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junio 26, 2021
Una noche como cualquiera, un viajero, al darse cuenta de lo tarde que era y del cansancio de haber manejado por horas, decide hospedarse en un hotel. Se estaciona en el primero que encuentra. Entra al mismo y se dirige a la recepción para registrarse. La mujer del mostrador le dio la llave y le dijo que, de camino a su habitación, había una puerta sin número que estaba cerrada. Le explicó que era un almacén y que estaba prohibido su acceso. Y que le hace esa aclaración debido a que huéspedes anteriores le habían preguntado al respecto. Para su seguridad, la chica se lo recordó varias veces antes de permitirle ir a su habitación. El hombre siguió las instrucciones de la recepcionista, yendo directamente a su habitación.
Al día siguiente, se despertó con la inquietud de la habitación sin número, debido a la insistencia de la recepcionista de obviarla en su recorrido por el pasillo. Esa misma noche, empujado por la curiosidad, se dirigió a la puerta del "almacén". Probó la perilla para ver si no estaba con llave, pero la encontró bloqueada. Se inclino y miró a través del ancho ojo de la cerradura. Enseguida, un aire helado golpeó su ojo, enfriándolo. Lo que vio fue lo mismo que su habitación, y en el rincón había una mujer cuya piel era increiblemente pálida. Estaba de espaldas apoyando la cabeza contra la pared. Confundido, siguió mirando como por un minuto. ¿Es alguien famoso? ¿La dueña del hotel o su hija?, se preguntaba. Su curiosidad aumentó de tal forma que casi toca a la puerta, pero decidió no hacerlo. Mientras seguía mirando, la mujer se volvió bruscamente y él dio un salto hacia atrás, por la impresión y para evitar ser descubierto. Se alejó de la puerta y caminó directo a su habitación.
Al siguiente día, regresó a la puerta y volvió a mirar por el ancho ojo de la cerradura. Esta vez, todo lo que vio fue enrojecimiento. No podía distinguir nada aparte de un color rojo. Quizá, los habitantes de la habitación sabían que estaba espiando la noche anterior y habían bloqueado el ojo de la cerradura con algo de color rojo. Se avergonzó al pensar que, debido a su curiosidad, la mujer se habría sentido incómoda, y rogó que no se lo hubiera comunicado a la recepcionista.
Impulsado por la curiosidad de si fue o no reportado su imprudencia de la noche anterior, decidió ir a ver a la mujer de la recepción y consultarle sobre el tema para obtener más información. Después de algunas preguntas suaves y la promesa de que la explicación no iría más allá de él, la recepcionista finalmente le dijo: “Hace mucho tiempo, un hombre asesinó a su esposa, allí; y posterior a ese suceso, la gente que entraba a la misma se sentía incómoda y les daba escalofrío. Al darnos cuenta que eso ocurría a todo aquel que le dábamos esa habitación, se dicidió cerrarla al público. La pareja no era del tipo común, puesto que eran blancos por todas partes y sus ojos eran rojos.“.
Fuente del texto:
El Rincón Literario