TRASPLANTE DE OÍDO, LA GRAN NOVEDAD
Publicado en
marzo 22, 2021
Miles de personas han recuperado ya su capacidad auditiva.
Por Walter Ross.
CUBIERTA por una sábana verde que sólo dejaba ver la oreja derecha, aquella mujer de 31 años yacía sin forma sobre la mesa de operaciones. Un potente haz de luz iluminaba el campo operatorio. Sentado junto a la mesa de operaciones, el Dr. Jean Marquet, profesor de renombre internacional y jefe de otorrinolaringología en la universidad belga de Amberes, manipulaba varios instrumentos microquirúrgicos en el interior del oído mientras miraba por el ocular de un microscopio binocular con aumento de 40 diámetros.
El Dr. Marquet debía proceder con extrema cautela, ya que trabajaba en el reducido espacio de seis milímetros de anchura por doce de longitud que ocupan el martillo, el yunque y el estribo, los huesos más diminutos del cuerpo humano y transmisores del sonido desde el tímpano hasta el oído interno. Si el cirujano golpeaba el hueso con el escalpelo, podría ocasionar a la paciente una sordera neural de por vida.
Con destreza sin igual extirpó y retiró Marquet los restos del tímpano perforado. Entonces una enfermera le trajo una botellita llena de líquido, del interior de la cual el galeno extrajo un tubo grisáceo que parecía de plástico flexible. Se trataba de un oído perfectamente normal y completo, tomado de un donador humano fallecido. Marquet separó el tímpano y lo acomodó de manera precisa en el surco circular del que previamente había retirado el tímpano inservible. Luego cubrió con piel, por los dos lados, los bordes del órgano trasplantado, trabajando tanto por delante como por detrás de la membrana injertada. A continuación puso en su sitio el oído externo, y un ayudante suturó el colgajo de piel por detrás del pabellón de la oreja. Toda la operación había durado una hora, más o menos.
La paciente había padecido desde la infancia sordera parcial, en ambos oídos. El sonido de menor intensidad que podía captar era el ruido de fondo de una calle bulliciosa (50 decibelios). "Cuando vuelva de la anestesia", explicó Marquet, "podrá oír mejor que en toda su vida anterior"; y, en efecto, cuando salió del hospital manifestó: "Doctor, ha sido un milagro. De veras puedo oír lo que usted me dice". (Posteriorménte le operarían el oído izquierdo.)
Lo que varios cirujanos de visita en Amberes procedentes de París, Montreal y Nueva York, habían presenciado al igual que yo en noviembre de 1978, era una timpanoplastia con homoinjerto, operación que sustituye una parte del oído medio inutilizado por alguna enfermedad, con tejido idéntico proveniente de un donador. No se presentarían problemas de rechazo porque el tejido nuevo había sido conservado en compuestos químicos que neutralizan los antígenos; ni había costado especial trabajo adaptar el injerto, ya que el oído medio tiene en todos las mimas dimensiones.
En la operación de homoinjerto se trasplanta el tímpano, ya solo, ya con uno, dos o los tres huesecillos. Es el avance más reciente en la microcirugía del oído y ha liberado de la sordera a miles dé personas a partir de 1964. Un quince por ciento de la población mundial sufre en mayor o menor grado cierta pérdida de la capacidad auditiva, y aproximadamente un seis necesita de intervención quirúrgica.
Antes de los homoinjertos, el método más común de arreglar o sustituir un tímpano consistía en extirpar un fragmento circular de la aponeurosis del músculo temporal, situado por encima y detrás del oído, y colocarlo sobre el tímpano afectado. Esta técnica da magníficos resultados en lo que respecta a la reparación del defecto, ya que cierra el hueco del conducto auditivo causado por la perforación del tímpano; pero no siempre restablece una buena función auditiva.
"Es", dice Marquet, "como si se averiara un automóvil. Cualquier mecánico ducho puede servirse de piezas de otro modelo o de ciertas partes especiales del motor y dejar el vehículo en condiciones de funcionar; pero nunca con la eficiencia de antes. ¿Acaso no es más sensato pedir al fabricante las piezas de repuesto que precisamente hacen falta?"
Fue en 1963 cuando el Dr. Marquet comenzó a trabajar con trasplantes naturales. A modo de experimento injertó fragmentos de tímpano para ocluir tímpanos perforados. Los injertos prendieron, y en 1964 se sintió capaz de implantar ya tímpanos completos.
Su primer paciente fue un estudiante de 13 años que padecía de cierta infección desde hacía más de 10 años y era sordo de un oído. Este le supuraba día y noche y le impedía nadar o consagrarse a otros deportes. El Dr. Marquet explicó a los padres del joven que iba a intentar en él algo nuevo que él creía daría mejores resultados que otros tratamientos quirúrgicos. Le dieron su consentimiento y el trasplante fue todo un éxito. El paciente no ha necesitado desde entonces ninguna otra intervención quirúrgica en el oído y su capacidad auditiva es normal. En el mismo año efectuó Marquet otros 30 homoinjertos con resultados satisfactorios en el 73 por ciento de los casos. El tratamiento quirúrgico universalmente aceptado hubiera triunfado sólo en el 60, según calcula él mismo. En 1965 el 88 por ciento de sus 17 injertos tuvieron éxito.
Al año siguiente dio a conocer su nueva técnica operatoria en una asamblea de la Sociedad Belga de Otorrinolaringología. Muchos cirujanos de edad se escandalizaron, y hasta el profesor bajo cuya dirección Marquet se había especializado, abandonó el recinto en un gesto de indignación. Y es que para el sentir de los más conservadores, aquella operación se adelantaba demasiado al criterio quirúrgico de la época. Quizá hubo algo de escepticismo, aunque incluso los críticos reconocen en Marquet una habilidad excepcional.
En vista de que su labor medraba de intervención en intervención, insistió en dar a conocer su técnica, esta vez con mejor fortuna. Empezó a recibir invitaciones de especialistas de otros países, y a raíz de esas visitas aprendió a conservar en óptimas condiciones el material destinado al injerto.
Parece que, hoy por hoy, el mayor problema es la obtención del tímpano y los huesecillos. Por una parte, determinadas razones de orden religioso, legal y ético hacen que en muchos países se prohíba la extracción de órganos de los cadáveres; por otra, en donde tales barreras no existen escasean los bancos de oídos. Es difícil obtener el material de los donadores.
También hay que tomar en cuenta los costos de la operación. En los países en los que el Gobierno tiene a su cargo la prestación de servicios de asistencia a la salud, la Ley fija los honorarios de los cirujanos. En conjunto, se necesita de dos a tres veces más tiempo para preparar el material para injerto y realizar el trasplante, que para el procedimiento ordinario. Y toda vez que los cirujanos reciben los mismos honorarios por una operación convencional que por un homoinjerto, existe un poderoso incentivo económico para preferir la operación tradicional que, además, requiere de mucho menos tiempo.
Existe, por añadidura, la circunstancia de que los trasplantes cuestan varias veces más que las prótesis artificiales.
No obstante tales obstáculos, va de más en más el número de operaciones y de cirujanos que hacen homoinjertos. Marquet ha practicado ya más de 2.000 y estima que al menos la mitad de sus pacientes habían pasado ya por alguna intervención ordinaria sin resultados satisfactorios.
Los doctores Pierre Roulleau, Guy Lacher y Rodney Perkins, de Francia, Burdeos y California respectivamente, han efectuado entre los tres otras 2.000.
La noticia ha corrido de pluma en pluma en las publicaciones médicas. Difícilmente transcurre una semana sin que visiten a Marquet varios cirujanos extranjeros para verlo operar. Tanto él como Perkins dedican algunas semanas a dar por el mundo conferencias y demostraciones de su técnica. En consecuencia, hay ahora cirujanos en casi toda Europa, en América y en algunas naciones de Oriente Medio y de Asia (sobre todo en la India) que llevan a cabo los trasplantes óticos. E1 total de homoinjertos desde 1964 suma no menos de 20.000.
Impresiona la cifra, ciertamente, como impresionan los cambios ocurridos en las vidas de los que han sido intervenidos. Nadine Burel,* de 43 años, administra una tienda de ventas al por mayor que pertenece a una famosa casa de modas en París. Casi completamente sorda del oído derecho desde los ocho años, era incapaz de identificar la dirección de un sonido; sufría, además, de episodios de vértigo por falta de tímpano. Tenía que acudir al especialista cada tres meses para que le curara el tejido infectado. Roulleau le puso un oído medio completamente "nuevo" en julio de 1978. Actualmente Nadine anota pedidos y responde a las preguntas simultáneamente mientras que antes debía mirar para saber quién le hablaba. "Los vértigos han desaparecido por completo", comenta. "Eran algo horrible. Me sentía tan mal que solía apoyarme en la pared hasta que me pasaba la sensación de mareo".
Casos como este se repiten ahora miles de veces en por lo menos una veintena de países y en personas de todas las edades. Ultimamente todos ellos parecen coincidir en una frase común: "Desde que me operaron he comenzado a vivir".
*Se han cambiado los nombres.