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junio 20, 2021
El equipo de grabación de aquella cadena de televisión, especializada en telebasura, llegó al pueblo de Ultratumba, uno de los lugares más extraños y poco conocidos del país. Se trataba de una pequeña villa ubicada en la gran llanura, cuya población no superaba los quinientos habitantes, por ello, todos se conocían y formaban una pequeña comunidad cerrada y que se autoabastecía a partir de placas solares y molinos de viento. Era un lugar dónde no se podía trasnochar, debido a que no había hoteles ni posadas, tampoco eran bien recibidos los forasteros, pues consideraban que corrompían y destruían la serenidad nocturna de la noche con sus borracheras y su música a gran volumen.
Encabezados por una periodista lambetona de la reina del morbo mañanero en la cadena de televisión, Trinidad López, un equipo de grabación aparcó una gran caravana y una furgoneta en las afueras de la ciudad, pues tenían la autorización del alcalde para grabar únicamente de día, de lo contrario serían denunciados a las autoridades por romper el contrato estipulado con ellos. El objetivo era sacar un pequeño reportaje exclusivo de ese lugar, el cual era tan misterioso y poco frecuentado.
La periodista se pintó como una mona, pulió aquella sonrisa forzada que mostraba a la cámara y puso un pie en la carretera de piedra que invitaba a entrar. Las calles estaban despobladas, los negocios abiertos y el aire era más puro que en el resto del lugar. A cada veinte pasos encontraban a una persona mayor sentada en una silla en la calle, charlaba a voz forzada con otra que estaba en la otra orilla de la calle. Sigilosos y tranquilos, se acercaron a una de las señoras y empezaron a entrevistarle.
—¡Buenos días! ¿Cómo se llama? ¡Hace buen día aquí! —Se interesó por ella la señorita López con una de sus expresiones de cara a la cámara.
—¡No sois bienvenidos aquí, marchaos! Alteráis el descanso de los vecinos y de los que no están aquí. Marchaos. —Graznó como un cuervo la mujer gesticulando con el cuerpo, recogiendo su silla y metiéndose hacia el interior de la casa.
—Vaya, parece que nos hemos encontrado con una persona un poco antipática. —Bromeó ella mientras filmaban cómo se escondía.
Entonces, la cámara se giró hacia otra anciana casi idéntica, con el pelo tapado por un pañuelo y un viejo vestido negro y gris. Antes de que pudiera abrir la boca para presentarse y hacerle la entrevista, ella tomó la silla y se metió al interior de la casa.
Debido al segundo fracaso en el intento de filmar una conversación con ellos, se dirigieron a la plaza principal del lugar. En el centro había la estatua de un miliciano anónimo cuyo aspecto recordaba una efeméride militar. En la placa rezaba “no alterar el descanso de la memoria”. Entonces el programa adquirió un matiz diferente. Intentaron saber qué ocurrió en aquel lugar para darlo a conocer al mundo. Para ello, entraron en todos los locales posibles, con la excusa de comprar provisiones de regreso, aprovecharon para filmar a los dependientes, las estancias y registrar sus voces acerca del sitio. Sin embargo, pocas respuestas obtuvieron más allá de no pasar allí cerca la noche ni despertar los recuerdos dormidos de aquella comunidad.
Comieron un bocadillo en la furgoneta sobre la hora del mediodía, tenían grabadas unas tres horas de cinta hasta el momento.
—Quedará seleccionar lo que es más adecuado para ser publicado, apenas tenemos nada sobre este lugar. —Inquirió uno de los que manejaban las cámaras.
—Tranquilo, creo que esta noche obtendremos más información para poder hacer el programa sin ningún tipo de problema. —Replicó la presentadora mientras se arreglaba el maquillaje y se quitaba los zapatos para descansar los pies.
Cuando cayó la noche, cenaron, esperaron dos horas a que llegase la hora de brujas y entonces, retomaron el reportaje en aquella villa.
—Es de noche y hemos venido hasta aquí para filmar un poco la vida nocturna de este lugar. Como pueden ver, únicamente están encendidas las farolas y no hay ni una sola alma en todo el lugar... o tal vez sí.
Por una de las esquinas de la avenida se empezaron a oír unos pasos rápidos, como si alguien huyese de algo. Las pocas ventanas que restaban abiertas para que entrase la brisa nocturna se cerraron.
—Parece que va a pasar algo gordo. —Se atrevió a decir un camarógrafo ante la mirada enfadada de la supuesta protagonista.
Segundos después, corrió hacia ellos una figura blanca huyendo y rogando por su vida. Era perseguida por otras tantas muchas como ella, parecían fugitivos de una guerra. Sus perseguidores eran soldados espectrales, quienes vestían ropas propias de la guerra civil que asoló el país durante tres años. Disparaban con sus balas espectrales y atravesaban los cuerpos. Temiendo por sus vidas, el equipo de grabación se tiró al suelo para no ser asesinado. Pero una granada cayó cerca de ellos, nadie pudo articular palabra debido al miedo. El objeto explotó, pero todos resultaron ilesos.
Una voz espectral resonó en el ambiente, ordenaba eliminar a todos los rojos del lugar y reducirlos al rango de esclavos.
—Es un pueblo maldito. —Advirtió la presentadora, quien pronto notó un cuchillo a la altura del cuello.
Era una hoja fantasmal, aunque ésta si podía tocar su carne. Una risa malévola resonó en su oído. El fantasma la había manoseado y parecía dispuesto a cometer los crímenes contra las mujeres, propios de una guerra. Los camarógrafos también fueron secuestrados. Viéndose amenazados por pistolas, fueron paseados como perros bajo la amenaza de recibir un balazo en la cabeza. Al parecer, algunas de las armas si podían matarlos.
Pasaron a formar parte de una marcha militar victoriosa que terminó en la plaza principal del pueblo. Bajo la estatua del soldado fallecido, leyeron la inscripción de nuevo. La cámara filmó los azotes y atrocidades que todos sufrieron, desde limpiar con la lengua el monumento, hasta ver sus orificios profanados por objetos. Habían sido afectados por la maldición del lugar. El espectáculo continuó hasta que salió el sol. Fue entonces cuando el ejército del más allá se disolvió como humo en el aire.
Tratando de recomponerse de la agonía, con el rostro y el cuerpo cadavéricos por el miedo, emprendieron una marcha de regreso a la furgoneta. Allí encontraron empalados al resto del equipo de producción. En las paredes de ambos vehículos aparecía la explicación de los hechos: “Rompisteis el contrato y la memoria os ha hecho pagar”. Aquél reportaje de campo sobre un pueblo poco conocido, pasó a convertirse en una cinta maldita que nadie alcanzó a ver.
Fuente del texto:
BookNet