pues cuanto se hace con amor trasciende y participa de algún modo en el orden celestial. Toda la paz que me es dable sentir procede del mundo natural; de sentirme parte de él, aunque sólo sea una mínima porción.
"LA ATENCIÓN absoluta es una plegaria", dice la novelista francesa Simone Weil. Y cuanto más he meditado en esta frase al correr de los años, más verdadera me parece. Si contemplamos una cosa cualquiera, si observamos con reconcentrada atención una flor, una piedra, la corteza de un árbol, la hierba, la nieve, una nube... ocurre algo semejante a una revelación. Algo se nos da, y quizá este algo es siempre una realidad fuera de uno mismo. Sólo adquirimos conciencia de Dios cuando dejamos de estar conscientes de nosotros mismos, no en el sentido de negar nuestro yo, sino en el de perderlo en transportes de admiración y de alegría.
ESTOS DÍAS los acontecimientos se suceden casi en excesiva profusión. ¿Cómo podría yo apreciar bastante cuanto florece y muere tan rápidamente en el jardín? Un año entero de trabajo y de espera, y llega el momento supremo de abrirse las grandes peonías blancas: ¡y en seguida se marchitan! Sin embargo, parece justo y apropiado que todas estas glorias se ganen con fe y larga paciencia, y también es justo y apropiado que no puedan durar. Sin embargo, en nuestras relaciones humanas nos indignamos cuando los momentos supremos, los de floración, tardan mucho en llegar... y luego no perduran. En cuanto conquistamos una cumbre, debemos emprender el descenso.
ES DIFÍCIL aprovechar el tiempo si no se le pone límites. La disciplina del trabajo proporciona una barra fija para disciplinar los movimientos desordenados e irracionales del alma, a fin de que se vuelvan serios y creadores. Verdaderamente nos salva de caer de bruces.
A VECES me pregunto si lo que a menudo dificulta las relaciones humanas íntimas armoniosas es no reconocer la necesidad de sufrir. Tememos la perturbación, el cambio, sacar a luz lo que es doloroso y hablar de ello. Las penas nos parecen un fracaso, pero en realidad constituyen la puerta que da a la madurez. Y crecer no deja de ser doloroso a cualquier edad.
Pudiera ser que, cuando una relación se deteriora y se torna un conjunto de recriminaciones, simplemente haya ocurrido que la capacidad de crecer se ha enterrado "para que no moleste".
Concédenos la gracia de ser los jardineros del espíritu, con fértil esperanza de oscuridad y luz agradecidos, pues sin tinieblas nunca nació nada; sin claridad, la flor hurta su brillo.
CONDENSADO DE "JOURNAL OF A SOLITUDE". © POR MAY SARTON. LOS TRES ÚLTIMOS VERSOS ESTÁN TOMADOS DE "A GRAIN OF MUSTARD SEED".