AMSTERDAM: NUEVA MECA DEL NARCOTRÁFICO
Publicado en
marzo 01, 2023
Aprovechando las benévolas leyes holandesas, los traficantes asiáticos inundan a ese país con estupefacientes que luego se distribuyen por toda Europa.
Por Edward Hughes.
CUANDO el vuelo 286 de Sabena se disponía a aterrizar en Viena el 12 de enero de 1975, un grupo de desgreñados asiáticos se frotaron los ojos soñolientos y empezaron a buscar sus abrigos. Un chino llevaba una botella de coñac, envuelta para regalo. Otro, un paquete de cigarrillos dorado. Cerca, una madre china guardó su bote de talco para niños, y un pequeño abrazó su osito de felpa.
Unos minutos después el juguete estaba destripado en la sala de la Aduana, junto con una fila de maletas rotas de las cuales los agentes iban extrayendo con formones y cuchillos docenas de bolsitas de heroína granulada. El paquete de cigarrillos dorado estaba lleno de los mismos gránulos pardos, así como la botella de coñac y varios melones malayos huecos. Los agentes confiscaron 46 kilos de heroína, que se habrían vendido en la calle en el equivalente de 14 millones de dólares. Los 18 contrabandistas eran chinos de la Federación de Malasia; llevaban "azúcar morena", la heroína semirrefinada que desde hace más de un año se está introduciendo clandestinamente en Estados Unidos y Europa. El destino final de los 18 era Amsterdam, que se está convirtiendo rápidamente en el centro mundial de distribución de estupefacientes.
Terminé hace poco una larga investigación del tráfico de narcóticos en Europa. En todas partes descubrí que unas intrincadas pistas de heroína, algunas que se extendían hasta Nueva York, Chicago y Dallas, conducían de regreso a Amsterdam. En esta hermosa ciudad, fundada hace 700 años, se vende libremente heroína, cocaína, hachís, mariguana, anfetaminas y LSD (dietilamida del ácido lisérgico). En un canal que pasa por el centro comercial de la ciudad, frente a una comisaría de policía, los jóvenes compran plantas de mariguana a un emprendedor holandés que tiene su negocio instalado en una casa flotante llamada "Compañía Holandesa de Hierbas".
A corta distancia del venerable Museo Rijks, frente al centro juvenil Paradiso, se vende LSD, y los clientes lo beben mezclado con el té. En el Cotton Club, los parroquianos prefieren inhalar por la nariz polvo de heroína o cocaína, que viene en sobrecitos de papel de estaño.
Los despojos humanos de este sórdido comercio pueden verse tendidos a lo largo de aceras y callejuelas. Frente a una tabernucha de la plaza Nieuwmarkt charlé con dos desaliñadas jóvenes suizas acuclilladas en el bordillo de la acera, ávidas de una inyección de heroína que estaba fuera de su alcance. Como cientos de desventurados más, habían ido a Amsterdam un fin de semana, probaron el hachís, luego algo más fuerte... y se quedaron en la ciudad. Lo mismo ocurrió a docenas de jóvenes norteamericanos, franceses, alemanes, ingleses y holandeses, integrantes de una "comuna" de heroína, que desde hace dos años viven en un edificio maloliente e infestado de ratas. Comen lo que consiguen mendigando o robando, duermen en el suelo, usan una única vasija de lata como baño. Durante mi estancia en Amsterdam encontraron a un adolescente francés muerto en un mísero cuarto de hotel, y una jeringuilla vacía en el suelo. "Se pasó de dosis", me explicó un interno. "Este era muy joven. Todos lo son, pues los adictos a la heroína no llegan a viejos"<.comi>.
Si este uso irrestricto de las drogas se limitara a Holanda, no habría muchas quejas en el extranjero. Pero veamos estos datos:
• En las ciudades belgas de Aalst y Gante aumenta el consumo de narcóticos en las escuelas de segunda enseñanza por la facilidad para conseguir hachís y mariguana en el país vecino.
• En Francia, Suiza e Italia, el expreso Amsterdam-Milán, que hace un viaje diario, se detiene en Metz, Estrasburgo y Basilea, dejando un rastro de hachís y heroína que desembarcan algunos pasajeros,
• En la República Federal Alemana, donde los contrabandistas holandeses tienen la mira puesta en los 185.000 soldados norteamericanos allí acantonados, los aduaneros detuvieron en 1974 a 2931 traficantes procedentes de Holanda.
• A la ciudad de Nueva York llega la heroína en cartas ordinarias que los turistas despachan por vía aérea desde Holanda.
• Al Canadá llegan "correos" de cocaína desde Holanda; venden la mitad en Montreal y Toronto, y luego remiten lo que les queda a Boston y a Detroit.
¿A quién se debe culpar por este torrente de calamidades? Muchos comparten la opinión de Willi Weyer, ex ministro del Interior del industrial Estado de Renania del Norte-Wesfalia, de Alemania Occidental, donde los casos de abuso de narcóticos llegaron el año pasado a 8800. "El problema es Holanda", declaró este funcionario. "Podríamos tener éxito en nuestra lucha contra las drogas si los holandeses adoptaran una actitud más severa".
Tal actitud benévola tiene su raíz en la tradicional convicción de los holandeses de que la mayoría de los criminales no deberían ir a la cárcel, sino ser puestos en manos de médicos, siquiatras y sociólogos. Y como la anticuada legislación de ese país, en lo referente a narcóticos, no distingue entre drogas ligeras y peligrosas, ni entre vendedores y consumidores, los jueces se muestran indulgentes. En todo caso, en Amsterdam, ciudad de 760.000 habitantes, sólo hay diez oficiales de lucha contra los estupefacientes, y coordinan muy poco sus actividades con los 135 cuerpos de policía de las demás poblaciones holandesas.
El resultado es que Holanda constituye un asilo seguro para los mercaderes de drogas, en especial para los grandes traficantes chinos que inundan el país con heroína importada. En Amsterdam, las tres bandas chinas principales empezaron sus operaciones en gran escala hace tres años, cuando las autoridades norteamericanas, francesas y turcas cortaron el flujo de opio crudo turco y destruyeron muchos "laboratorios" de refinación que había en Marsella. Los magnates chinos que operan en Hong Kong y Malasia aprovecharon rápidamente la consiguiente escasez de heroína. En el verano de 1972 apareció en el mercado de drogas de Amsterdam una gran cantidad de "azúcar morena" al tentador precio de siete a 15 dólares el gramo. A fines de septiembre la demanda era tan considerable que los astutos traficantes pudieron subirla al equivalente de unos 55 dólares por gramo.
Las principales bandas chinas de traficantes de heroína luchan entre sí por el poder y las ganancias; se cree que tienen una docena de ramificaciones empeñadas en una lucha clandestina constante. Esta pugna salió a relucir en 1974, cuando se encontró flotando en el canal que pasa frente a la Estación Central de Ferrocarril de Amsterdam el cadáver acribillado a tiros del narcotraficante chino Yang Fatt Tang. La policía no tardó en saber que Tang había tenido una disputa con otro traficante, Jimmy Lam, por la calidad de una remesa de heroína. A raíz de este asesinato Jimmy había huido del país. Cuando le siguieron la pista y lo detuvieron,* la investigación había desenmascarado a 25 contrabandistas de drogas diseminados por Holanda, Suecia y Canadá; esto da un indicio de lo lejos que llega la red china del tráfico de estupefacientes.
*Convicto de asesinato y de venta de heroína, Jimmy fue sentenciado a diez años de cárcel. Pero apeló de esa condena y está pendiente la sentencia.
Para llevar "azúcar morena" a Holanda, las bandas reclutan cientos de "mulas": amas de casa, pescadores, labriegos o cualquier otra persona que desee el equivalente de 200 a 500 dólares y un pasaje aéreo gratis a Europa. No siempre se dice a las mulas lo que llevan, y muchas sólo reciben instrucciones como: "Vaya al restaurante Tres Tigres y pregunte por el señor Wong".
Se calcula que en 1974 los jefes de las principales camarillas quizá obtuvieron ingresos por el equivalente de 10 a 20 millones de dólares, aliciente poderoso para aumentar el tráfico en 1975. "Llueve heroína", gruñó el inspector Gerard Toorenaar, cuyo pequeño escuadrón contra los estupefacientes se encuentra en medio del aguacero. Alarmó a una conferencia internacional sobre este asunto (celebrada en la República Federal Alemana) al estimar que el año pasado habían llegado a Holanda sin ser descubiertos de 500 a 600 kilos de heroína en forma de "azúcar morena", cantidad suficiente para 15 o 20 millones de dosis. Como los 7000 adictos holandeses no hubieran podido absorber tanta droga, era evidente que la mayor parte fue destinada al resto de Europa y a Estados Unidos.
Se ha seguido la pista de remesas ilícitas por todos los países europeos. En Francia, Gaston Lefebvre, que dirige un Centro de Documentación e Información sobre la Droga, para adictos del Barrio Latino de París, declara: "Casi todos los pacientes que tenemos han ido a Amsterdam para conseguir drogas". Pero el blanco principal de los contrabandistas es la próspera República Federal Alemana. La policía contra narcóticos de Wiesbaden me dijo que la heroína era virtualmente desconocida en Alemania antes de 1970; ahora el tráfico ha aumentado en un 550 por ciento, y las muertes por administración de dosis excesivas ya no causan sorpresa.
Sin embargo, la gran atracción para los traficantes de narcóticos es la numerosa guarnición norteamericana en Alemania. Cada día de paga llegan de Amsterdam enjambres de contrabandistas y se instalan una semana en los principales pueblos y ciudades donde se congregan los soldados. "Es una especie de calendario para mí cuando esa gente de Holanda empieza a aparecer", me confió Wilhelm Berg, jefe de la policía criminal en Heidelberg. Esta ciudad es uno de los lugares preferidos de los traficantes, porque allí tienen acceso no sólo a los norteamericanos, sino también a las tropas francesas que acuden desde sus cuarteles en el perímetro de la cercana Speyer. Pero los narcotraficantes también hacen visitas mensuales a otras ciudades como Ulm, Francfort y Wurzburgo.
En algunas zonas la labor policiaca se está intensificando. Alemania, Francia y Gran Bretaña, así como Estados Unidos, disponen de cuerpos de agentes especializados en esta misión. Otros países europeos avanzan en la misma dirección. Colabora con ellos la Administración Norteamericana de Drogas (OEA), que gasta 136 millones de dólares al año en una operación mundial encaminada a impedir que la heroína y otras drogas peligrosas entren en los Estados Unidos. Paul Knight, jefe en Europa de este organismo, explica: "La heroína procedente de Asia constituye hoy el mayor problema de narcóticos en Europa. No podremos proteger del vicio de la droga a la juventud europea, ni a nuestras tropas destacadas aquí, mientras no detengamos ese tráfico".
Sin embargo, no podrá haber un verdadero progreso sin más ayuda de la misma Holanda. El inspector Toorenaar, de la policía de Amsterdam, replica a los críticos extranjeros que es poco lo que él puede hacer con un escuadrón pequeño y unas leyes que pecan por lenidad. Aunque algunos diputados holandeses han emprendido desde hace mucho una campaña en el Parlamento para adoptar una actitud más severa contra el tráfico de narcóticos, sus exigencias se pierden en un mar de apatía.
Pero Holanda misma no puede permanecer mucho tiempo inmune a los problemas que originan sus leyes demasiado indulgentes. La heroinomanía ya se ha enraizado allí por primera vez, y cunde rápidamente. La experiencia de todos los países nos enseña que, si no se arranca de cuajo en cuanto asoma, el problema puede adquirir proporciones epidémicas.
¿Qué se puede hacer para contrarrestar este siniestro tráfico? Muchos peritos, holandeses y extranjeros, creen que Holanda necesita:
Organizar una policía nacional de lucha contra los narcóticos. Los franceses, primeros en organizar una fuerza de esta índole en el continente hace 60 años, han visto que los escuadrones contra drogas en toda la nación son inestimables. Este tráfico no puede interceptarse con pequeños destacamentos policiales del municipio, con técnicas diferentes, celos locales y presupuestos limitados.
Leyes nuevas y más severas. Mientras las penas sean mucho más ligeras que en las demás partes del mundo, los potentados de la droga considerarán a Holanda un puerto seguro. La proyectada legislación actualmente en proceso de estudio en un comité del gabinete holandés, incluye condenas de ocho y 12 años para los traficantes de heroína internacionales y nacionales, respectivamente. Pero el debate se prolonga desde hace años. Es preciso obrar ahora mismo.
Medidas enérgicas. Ninguna ley puede ser eficaz sin el apoyo firme de la policía y de los fiscales. Para que la legislación surta efecto, es urgente establecer un amplio programa de educación y una enérgica dirección del gobierno.
Cada semana que los chinos introducen libremente en Holanda sus drogas ilícitas, se refuerza el efecto del contrabando en Europa. Paul Knight concluye: "El tiempo es crítico. Los envíos de heroína asiática que llegan a Holanda son ya una grave amenaza para los demás países de Europa".