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octubre 23, 2021
Nos ubicamos en una casa en las afueras de la ciudad, con un ambiente tranquilo y pacífico. Allí se encontraba una pareja sin hijos que vivían como una familia ordinaria. Luis con un trabajo nocturno y su esposa Gabriela, ama de casa.
Una mañana se escucha un grito de terror:
—¡HAAAAA! —Proviene de la cocina. Era Gabriela.
—¿Qué pasa? —Pregunta Luís algo angustiado.
La mujer no paraba de gritar, pues en el lavabo yacía su gatito muerto; con el tórax y las tripas por fuera, como si la piel y la carne fuesen una horrible máscara, con las piernas quebradas y todo ensangrentado. Se alcanzaba a percibir una expresión de sufrimiento en su rostro, aún con el hocico abierto.
—¡Tranquila, tranquila! Debió de haber sido un animal —dice Luis tratando de calmarla.
Pero Gabriela no paraba de gritar y abrazando fuertemente a su esposo le dice:
—Dudo que sea un animal, pues ¿qué clase de bestia haría esto sin comérselo?
—Tal vez cuando llegó por la noche el animal se asusto y salió del lugar, sin poderse comer al gatito —dice Luis acariciándola y tranquilizándola.
Gabriela asiente con la cabeza, aun con miedo, creyendo en sus palabras; aunque en su interior no esté convencida de que haya sido un animal. Sin embargo, se tranquiliza un poco y le pide de favor que limpie eso. Luis lo hace con mucho gusto, y le dice que olvide lo de hoy y que pronto le comprará un gatito nuevo. Así transcurrió el resto del día y la noche.
A la mañana siguiente.
—¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH! —De nuevo se volvió a escuchar el grito de la mujer, pero esta vez con más intensidad.
Nuevamente Luís baja para ver lo sucedía. Gabriela, al ver a su esposo, corre a abrazarlo, quería sentirse segura en sus brazos, saber que esta vez tomaría en serio lo que ocurría.
—¡Luís, por favor, llama a la policía! Tengo un mal presentimiento sobre todo esto.
Pues ahora, en la mesita de la sala, se encontraba un ratón totalmente destripado, la cabeza completamente volteada, sus patitas y cola habían sido arrancadas, aparentemente de un mordisco.
—¡Amor, tranquilízate! Recuerda que vivimos fuera de la cuidad y cerca de un bosque, por lo tanto no faltará el animal que entre en busca de comida.
—¡Pero mira como está! —exclama Gabriela— ¿De verdad crees que un animal hizo esto? Debe ser un asesino que nos esta intimidando, ¡o aun peor! Un monstruo que nos quiere devorar! —dice angustiada y con los ojos llorosos.
—¿Monstruos? ¡Pfff! —Exclama Luís.— Ya estás grande para creer en esas tonterías. Ya te dije, ¡cálmate ya! El fin de semana pongo trampas para cazar lo que sea que está entrando.
Luis deja de abrazar a su mujer y comienza a limpiar el cadáver hecho trizas.
Por la noche, Gabriela no se quiere quedar con la inseguridad, así que, mientras Luís duerme, instala algunas cámaras, que tenían guardadas, en la casa. Antes de irse a dormir, cierra todas las ventanas y deja grabando las cámaras.
A la mañana siguiente, Gabriela enciende rápidamente la computadora para checar lo que las cámaras grabaron la noche anterior, pues tiene miedo de encontrarse algo extraño. Siguió revisando, hasta que ve algo inusual. Aproximadamente a las cinco de la mañana se ve a un hombre entrando a la casa con un animal entre manos. Gabriela se asusta inmediatamente, siente cómo se acelera su corazón, pues entra por la entrada principal. ¡No solo es un sádico! Si no que también sabe forzar cerraduras. Gabriela no lo podía creer. ¡Ella tenía razón! Un sujeto estaba mandando mensajes de muerte. En el momento que saca su celular, es golpeada fuertemente en la cabeza, dejándola inconsciente.
Cuando despierta, se encontraba en el sótano amarrada a una silla. No sabe cuánto tiempo lleva allí, ni qué había sido de Luís. Le atravesaba el corazón pensar que algo malo le había sucedido a esposo.
—¡LUUIIIS, AYUDAAA! —Grita Gabriela.
Grito tras grito se escuchaba en el sótano, retumbado en las paredes húmedas, pero no recibió respuesta alguna.
Las lágrimas salían de su rostro. Su corazón latía con fuerza mientras el sudor recorría su frente y la angustia la mataba por dentro, pues el temor se había apoderado totalmente de ella. Una voz, proveniente de la oscuridad, le paralizó el alma.
—Tu Luís no vendrá.
—¿Qué le has hecho? —Pregunta Gabriela, con un miedo atrapado en su garganta, que apenas le permite hablar.
—¡Hay Gabriela! ¿Cuándo dejarás de ser tan ingenua?
Se escuchaba la risa hipócrita y los pasos del asesino acercándose a ella.
—¡Por favor, no me hagas nada! ¡No nos hemos metido contigo! —Dice llorando y suplicando por su vida.
—Sabes... Tal vez los verdaderos monstruos no son feos, asquerosos y aterradores por fuera.
En ese instante, la tenue luz lo ilumina, mostrando su verdadera identidad.
—¡Los verdaderos monstruos son personas comunes que hacen lo que muy pocos se atreven a realizar!
¡Gabriela no podía creerlo!
—¡¿Luis?! ¿Por qué...? ¿Por qué tú...?
Atónita observa a su esposo.
—¡Por favor no me hagas nada!, no le diré a nadie que matas animales ni nada de esto... ¡Por favor no me hagas daño! —dice suplicando con un lloriqueo desgarrador.
—¡Shhh, relájate amor! —Dice Luís tranquilamente, acariciando el aterrado rostro de su esposa.— ¿Por qué me suplicas, cuando todo esto es tu culpa? —Su mirada y su sonrisa denotaban a un loco asesino.
—¡Luís, por favor! —Sigue clamando Gabriela.
—Verás... Hace tiempo dejaste de excitarme. Cada vez que tenia relaciones contigo, solo era un simple juego aburrido, así se tornó con el tiempo. Por lo que tuve que buscar una manera de satisfacer mis necesidades ¡Y mira que la encontré! El escuchar gritos me prenden como no tienes idea. ¡Oh, si vieras como me prendes por las mañanas al escucharte gritar...! Un placer indescriptible. ¡Pero tenias que echarlo a perder con tu maldita paranoia!
—¡Si quieres gritaré para ti! Y no le diré nada a nadie ¡Pero, por favor, no me hagas daño!
—¡Ho amor...! ¡Sé que no lo harás!
De inmediato, Luis inserta un cuchillo sobre el estómago de su esposa, y jalándolo hacia arriba empieza a abrirle hasta donde el tórax lo permite, Gabriela grita y llora de dolor.
—¡Siii! ¡Grita amada mía, excítame como antes lo hacías! —Dice Luís con una cara sádica y llena de placer.
Después desencaja el cuchillo metiendo sus manos en la herida, la abre permitiendo que sus intestinos se salgan para dejar un gran charco de sangre sobre el piso.
La mujer impactada por ver sus propias tripas tiradas en el suelo, sumadas por el gran dolor, grita tanto que hasta los vecinos la escucharon. Entonces Luís mete su mano hasta donde está su corazón, y agarrándolo con el puño, mete la otra mano con el cuchillo, saca de un tajo el corazón latente de quien había sido su esposa estos años.
—¡Dulces sueños, mi amor!
Fuente del texto:
MIS CUENTOS DE TERROR