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junio 10, 2021
¿Por dónde debería comenzar a contar esta historia? Quizá sea importante que conozcan el cómo está construida mi casa...
Mi casa está conformada por dos casas, sí, suena extraño. Está formada por la de mis abuelos y la mía, una encima de otra, ¿Cómo? Simple: donde se supone debe ir la azotea de la casa de mis abuelos, se construyó la casa donde vivo con mis padres. ¡Lo sé, es demasiado raro!
Para poder acceder a mi casa, debo recorrer el pasillo que está a la izquierda y subir por las escaleras. El patio es un tanto grande, por lo que, a uno de mis tíos se le ocurrió la grandiosa idea de construir su taller de circuitos en la parte izquierda del patio, justo al lado de las escaleras; frente al taller; unos cuantos pasos de distancia, está la entrada a mi casa... creo que es todo lo que necesitan saber para comprender.
Era otoño y se acercaba el día de "Halloween" o "Día de Brujas", como prefieras llamarle, a mis primos, a mis hermanos y al igual que a mí, siempre nos ha entusiasmado este día en particular y ¿A quién no? Significa: ¡Dulces gratis! Y que puedas ponerte el disfraz que más te plazca o el más terrorífico a gusto propio.
Después de haber planeado durante semanas nuestra trayectoria para recorrer las casas: el punto de partida, punto de regreso y lo que haríamos al finalizar la noche; ya estábamos listos para emprender nuestra pequeña aventura.
Habíamos quedado de reunirnos todos en la casa de nuestros abuelos, puesto que a todos nos quedaba cerca y así, de paso, aprovechar y dejar sus ropas de dormir en mi casa. Habíamos acordado que luego del recorrido dormiríamos en casa de mis padres y así podríamos desvelarnos contando historias de terror o viendo películas de miedo.
Si mal no recuerdo, pasamos cerca de tres horas vagando por las calles mientras recolectábamos deliciosos dulces que degustaríamos una vez regresáramos a mi casa, no podíamos esperar a comer tanta azúcar. A nuestro parecer, ese año fue en el que más recolectamos dulces, sentíamos un pequeño aire de orgullo por haber superado la cantidad del año anterior; se notaba que éramos unos niños.
Nuestros pies agradecieron que el recorrido hubiera terminado ya. Nos encontrábamos subiendo los peldaños de la escalera con nuestra calabaza tamaño jumbo al tope de golosinas en mano. Mientras subíamos íbamos riendo y jugándonos bromas los unos a los otros, era la noche ideal para asustarnos con temas como: fantasmas, vampiros, demonios, esqueletos... cualquier tema relacionado a la ocasión.
Fue a mi hermano mayor, Luka, al que se le ocurrió soltar la mejor broma de todos los tiempos, la mejor historia de terror que hubiéramos escuchado en nuestras vidas.
—Tengo una historia demasiado genial que apuesto a que ninguno de ustedes la ha escuchado. —Comenzó a decir mi hermano. El es tres años más grande que yo, a decir verdad, es el más grande de todos los primos. Todos nos detuvimos en las escaleras para poder escucharlo.
—¿Qué clase de historia? —Exclamó Leo, mi primo—. ¿Bajo el efecto de cuál droga estás? —Le preguntó en tono burlón. Ellos eran casi de la misma edad, se llevaban por meses y en ese entonces ambos tenían catorce años.
—No digas esas cosas frente a mis hermanos —se giró en nuestra dirección; él es el mayor de los tres hermanos que somos—, y ustedes no escuchen sus tonterías. —Nos advirtió.
—¡Entendido! —Le respondimos mi otro hermano mayor, Tom; y yo al mismo tiempo.
—¿Vas a contar esa tan genial historia o vas a retractarte porque no tienes alguna qué narrar? —Lo incitó Angie, ella es de mi edad, ambas teníamos once años.
—Por supuesto que tengo una historia. —Se defendió Luka.
—Demuéstralo. —Lo retó Leo.
—¿Están seguros de que quieren escuchar la historia? Quizá después de oírla no quieran quedarse a dormir.
—¿Quieres contarla de una vez? —Insistió Angie.
—Mejor por la mañana, no quiero que vayan a mojar sus sleeping. —Se burló.
—¡Ja, Lo sabía! Realmente no tienes una historia. —Dijo Angie.
—Claro que la tengo, y es cien por ciento real. —Se defendió mi hermano.
—Hermano... yo también comienzo a creer que no tienes una historia. —Le dijo Tom.
—No digan que no se los advertí...
—¡Ya decía que se escuchaba mucho ruido! Entren a despintarse el rostro y ponerse su ropa de dormir. —Mencionó mi madre, abriendo la puerta inesperadamente.
—Te has salvado por ahora. —Le dijo Leo al pasar a un lado suyo.– Pero tendrás que contarla más tarde.
—Aún tienes tiempo de pensar en un buen relato, mentiroso. —Dijo Angie.
—No miento. Realmente tengo una historia que les helará los huesos. —Se indignó un poco.
—Eso está por verse...
Después de habernos quitado todo rastro de pintura de nuestro rostro y colocarnos la ropa de dormir, salimos al patio frente al taller para armar las casas de campaña y prender un inútil intento de fogata. Colocamos pequeños pufs alrededor de la misma, para asar unos cuantos bombones.
—Ya que estamos todos reunidos...
—Déjate de payasadas, si tienes algo que contar, hazlo ya. —Siguió insistiendo Angie.
—Por dónde empezar... —Lo meditó unos instantes.– ¡Oh, ya! Ocurrió hace unos meses...
—Ve directo al punto, vas a aburrirnos. —Continuó fastidiándolo.
—¡Deja de interrumpirme! —Todos guardamos silencio.– Como decía, meses atrás, Tom y yo nos desvelamos haciendo una maqueta...
—Espera... ¿No irás a contar lo de aquella vez? ¡Prometimos no mencionarlo a nadie!
—Alguien debe saberlo.
—No estamos seguros de lo que vimos ese día, era de madrugada y la falta de sueño pudo habernos jugado una mala pasada.
—¡Wow, wow! ¿Qué está pasando aquí? —Exclamó Angie un poco intrigada.
—¿De qué va esto? —Quiso saber Leo.
—¿Puedo seguir? —Esperó la aprobación de nuestro hermano, Tom.
—No será una buena idea. —Suspiró pesadamente.
—Bien, esto se torna interesante. Ahora sí que quiero escucharlo. —Cedió Angie.
—No entiendo muy bien, ¿De qué están hablando? Soy su hermana, ¿Cómo es que no sé lo que pasa aquí?
—Como decía, —prosiguió Luka— estábamos haciendo la maqueta y nos hacían falta materiales que olvidamos comprar más temprano. Se nos hizo fácil entrar al taller —señaló dicho taller— necesitábamos usar la guillotina, buscar algo de pegamento y cosas pequeñas.
—Así que entraron a humear en un taller que no es de ustedes... ¡uhm!... —Leo hizo una expresión extraña.
—Iba a ser un pequeño préstamo, nada más. —Aclaró Tom.
—Dejamos la primera luz apagada y entramos a tientas hasta el otro extremo y prender la luz del pasillo de la vuelta ya que sabíamos que allí está lo que nos hacía falta. Nos entretuvimos buscando los materiales y, de repente escuchamos un ruido sordo. Al inicio no hicimos caso. Pero el sonido volvió a repetirse, así que nos asomamos por la esquina hacia el otro pasillo y vimos que se encontraban varios moldes en el suelo, que al entrar no estaban allí.
—Acaban de decir que dejaron la luz apagada de ese lado del pasillo, ¿Cómo es que pudieron verlos? —Dudó Angie.
—Es a partir de aquí que se torna raro el asunto: la lámpara al lado de la guillotina estaba encendida.
—Y no, ni Luka ni yo la encendimos. —Dijo Tom.
—Volvimos a ignorarlo y seguir buscando materiales. Una vez que encontramos lo que necesitábamos, volvimos a escuchar el mismo ruido. Quisimos ignorarlo, puesto que ya era muy tarde y tal vez estaríamos imaginando todo eso.
Angie bostezó.
—Me prometieron una historia de terror, no un cuento sobre un par de miedosos.
—¿A quién llamas miedoso, tonta? —Tom le lanzó un bombón que recién acababa de retirar del fuego.
—¡Ay! —Se quejó. — ¿Quién te da derecho a ser salvaje conmigo?
—Dejen de pelearse ustedes dos. —Intervino Leo.– La historia, independientemente sí les pasó o se la están inventando en este momento, se torna interesante; me da curiosidad por saber qué pasará.
Ella bufó.
—Como prefieras. ¡Continúen!
—¿Dónde me quedé? —Se preguntó a sí mismo Luka.
—Que escucharon el mismo ruido. —Puse al tanto a mi hermano, vaya que era despistado.
—¡Gracias, hermanita! —estrujó mis mejillas—. Luego del ruido, se fue la luz en el taller repentinamente y la temperatura comenzó a decrecer, hacía tanto frío que podíamos ver nuestro propio aliento. No sólo eso, sabíamos que había alguien más con nosotros.
—Tal vez nuestro tío quién quería que dejaran de husmear en el taller donde trabaja y les quiso gastar una broma.
—Que no era él, mujer, ¡entiende! —Dijo irritado Tom.
—Ya... entonces ¿Quién les apagó la luz? —Se burló Leo.
—Fantasmas...
No pudimos evitarlo y todos estallamos en carcajada.
—¡No se rían, es verdad! ¡Ambos los vimos! —Tom quiso llamar nuestra atención.
—¡Ah! ¡De modo que fue más de uno! —Se burló Angie.
—¡Sí, fueron dos! ¡No es broma!
—Esto en vez de terrorífico, es gracioso. —Dijo Leo.
—No sabía que creían en fantasmas. —Me burlé.
—¡Ya...! supongamos que es "real", ¿qué aspecto tenían los fantasmas?
—Era como una pareja de ancianos al inicio... —Comenzó Luka– Parecían inofensivos, así que nos calmamos un poco, pero luego... Luego sus rostros comenzaron a distorsionarse y unas enormes fauces se hicieron presentes en ellos, emitieron un sonido gutural y escalofriante... Era un ruido ensordecedor. Corrimos hacia la salida, pero al pasar por un lado suyo, uno de los ancianos mordió a Luka en el brazo...
—¿Cuál mordida? —Enarcó una ceja Leo.
—¡Queremos pruebas! —Le siguió el juego Angie.
—Luka no tiene alguna mordida en su brazo... ¿o sí? —Les pregunté.
—Claro que la tengo —se quitó su pulsera de púas que llevaba sobre su muñeca izquierda, revelando una profunda mordida, aún se alcanzaban a distinguir claramente los dientes incrustados en su piel.
—¡Oh!... ¡vaya!... —exclamó Angie al ver el brazo.— ¿Qué clase de perro te ha mordido?
—¡No seas tonta! —le dijo Leo— ¿Qué clase de perro tiene mandíbula de humano?
—No fue un perro, fue una de esas cosas que nos salieron en el taller.
—Deberías decirle a tu novia que no sea tan agresiva contigo. —Le dije yo tras examinar su brazo.
—¡También tú! ¡Eres mi hermana, deberías creerme!
—Perdón, trato de creerte, pero... ¿fantasmas?
—Te dije que nadie nos creería, Luka, ¿Por qué tuviste que contarlo?
—Ambos sabemos que eso fue real, si no, ¿cómo explicas esto? —señaló la mordida— no es sólo eso, desde aquel día me aparecen rasguños en la espalda y brazos.
—No te delates tú solo, Luka. —Leo le lanzó otra mirada extraña— tu hermana menor está presente.
—¿Quieren dejar de tomárselo a broma? —Se molestó.
En ese instante, la fogata, que era nuestra única fuente de luz, se apagó gracias a un fuerte viento que azotó contra nosotros. Después de algunos segundos de silencio por parte de nosotros, cada una de las luces del taller se encendieron, todos volteamos a ver el lugar con ojos de asombro; no demoraron mucho en volverse a apagar y dejarnos en completa oscuridad. Yo me aferré al brazo de Luka, buscando refugio en mi hermano mayor.
La temperatura comenzó a disminuir progresivamente haciéndonos tiritar; las máquinas en el taller se encendieron al mismo tiempo, para luego apagarse y darle paso a las lámparas de iluminar el interior, una vez más. Queríamos gritar, pero nuestra voz no salía, queríamos correr, pero nuestros pies no respondían. Las luces comenzaron a apagarse y encenderse como si un niño pequeño estuviese jugando con ellas.
—¿Qué clase de broma es esta, Luka?
—¡Ninguna, Angie! ¡Yo nada tengo que ver!
—¿Tom?
—¡No me inculpes, tampoco es producto mío!
—Entonces... ¿Quién?
Volvimos a quedar en completa oscuridad. Entre las penumbras alcanzamos a percibir movimiento dentro del taller, veíamos pasar un par de sombras de un extremo a otro.
—¿Hay alguien ahí? —Preguntó Leo.
—¿Qué haces? —Le susurró Angie— No debes hablar con los fantasmas.
—Vaya, pensé que no creías en fantasmas. —Dijo irritado Tom.
—¿Quién está ahí? —Insistió.
—¡No les hables, Leo! —Imploró.
Por la puerta del taller salieron un par de espectros humanoides, eran tal cual la definición que mis hermanos habían dado anteriormente sobre ellos; aparentaban ser unos simples ancianos, pero cuanto más se acercaban a la poca luz de la luna, mejor podíamos ver su espantoso aspecto: tenían la piel en un tono azul—grisáceo, estaban un poco encorvados, tenían las extremidades demasiado largas y esqueléticas...
Se acercaron más a nosotros al mismo tiempo que nos hacíamos hacia atrás para que no nos alcanzaran, o eso hicimos hasta que nos topamos con la pared. Comenzamos a sudar frío, producto del miedo que sentíamos en ese instante.
—¡No hay escapatoria!
El par de espectros abrieron sus enormes fauces y se acercaron con velocidad hacia nosotros.
—¡Ah...!
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