EL CREDO DE LA MUJER CASADA
Publicado en
febrero 16, 2022
"Creo que el matrimonio es un sacramento sólo de dos y que cuando entra un tercero hay que excomulgarlo sin misericordia"... "Creo en la verdad, pero estoy segura de que Demetrio no me la dice nunca"... Así rezaba el credo que mi abuela inventó cuando cumplió 30 años de casada.
Por Elizabeth Subercaseaux.
Cuando mi abuela cumplió 30 años de matrimonio (con cuatro flacas de la esquina, dos quiebras en la bolsa de comercio, y 6.800 noches en vela esperando que mi abuelo terminara de jugar a los dados en el club) se dio cuenta de que su vida no era precisamente la que había soñado cuando tenía 15 años.
"Virginia", se dijo a sí misma, con esa voz ronca de fumadora empedernida, que la acompañó hasta el día de su muerte, "tienes dos opciones: o te suicidas o te pones a rezar".
Mi abuela era creyente, así que eligió rezar.
Estuvo una tarde entera rezando. Hacia la caída de la noche se encontró rezando una oración que nadie le había enseñado cuando chica, que no aparecía en los catecismos ni en los libros de sus clases de religión y que nunca había escuchado antes. Era nada más y nada menos que "El credo de la mujer casada", que ella misma, sin darse cuenta, estaba inventando en ese momento.
"Creo en un solo amor todopoderoso y en la sagrada institución del matrimonio, su natural consecuencia."
"Creo en la santa paciencia con los maridos, en la comunión de los intereses y en que nunca ¡jamás! hay que soltarles los pocos ahorros que una tiene, porque se los gastan con todas las rubias de la farmacia."
"Creo en la resurrección del romanticismo, en que más vale una flor que un insulto, y en salir arrancando si el marido no tiene muy claro esto último."
"Creo que cuando viene la depresión hay que tomar rápido un avión a España y quedarse allá hasta que la depresión ceda el paso a las ganas de volver."
"Creo en la verdad, pero estoy completamente segura de que Demetrio no me la dice nunca."
"Creo en las virtudes de Demetrio y en las de su madre, doña Priscila, mi santísima suegra, y creo en la posibilidad de reeducar las virtudes de los dos."
"Creo en la fidelidad conyugal, creo que el amor y el sexo forman un binomio indestructible y también creo que los maridos se comportan como si creyesen lo contrario."
"Creo que el matrimonio es un sacramento sólo de dos y que cuando entra un tercero hay que excomulgarlo sin misericordia."
"Creo que la vida juntos sigue siendo mejor que la vida separados."
"Creo que al final del cuento todo valió la pena. Creo en ti, Demetrio, y en algunas de las cosas que me cuentas, en las hijas que concebimos por obra y gracia de nuestras noches de amor, en los nietos que concebirán nuestras hijas, en los bisnietos que tal vez no alcanzaremos a ver y en el merecido descanso eterno, amén."
—¿Qué está haciendo, mamá?
Mi tía Eulogia acababa de entrar a la pieza y al verla hincada en el suelo, con los ojos fijos en el crucifijo que colgaba de la pared, se asustó.
—¿Se volvió loca?
—No, hija, yo estaba rezando "El credo de la mujer casada".
—Podría enseñármelo, mamá —sugirió mi tía Eulogia.
Unos días más tarde, mi tía llamó por teléfono a mi abuela y le dijo:
—Mamá, mi hermana Marta y yo hemos decidido que "su credo" es muy anticuado. Las mujeres de nuestros días no rezarían de esa forma. Usted tiene que modernizarse, así que le hemos preparado "El credo de la mujer casada moderna". Escuche bien, por favor —y se lanzó:
"Creo en un solo amor todopoderoso, pero siempre y cuando el solo amor todopoderoso crea exactamente lo mismo que yo."
"Creo en el matrimonio, pero no creo que una mujer tenga que cargar para siempre con un marido machista e inoperante."
"Creo en la seducción de una camisa transparente, en la bondad de una copa de champán y en usar la imaginación en la cocina, en la cama y en todo lugar."
"Creo que a un marido abusador hay que abandonarlo de inmediato."
"Creo que a la primera flaca de la esquina, el matrimonio debe congelarse por un buen tiempo."
"Creo en la tolerancia y en la paciencia, pero no creo en la tontería."
"Creo en la confianza, pero también creo en el valor de los secretos."
"Creo que cuando viene la depresión hay que tomar un avión a España, quedarse allá con un torero si es posible, y no regresar, a menos que el marido vuele a buscarla."
"Creo en que hay que tener un espacio propio, un trabajo propio, un financiamiento propio y, por supuesto, una dignidad propia."
"Y creo con firmeza que si el marido cree honestamente en estas mismas cosas, el matrimonio no tiene por qué no funcionar, amén."
Mi abuela se quedó pensativa un rato y luego dijo:
—¿Crees que hay un hombre que entienda las cosas de esta manera?
—Creo —dijo mi tía convencida.
Unos años más tarde, cuando Roberto se escapó a Brasil con la arsenalera, mi tía Eulogia se declaró atea y escribió "El credo de la mujer casada", pero esta vez lo hizo en una sola línea que decía:
"Por el momento, no creo en nada".
ILUSTRACIÓN: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, ENERO 14 DE 1999