EL REMBRANDT DE LAS ROSAS
Publicado en
noviembre 09, 2020
Ramillete de flores. Acuarela en vitela. Inédita. 1839.INSTITUTO MUNT, PARA LA DOCUMENTACIÓN BOTÁNICA
Redouté, hombre sencillo, prefería inmortalizar la belleza de un pétalo a la personalidad de un príncipe, y hoy se le aclama en el mundo como uno de los más eminentes pintores de plantas.
Por Janet Graham
EL PINTOR que trabajaba en los jardines de la Malmaison, residencia de la emperatriz Josefina, daba una última pincelada al plúmeo cáliz de un botón de rosa cuando oyó detrás de él un andar majestuoso. "¿Sigue usted pintando flores, señor Redouté?" preguntó Napoleón. "¿Por qué no pinta a los grandes hombres de la historia y los hechos heroicos?"
Pierre-Joseph Redouté explicó a Su Majestad, con gran tacto, que carecía de ilustración suficiente para pintar asuntos históricos; a cambio trataría de ser un maestro en el campo que había elegido.
Y lo logró. Se le ha llamado "el Rembrandt de las rosas" y "el Rafael de las flores", y en la actualidad se le considera como uno de los más eminentes pintores de vegetales que jamás haya existido. Museos, bibliotecas y palacios atesoran sus acuarelas, y los conocedores acaudalados del mundo entero las solicitan con empeño. Hoy se llegan a pagar hasta 10.000 dólares por una acuarela original de Redouté en las principales galerías del mundo.
El pintor vivió en una época en que los botánicos estudiaban asiduamente las plantas recién descubiertas en Australia, en América, Japón, India, China y África, y que llegaban a Europa, donde los artistas especializados llevaban adecuado registro. Entre esos artistas, él fue el más brillante. Si bien su nombre vivirá eternamente relacionado con las rosas, los botánicos de todo el mundo lo respetan por sus pinturas siempre fieles de cientos de especies diferentes.
En la obra de Redouté se combinaban el arte y la ciencia. Aunque a la pintura floral decorativa le basta halagar nuestro sentido estético, el artista botánico debe reproducir con fidelidad todos y cada uno de los detalles de la morfología vegetal. Para él, la raíz es tan importante como la flor, y debe cortar el tallo para descubrir su carnoso meollo. Asimismo, tiene que describir la planta en todas sus etapas, como botón y flor, como fruto y semilla.
Redouté hacía todo aquello a la perfección. Y pródigamente, además. Pintó, según se calcula, 3000 cuadros originales de flores e ilustró más de 50 libros de botánica.
Rosa berza, de "Les Roses".
'BULLOZ PETIT PALAIS MUSEUM, DE PARÍS
El creador de tanta gracia y belleza, sin embargo, distaba mucho de ser hermoso. Uno de sus amigos lo describió diciendo que era "corpulento, con extremidades elefantinas, cabeza parecida a un queso holandés, achatado y grande, los labios gruesos y los dedos torcidos". No obstante, la gente lo adoraba porque era encantador, dotado de gran sensibilidad, nobleza de carácter y una dedicación como la que exige el cultivo del genio.
Pierre-Joseph Redouté nació en 1759 en Saint-Hubert (cerca de Lieja), en la región francesa de las Ardenas. Segundo hijo de una pobre familia de artistas decoradores, desde tierna edad mostró grandes aptitudes para la pintura y un apasionado amor por las flores, a las cuales llamó les étoiles de la terre ("las estrellas de la tierra"). Dejó su casa a los 13 años para ganarse un difícil sustento en calidad de pintor errante. Luego, al cumplir los 23, se trasladó a París, donde ayudó a su hermano Antoine-Ferdinand en trabajos de escenografía.
Joven nacido en el campo, le gustaba pasar su tiempo libre dibujando en el apacible Jardín del Rey (hoy Museo Nacional de Historia Natural). Sus dibujos llamaron la atención de Charles L'Héritier de Brutelle, juez del tribunal superior y rico aficionado a la botánica, que le enseñó la ciencia del dibujo y la disección de plantas, y lo persuadió de que aplicara todo su talento a las flores. Así comenzó una fructífera colaboración: L'Héritier escribía el texto de unos libros de botánica y Redouté se encargaba de sus ilustraciones, de las cuales se hacían los grabados.
Con el tiempo L'Héritier presentó a Redouté con Gerardus Van Spaendonck, quien tenía a su cuidado la Collection des Vélins, o de vitelas del Rey, colección de pinturas de plantas y animales encargadas especialmente y que constituía uno de los tesoros de la Real Biblioteca. Spaendonck enseñó a Redouté la intrincada técnica de la pintura sobre vitela, material no absorbente, hecho de la piel de terneros que nacen muertos. El discípulo llegó a ser tan hábil que el maestro no tardó en emplearlo regularmente. Redouté tenía 27 años cuando se casó con Marie-Marthe Gobert, muchacha de cuna modesta, y de ella tuvo tres hijos. A solamente seis años de haber llegado sin un céntimo a París, el joven artista fue nombrado diseñador del gabinete de la reina María Antonieta. Durante la tormenta de la revolución siguió pintando sin tropiezos. En diciembre de 1793 conquistó, al triunfar en un concurso público, el cargo permanente de pintor botánico oficial de las vitelas reales, que hoy se conservan en el Museo de Historia Natural con la designación de Colección de Vitelas. Los científicos de la época se disputaban los servicios del artista. En colaboración con el botánico suizo de Candolle, publicó la Histoire des Plantes Grasses ("Historia de las plantas carnosas"), magnífica colección en la que empleó por primera vez su técnica del grabado con puntos, sistema para obtener aguafuertes en planchas de cobre valiéndose de puntos en vez de líneas, lo cual permitía graduar delicadamente los tonos.
Llegado el año 1799 Redouté se había ganado el favor de un nuevo mecenas: Josefina, la manirrota esposa del general Bonaparte, que atestaba los jardines y el palaciego invernadero de la Malmaison con las plantas más raras del Viejo y del Nuevo Mundo. Florecían en la Malmaison cerca de 200 especies hasta ahí desconocidas en Francia: eucaliptos, magnolias, dalias, rododendros, junto con nuevos tipos de rosas (por las cuales Josefina tenía especial predilección).* La futura Emperatriz designó a Redouté para que ayudase a llevar el registro pictórico de todas aquellas plantas exóticas. Posteriormente le conferiría el título oficial de Peintre de Fleurs de l'Imperatrice (Pintor de Flores de la Emperatriz) y habría de pasarle el principesco estipendio de 18.000 francos anuales. A cambio de ello, el artista inmortalizó la colección botánica de Josefina con la publicación de los dos volúmenes de su obra Le Jardin de la Malmaison ("Los jardines de la Malmaison"), obra en la que colaboró el notable botánico francés Etienne-Pierre Ventenat.
Redouté tenía 43 años de edad y estaba en el apogeo de sus facultades artísticas cuando comenzó su obra titulada Les Liliacées ("Las liliáceas"), que se publicó al fin en ocho volúmenes con 486 láminas. Esta obra impresionó a tal punto a Napoleón que mandó enviar 80 ejemplares a diversos artistas, científicos y hombres de Estado de toda Europa, con lo que se extendió aun más la fama de Redouté. El profesor André Lawalrée, botánico belga que ha dedicado toda su vida al estudio de nuestro artista, asegura: "En la actualidad Les Liliacées está considerada como su obra maestra, y por añadidura uno de los libros de botánica más importantes que jamás se hayan publicado".
Ramillete de pensamientos, de "Choix des plus belles fleurs".
Después que Napoleón se divorció de Josefina, en 1809, Redouté fue maestro de pintura de su sucesora, la emperatriz María Luisa, pero supo mantener las mejores relaciones con las dos damas imperiales y siguió visitando a Josefina con regularidad hasta que ella falleció.
Como si hubiera deseado celebrar la memoria de la Emperatriz amante de las rosas, Redouté se aplicó entonces a ejecutar las 170 ilustraciones para el libro que le valdría la inmortalidad: Les Roses. Ya en sus cuadernos guardaba apuntes de las variedades de aquella flor cultivadas en la Malmaison, además de otras especies que se daban en su propio jardín de Fleury y en diversos lugares: rosas de curioso nombre, tal como la Cuisse de Nymphe (Muslo de náyade), Petit Chapeau de Napoléon (Sombrerito de Napoleón) y, desde luego, Rosa Redutea. Durante siete años, asociado con Claude-Antoine Thory, botánico por afición, Redouté fue en busca de rosas, visitando parques y rosaledas y carteándose con los entusiastas de la rosa de toda Europa.
Les Roses inició su publicación en 1817, con un total de 30 entregas. Constituyó un triunfo glorioso desde un principio y su popularidad no ha decrecido jamás. Hace poco se vendió un ejemplar de la primera edición en 300.000 dólares, y actualmente se publica en Bélgica una edición facsímile en tres tomos que se vende por 80.000 francos.
Durante los 16 años últimos de Redouté se puso de moda entre la sociedad elegante de París asistir a las conferencias y exhibiciones que ofrecía el artista. En tales ocasiones el público podía observar la forma concienzuda en que disponía una flor o todo un ramillete para la pintura del día, el cuidado que ponía en realzar de la mejor manera posible la sinuosidad de una mustia hoja de lirio, los zarcillos en espiral del guisante de olor, el plumoso follaje de la mimosa o la solidez carnosa del tallo del tulipán. Con sus nudosas manos tomaba un lápiz de plata o de grafito negro, dibujaba los contornos de la flor y por fin completaba su obra con un pincel, con trazos de asombrosa rapidez.
En el curso de su larga carrera, Redouté mantuvo siempre ese ritmo aparentemente fácil, trabajando hasta el fin a simple vista, sin necesidad de anteojos ni de lupas. Mas cierto día de junio de 1840, cuando el artista había cumplido ya 80 años de vida, su hija Marie-Josephe le llevó un lirio de exquisita blancura. A solas en el taller, Redouté colocó la flor al lado de su caballete y se puso al trabajo. A la mañana siguiente Marie-Josephe encontró allí a su padre, muerto a consecuencia de una hemorragia cerebral.
Una multitud de admiradores, amigos y familiares asistió a los funerales del pintor. Sobre su ataúd iba una corona de lirios, emblema de Francia; y de rosas... emblema de él mismo. Amadas de reinas y emperatrices en este efímero mundo, las flores que Redouté pintó jamás se marchitarán ni morirán: a nuestros ojos, conservan en toda su gloria los pétalos, hace tiempo caídos, del pasado.
Rosa sulfúrea, de "Les Roses".
SALA DE LIBROS RAROS, BIBLIOTECA PÚBLICA DE NUEVA YORK
*Véase Napoleón y Josefina en la Malmaison, en SELECCIONES de febrero de 1976.