Y AÚN ESPERAN EL ESCAPE MÁS SENSACIONAL DE HOUDINI
Publicado en
agosto 02, 2020
Como dijo un escritor que lo conoció: "Ese hombre podía escapar de todo... excepto de nuestra memoria".
Por James Stewart-Gordon
EN MAYO de 1903 Harry Houdini se presentaba en un cabaré de Moscú. Para hacer publicidad a su número, visitó a Lebedef, el gigantesco y barbado jefe de la policía secreta de Moscú. Houdini le pidió que lo encerrara en la cárcel para demostrar con cuánta facilidad podría escapar. Lebedef, que conocía la reputación del mago, se negó sonriendo.
—Entonces, ¿qué le parecería la Carette? —propuso Houdini al jefe de la policía.
Lebedef se rió. La Carette (cubo de dos metros cuadrados reforzado con acero) se utilizaba para transportar criminales peligrosos a Siberia. Tenía únicamente dos aberturas: una ventanilla enrejada de 20 centímetros de lado y .una sólida puerta de acero. La llave con que se cerraba la puerta de la Carette, en Moscú, activaba un mecanismo que sólo podía abrirse con una segunda llave, guardada en poder del gobernador de la prisión, en Siberia, a 3000 kilómetros de distancia.
—Nadie ha escapado nunca de la Carette —advirtió Lebedef a Houdini—. Acepto su reto. Pero una vez que lo encerremos, tendremos que enviarlo a Siberia para que lo liberen cuando llegue allá.
—Yo me escaparé —insistió Harry Houdini.
Lo desnudaron por completo y, después de registrarlo en busca de alguna oculta llave falsa, fue esposado y encadenado, y a continuación introducido en el minúsculo cubo. Luego la cerraron con llave y lo pusieron en el patio de la prisión con la puerta contra la pared. Veintiocho minutos después, bañado en sudor, Houdini apareció tambaleante detrás de la caja. Estupefactos, los agentes corrieron a examinar la Carette. El sello colocado sobre la puerta estaba intacto, las esposas y cadenas que habían colocado al prisionero seguían allí, bien cerradas. Pero Houdini estaba libre. Cómo lo logró, es algo que continúa envuelto en el misterio.
"Es sólo un truco". Harry Houdini (artista de la escapatoria, mago, autor de más de 40 libros, inventor, actor de cine, aviador, atracción escénica y sicólogo) pasó por el mundo como un huracán entre 1895 y 1926, dejando atrás toda una serie de celdas carcelarias vacías, de manillas de acero burladas y de públicos maravillados. Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, lo acusó de tener "poderes sobrenaturales". En Alemania, un periodista, asombrado por la facilidad con que Houdini había logrado escapar de una caja de embalaje sellada sin haber movido un solo clavo, declaró: "Houdini tiene la facultad de desmaterializar su propio cuerpo y atravesar las paredes". En Washington, el mago, con esposas en las manos, escapó airosamente de una celda de máxima seguridad de la penitenciaría federal. Luego, por jugar, hizo pasar a otros 18 presos a diferentes celdas antes de escapar al exterior: todo ello en unos 27 minutos.
En el fondo de cada muestra del arte de Houdini obraba una minuciosa atención a los detalles. Para prepararse a demoler la afirmación de que los faquires hindúes estaban dotados de poderes sobrenaturales que les permitían sobrevivir enterrados, pasó horas interminables dentro de una caja mientras sus ayudantes comprobaban su capacidad de permanecer consciente con una provisión de oxígeno muy limitada. Decididamente convencido de que podía igualar las hazañas de los faquires, se metió en un ataúd, cruzó las manos sobre el pecho y permitió que lo encerraran herméticamente en su interior. Hora y media después salió de allí, pálido pero con vida. Burlándose de cualquier alusión a poderes sobrenaturales, dijo a los periodistas: "Es sólo un truco. No como ni bebo nada desde 24 horas antes y permanezco absolutamente inmóvil; de ese modo no consumo mucho oxígeno".
Margery, la médium. En su afán de desenmascarar falsos médiums, Houdini era incansable. Su caso más célebre fue el referente a Margery, bella y rubia médium de Boston. Tan convincentes eran sus sesiones (en que colocaban bajo la mesa una caja con campanillas, por la cual se suponía que los espíritus respondían a las preguntas), que la conservadora y eminente publicación Scientific American se declaró dispuesta a pagarle el premio de 2500 dólares que había ofrecido por un contacto auténtico con el mundo de los espíritus. En junio de 1924 el mago (quien había hecho una oferta de 10.000 dólares a cualquier médium capaz de provocar fenómenos síquicos que él no pudiese igualar por procedimientos naturales) canceló un contrato teatral y se trasladó a Boston para desafiar a Margery. Después de estipular que él debería sentarse junto a la médium, Houdini sensibilizó la pierna derecha (que había de estar oprimida contra la izquierda de Margery durante la sesión), para lo cual por la mañana del día señalado se ató fuertemente una venda elástica debajo de la rodilla. Cuando se inició la sesión, la pierna de Houdini estaba tan sensible que habría podido detectar el estornudo de una mariposa a diez pasos de distancia. Una vez apagadas las luces, y cuando Margery había entrado en trance, Houdini se levantó la pernera del pantalón, dejando la piel desnuda en contacto con la sedosa pantorrilla de la médium. Al hacer ésta con el pie un movimiento casi imperceptible para oprimir un botón oculto (maniobra que Houdini había sospechado desde hacía mucho), la pierna de Harry vibró como un gong bien pulsado. El mago se puso en pie de un salto, acusó a Margery de impostora, denunció su proceder y volvió a su trabajo en el escenario, con sus 10.000 dólares y habiendo ahorrado 2500 a la revista Scientific American.
Fuera de la escena Houdini era un hombre tímido y pequeño (medía solamente 1,65 m de estatura), que vestía siempre ropa arrugada y hablaba haciéndose líos con los verbos y sus tiempos. En cambio en el escenario todo cambiaba. Houdini parecía adquirir la estatura de un gigante; le relucían los ojos, de color azul grisáceo; su dicción se volvía impecable; su traje siempre era inmaculado y el dominio de su arte era tal que, como dijo el difunto escritor Fulton Oursler. "Ese hombre podía escapar de todo, excepto de nuestra memoria".
Un sueño realizado. El Gran Houdini, cuyo verdadero nombre era Ehrich Weiss, nació en Budapest (Hungría) en 1874, el quinto de ocho hijos de un rabino pobre que emigró a Estados Unidos cuando Ehrich aún era un niño de brazos. De pequeño vendió periódicos, lustró zapatos y trabajó en una tienda de maletas de Milwaukee (Wisconsin), donde gustaba de examinar en su tiempo libre las cerraduras de baúles y maletas. A los 16 años de edad, después de leer la autobiografía de Robert-Houdin, el gran mago y diplomático francés del siglo XIX,. empezó a soñar con llegar a ser él mismo un gran mago. Cuando cumplió los 17 su familia se trasladó a Nueva York, y Harry Houdini, como dio en hacerse llamar entonces, fue aprendiz de cortador en una fábrica de corbatas durante el día, y mago cuando alguien lo alquilaba para una función teatral por una noche o un fin de semana. Con algún amigo suyo o su hermano Theo como ayudante, presentaba, en excursiones campestres de bomberos, en fiestas de caldereros y reuniones de ciertos gremios, un sensacional número en el cual ejecutaba una escapatoria tan rápida como inexplicable.
En junio de 1894 conoció a una chica de Brooklyn de nombre Bess Rahner y se casó con ella después de un noviazgo de dos días. El matrimonio duró 32 venturosos años, hasta la muerte del mago.
En 1900, convencido de que podría abrirse paso en el gran mundo del espectáculo, Houdini se trasladó con su número a Nueva York. Pero la ciudad se mostró indiferente. Resentido, Harry dijo a Bess: "Haz las maletas. Nos vamos a Londres". Una vez allí, el joven se presentó al empresario del Alhambra (el teatro de variedades más importante de la capital inglesa), le mostró su álbum de recortes y le pidió que lo sometiera a prueba. El empresario no se mostró impresionado por el hecho de que Houdini hubiera podido librar sus muñecas de las esposas norteamericanas. "Vaya a Scotland Yard", le indicó, "y si puede librarse de las esposas que ellos le pongan, quizá le dé una oportunidad".
Houdini fue a Scotland Yard y convenció a un jefe de detectives de que lo pusiera a prueba. El detective llevó a Harry hasta una columna, le puso las esposas, se caló el sombrero y anunció que se iría a almorzar. "¡Espere un momento!" le gritó el mago. "¡Voy con usted!" Y entregando las esposas abiertas al atónito inspector, lo tomó del brazo y cruzó con él la puerta.
El relato de aquel suceso apareció en todos los periódicos de Inglaterra y pronto se difundió por Europa la fama de Harry como "el hombre al que no puede aprisionar grillete alguno, ninguna cárcel ni cerradura". En 1905 volvió a Nueva York. Ya era una celebridad.
Visitante sin invitación. El año 1913 fue decisivo en la carrera de Houdini. Mientras él iba rumbo a Copenhague, murió su madre, quien había ejercido profunda influencia en su vida. Sin poder resignarse a tal pérdida ni perdonarse el no haber estado junto a su lecho de muerte, dejó a un lado el escepticismo y empezó a visitar médiums y espiritistas con la esperanza de comunicarse con ella. Pero todos los que visitó resultaron simples charlatanes. La gota que derramó el vaso llegó en cierta sesión cuando una voz (hablando inglés con un acento propio de la Universidad de Oxford) aseguró a Harry que era su madre y que se encontraba feliz en el "otro mundo". La madre de Houdini nunca había aprendido bien el inglés, y el poco que hablaba tenía un inconfundible acento judeoalemán. Furioso, Houdini emprendió una violenta campaña que lo convirtió en el terror de todos los espiritistas impostores.
En 1923, a la edad de 49 años, empezó a hablar de retirarse. Su popularidad, fomentada por sus actuaciones en el cine, nunca había sido mayor. Sin embargo tenía el presentimiento de su muerte inminente. Veía presagios en hechos extraños: el inexplicable sonido de la voz de su madre llamándolo por su nombre; las singulares reacciones de los animales en su presencia. En Nueva York, una noche lluviosa de octubre de 1926 telefoneó a Joseph Dunninger, célebre mago y adivino, y le pidió que fuera a su casa. Al llegar éste, Houdini le pidió que lo ayudara a llevar unas cajas a cierto almacén situado en el otro lado de la ciudad. Apenas se pusieron en camino, Houdini pidió a Dunninger de repente que regresara. Ya ante la casa, el primero se apeó del auto. Permaneció un rato bajo la lluvia sin decir palabra y luego volvió a subir al coche. "Sólo quería echar una última ojeada a mi casa", reveló. "Nunca volveré a verla".
Pronto salió Harry en una gira que lo llevaría a recorrer los Estados Unidos y el Canadá. En Montreal dio una conferencia en la Universidad McGill sobre las imposturas del espiritismo. Ello enfureció a los médiums locales, que decidieron unánimemente atacarlo. Por la mañana del día de su última actuación en Montreal, Houdini yacía agotado sobre un diván de su camarín cuando llegaron varios estudiantes que habían asistido a su conferencia. Uno de ellos deseaba hacer un dibujo de Houdini y había sido invitado; los otros se presentaron sin invitación. De pronto uno de estos últimos empezó a atacar las opiniones antiespiritistas del mago, quien, demasiado cansado para discutir, trató de calmar a su visitante, aunque sólo consiguió enfurecerlo más y hacerlo gritar: "¿Es cierto que es usted tan fuerte que puede recibir un golpe en cualquier parte del cuerpo sin sufrir daño?" Houdini murmuró algo. Su interlocutor empezó a golpearlo salvajemente en el plexo solar sin que el mago hubiera podido prepararse.
Aunque estaba gravemente lesionado, Houdini logró disimularlo, y lo cierto es que se presentó en el escenario para la función anunciada. Pero los días siguientes fueron para él un tormento, pues perdía y recobraba el conocimiento intermitentemente. En Detroit se desmayó y fue conducido al Hospital de la Piedad con el apéndice perforado y con peritonitis. Bess, que también había estado enferma, se reunió con su esposo en la clínica. El 29 de octubre Houdini, ya exhausto, se enfrentó a su problema final. "Mi madre nunca pudo ponerse en contacto conmigo", le dijo a Bess con voz jadeante. "Si algo sucede, debes estar preparada. Recuerda este mensaje: Rosabelle, dulce Rosabelle". Poco después Harry había muerto; falleció, cosa extraña, el 31 de octubre, víspera del día de Todos los Santos: temporada, por tradición, de brujas y fantasmas.
Pero su muerte no puso fin a su historia. A lo largo de los años siguientes los mismos médiums cuyos trucos tan laboriosamente había denunciado Houdini empezaron a decir que estaban recibiendo mensajes del mago desde el más allá. "Si Houdini sigue enviando tantos mensajes", comentó el popular humorista Will Rogers, "dejará sin trabajo a la oficina de telégrafos".
Durante los diez años siguientes, en cada aniversario de la muerte de su marido, Bess permaneció sentada en su hogar ante un retrato del maestro iluminado por velas, esperando alguna señal que nunca llegó. En 1936, diez años después de la muerte del Gran Houdini, Bess apagó la luz.
Pero entre los magos y prestidigitadores aún hay algunos que cada año, en el día de Todos los Santos, se dirigen al lugar en que el maestro está enterrado. Y allí aguardan alguna señal de que el invencible Houdini haya logrado realizar el más sensacional de sus escapes.