Publicado en
mayo 01, 2021
Es una de las herramientas más útiles y solicitadas del mundo, y uno de los artículos de exportación más exitosos que tiene Suiza.
Por Roul Tunley.
● EN UNA apartada ruta del interior de Argentina, el automóvil de José Luis Botti, estudiante de antropología, quedó atascado en la nieve. La temperatura era extremadamente baja y sabía que su vida peligraba. Con una navaja del Ejército suizo taló un árbol de 15 centímetros de diámetro, procurándose así una palanca para mover su carro... y se salvó.
● El canadiense David Cox paseaba en su lancha cuando, de pronto, se encontró a la deriva sin fuerza motriz. Se había zafado la arandela que asegura a la hélice. Valiéndose de su navaja, pudo hacer las reparaciones necesarias y continuó navegando.
● Mientras escalaban la ladera sudoeste del Everest, en Nepal, a los alpinistas británicos Doug Scott y Dougal Haston los sorprendió una violenta tormenta de nieve que congeló y bloqueó los conductos del sistema de aprovisionamiento de oxígeno de Dougal. Doug quebró el hielo con su navaja y ambos alcanzaron la cima.
Como ya lo han. descubierto millones de personas en todo el mundo, la pequeña navaja de empuñadura roja con la cruz plateada de Helvecia en relieve, es una herramienta que tiene casi un número ilimitado de usos. Simple, compacto y funcional, el cuchillo del Ejército suizo cabe en cualquier bolsillo o bolsa de mano. Lo fabrican. dos compañías (Victorinox de Ibach/ Schwyz, y Wenger S. A. de Delémont en la región del Jura), y existen más de 250 variedades. La mayoría tiene la empuñadura de plástico rojo y el resto de acero inoxidable, que resiste la corrosión. El modelo más pequeño consta de dos hojas y sólo cuesta seis francos.* La que se fabrica para pescadores incluye una hoja para escamar y otra imantada para extraer anzuelos; hay modelos para cazadores, ciclistas y esquiadores.
La navaja más completa contiene 16 hojas o aditamentos, entre los que se cuentan una lima de uñas, un destapador de botellas, un "pelaalambres" y hasta un destornillador, serrucho y lupa. Todo esto y más, dentro de una caja de herramientas que cabe en el puño, pesa menos de 170 gramos y cuesta unos 57 francos suizos.
Con todos los instrumentos desplegados parece un gigantesco ciempiés. Sin embargo, tiene su beIleza: el Museo de Arte Moderno de Nueva York la expone en su sala dedicada a los diseños.
Desde hace mucho tiempo es muy popular en Suiza y, en la actualidad, uno de los productos de exportación más importantes del país (se venden anualmente más de tres millones de navajas en noventa y tantos países de Oriente y Occidente). El fallecido presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, obsequió 4.000 navajas suizas con las iniciales de otros tantos huéspedes suyos, y cuando el consejero federal de Suiza, Pierre Aubert, realizó una gira por varios países africanos en enero de 1979, sus anfitriones recibieron como regalo esta práctica herramienta. "Me siento desnudo sin ella", declaró un teniente coronel, y otra persona le comentó en una carta al fabricante: "Prefiero desprenderme de mi mujer que de la navaja".
Este utensilio es, además, el favorito de los pilotos. Cuando Francis Gary Powers, piloto del avión espía norteamericano U-2, fue derribado sobre Rusia en 1960, los soviéticos montaron una exhibición de todos los sofisticados instrumentos secretos que llevaba, incluida la pequeña navaja roja. La Fuerza Aérea de Nigeria encargó una gran cantidad de estos adminículos con una hoja curva adicional (si todo falla, este dispositivo extra sirve para cortar las cuerdas enredadas de un paracaídas). Los tripulantes del Space Shuttle (tren de enlace espacial), de Estados Unidos, llevarán una navaja que tiene nueve herramientas básicas, además de tijeras, tenacillas, mondadientes, lima metálica y destornillador.
La historia de esta herramienta del Ejército suizo comienza en 1884, cuando Carl Elsener, entonces de 24 años, regresó a su hogar, en Suiza, tras asistir a unos cursos de aprendizaje en Tuttlingen, tradicional centro de la cuchillería alemana. Junto con su ayudante, comenzó a fabricar navajas en un pequeño establecimiento en Ibach, en el cantón de Schwyz. Ya en 1891 la calidad de su producto era tan buena que persuadió al Ejército de su país para que comprara la navaja de bolsillo en vez de la de fabricación alemana que hasta entonces venía utilizando.
Poco tiempo después, Elsener tuvo una idea que habría de revolucionar a la industria de la cuchillería. Hasta entonces, todas las navajas de bolsillo se abrían de un solo lado de la empuñadura y cada resorte hacía funcionar dos hojas. El joven industrial de Schwyz inventó una con seis hojas que funcionaban operando dos resortes y que se abría hacia ambos lados de la empuñadura. La bautizó como la "navaja para oficiales", la patentó en 1897 y se hizo famosa en el mundo como la "navaja del Ejército suizo".
Durante un tiempo, Elsener fue dueño absoluto del mercado. En 1912, el Gobierno helvético decidió que eran necesarios dos fabricantes de este artículo y autorizó a otra empresa cuchillera (Wenger, del cantón francohablante de Delémont) para que también ella fabricara el cuchillo del Ejército. En la actualidad, sólo estas dos firmas tienen licencia para hacer este producto con la cruz en la empuñadura, símbolo oficial de Suiza. Elsener, que utiliza el nombre comercial de Victorinox, continúa siendo el fabricante más importante que provee al Ejército de su país de aproximadamente el 75 por ciento de sus navajas. En los últimos cinco años esta compañía tiene el liderazgo mundial en la producción de navajas de bolsillo con hojas múltiples.
Desde un principio, este instrumento se vendió entre los civiles en Suiza. Se internacionalizó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados norteamericanos que pasaban sus vacaciones en ese país comenzaron a comprarlo. En poco tiempo se empezó a vender en todo Estados Unidos a través de establecimientos particulares dedicados a la venta de material bélico sobrante.
En la actualidad, el Ejército suizo compra unas 80.000 al año, entregándole una a cada recluta nuevo. Junto con el rifle y el uniforme, forma parte del equipo básico de todo soldado, y deben presentar este adminículo en la inspección anual.
Georges Meyer, director de exportaciones de la Wenger, cuenta el caso de un cliente que, deseando tener su navaja en perfecto estado a la hora de la revista, compró una nueva sólo para presentarla. Pero se le perdió y adquirió otra que también desapareció. Compró una tercera y tuvo el mismo resultado. Un día vio cavar a su perro un agujero en el jardín para enterrar un hueso. Cuando el hoyo quedó al descubierto, y en medio de una pila de huesos viejos, encontró las tres navajas perdidas. Casi estaban en condiciones de pasar la revista.
No hace mucho, Alemania hizo de ella la navaja oficial de su Ejército. (El modelo de la Bundeswehr ostenta el águila alemana en lugar de la cruz helvética.)
Hace poco viajé a Ibach, donde Carl Elsener (el nieto del fundador) me mostró una moderna fábrica que emplea a 650 obreros. Cada año, en un conglomerado de edificios cuyas sombras se proyectan sobre los rústicos chalés de los alrededores, convierten 1.200 toneladas del mejor acero francés, alemán y austriaco en siete millones de cuchillos (incluyendo instrumentos para usos especiales). Se necesitan 348 pasos para producir la navaja más completa. Alimentan las pesadas planchas con largos rollos de acero, de donde salen las hojas que posteriormente cortan y templan. Los operarios se encargan entonces del filo y, por último, las pulen. Cada navaja se arma por separado; al final de la línea de producción, 40 mujeres abren y prueban cada hoja a una velocidad pasmosa sin que, increíblemente, ninguna resulte herida.
Los descendientes de Carl Elsener han conservado la inventiva del fundador. Ocho ingenieros se dedican a mejorar la calidad de los productos, y el esfuerzo rinde sus dividendos; en una época de apuros económicos, la fábrica de Ibach apenas puede satisfacer la demanda. Han surgido Imitaciones en el extranjero, pero la diferencia de calidad es obvia. La navaja del Ejército suizo sigue sin tener un rival serio. "Clientes de Alemania e Inglaterra, países que cuentan con una tradicional industria cuchillera, con frecuencia nos hacen pedidos", comenta orgulloso Carl Elsener, nieto.
Antes de partir, Xaver Ehrler, director de exportaciones, me hizo una demostración del modelo más completo. Abrió las hojas una tras otra: tijeras, escariador, un nuevo abrelatas especialmente útil. Lo hizo con tanto orgullo que, mientras observaba las hojas abriéndose y cerrándose, me parecía estar viendo al país mismo y las razones por las que funciona.
Realmente es algo más que una navaja.
—¿Por qué tiene tanta aceptación entre muchachos y muchachas, pescadores, turistas y aviadores? —le pregunté a Carl, que siempre lleva consigo una de estas herramientas.
—Espere un poco y se dará cuenta de que a todos les hace falta —me respondió con una sonrisa mientras sacaba de su bolsillo el reluciente adminículo rojo.
*En septiembre de 1980, el franco suizo equivalía aproximadamente a 60 centavos de dólar.