Publicado en
enero 22, 2020
TRIUNFADORES
Por Ana Veciana Suárez
NORMA GARCÍA GUILLÉN sabe muy bien lo que es el trabajo duro y lo que son los tiempos difíciles. De hecho, su origen humilde y la perseverancia con que su familia se enfrentó a la adversidad han sido su inspiración cuando se siente intimidada y exhausta.
Norma nació en una familia de cinco hijos cuyos padres, mexicanos que llegaron como inmigrantes in-documentados, apenas habían cursado la educación básica. Eran tan pobres, que cuando Norma nació, no pudieron comprarle ropita para salir del hospital; tan pobres, que cuando ella cumplió 12 años, empezó a trabajar 12 horas al día los fines de semana en un puesto de un mercado.
Hoy en día Norma es una talentosa abogada que trabaja para un prestigioso despacho de California. En su tiempo libre, Norma regresa a su antigua escuela secundaria para asesorar al equipo que simula juicios, en el cual empezó a adquirir el gusto por la carrera de leyes.
"Al mirar atrás, me doy cuenta de lo mucho que mis padres habían hecho por nosotros, lo que me causa admiración", dice, con la voz entrecortada por la emoción. "Trabajaban tan duro y nunca dejaron de trabajar así. Crecer con poco lo hace a uno querer trabajar aún más duro para triunfar".
Y, de hecho, ella ha triunfado.
A principios de este año, Norma, de 30 años, pidió licencia por maternidad para cuidar de su primera hija, Eliana Fe Guillén. Norma y su esposo, José Guillén, agente aduanal de Estados Unidos, viven en el poblado de Santa Ana, donde ella se crió. Cuando ella no está en casa cumpliendo con su nueva responsabilidad de mamá, dedica acostumbradas largas horas en el despacho de 450 abogados de Sheppard Mullin, donde es uno de los cuatro miembros originales del equipo del sector latino.
Ella es parte importante de los esfuerzos de extensión del despacho a empresas de latinos, para lo cual le ha resultado útil ser bilingüe y bicultural. Su jefe, Robert Beall, el hombre que la reclutó cuando estudiaba el segundo año de derecho, la describe como "un gran recurso con una increíble abundancia de energía". Y agrega que, cuando Norma decide hacer algo, ella se concentra hasta lograr su meta.
Beall relata un viaje que su protegida hizo el año pasado a México con un socio que "tenía dificultades con el idioma". Al principio, las per-sonas importantes cuestionaban el reunirse con los abogados estadounidenses, pero Norma se puso a la altura de las circunstancias y contribuyó a que los líderes mexicanos asistieran a la reunión.
"Ése fue un ejemplo perfecto de cómo lo sociable de Norma y su dominio del idioma abrieron las puertas para nosotros", dice Beall. "Al final, parecían grandes amigos".
Aparte de la vida confortable con la que hace unos años sus padres sólo podían soñar, ejercer el derecho también ha permitido que Norma corrija los males de los que fue testigo de niña. Con frecuencia pone a disposición de causas nobles su tiempo y conocimientos de leyes. El año pasado donó la increíble cantidad de 200 horas de trabajo por el bien social. Recuerda un caso en particular —lo califica como "muy sucio"— que incluía violencia familiar. Aunque evidentemente no puede revelar detalles, el caso la impactó. La hizo reflexionar sobre su vida, la comunidad en que vive, los valores que sus padres le inculcaron y, quizá más importante, cómo a su vez se los transmitiría ella a su hija.
"La experiencia de mi hija será muy diferente de la mía", señala Norma. "Tendrá mucho más de lo que yo tuve, pero no quiero que dé las cosas por sentado. Quiero inculcarle el sentido de aprecio y quiero que sienta el deber de retribuir a su comunidad".
Uno de sus momentos más memorables fue el día en que se graduó de la facultad de derecho. "Mis padres estaban tan orgullosos porque era la culminación de todo su duro trabajo. Yo empecé a llorar porque me di cuenta de que era un diploma más suyo que mío".
SAÚL Y GLORIA GARCÍA jamás dudaron que su tercera hija se dedicara a las leyes. Ambos crecieron muy pobres en un pueblo en el estado de Guerrero. Saúl García soñaba en secreto con ser abogado, pero ya que era uno de ocho hijos, no pudo estudiar más allá del sexto grado y tuvo que trabajar para ayudar a su fami-lia. Años después trabajó como policía en la Ciudad de México, donde conoció a su esposa Gloria. La madre de Norma, que tenía 13 hermanos, sólo había cursado hasta el tercer grado y trabajaba en una panadería. Tuvieron dos hijos en México antes de que Saúl cruzara la frontera a California. Meses después, mandó por su esposa e hijos. (Norma nació ya en Estados Unidos.) En Santa. Ana, ambos padres trabajaban en una fábrica. Más adelante, Gloria trabajó como costurera en una fábrica donde explotaban a los obreros y, para complementar sus ingresos, hacía pan para otros inmigrantes mexicanos y vendía joyas a sus vecinos.
A Los 12 AÑOS, Norma consiguió un trabajo en un puesto de mercado techado. El trabajo le dio un sentido de orgullo: podía ayudar a su familia y también tenía un poco de dinero para comprar regalos de cumpleaños y de Navidad. No obstante, pese a la estrechez económica, la educación siguió siendo una prioridad en la familia García. Sus padres nunca dejaron de asistir a las reuniones de convivencia, a las juntas de padres y profesores, ni a las obras de teatro escolares.
Norma sentía una presión especial. Le habían puesto ese nombre por una prima que tenía un aura casi mítica en la familia. Había luchado mucho para obtener su título en administración de empresas, pero poco después de graduarse murió en un accidente automovilístico. Saúl García nunca olvidó el esfuerzo que la prima Norma había hecho para alcanzar su meta. Él esperaba lo mismo de su hija.
En realidad, estaba convencido de que ella llegaría a convertirse en abogada, y empezó a llamarla "mi abogadita" desde que era muy pequeña.
"Yo siempre opinaba, expresaba mi punto de vista y siempre quería conversar con los adultos", dice Norma. También fue de ayuda que con frecuencia la llamaran para traducir o interceder por sus padres, ya fuera para llenar formularios de la escuela o para comprar una lavadora o secadora.
EN EL BACHILLERATO se interesó en la actuación, pero en el segundo año su creciente interés por las leyes la hizo participar en los equipos que simulaban procesos judiciales. Fue un éxito inmediato.
Aunque sus hermanos mayores habían asistido a escuelas locales, Norma se dirigió al noreste, al prestigioso Smith College. Pero su primer año fue terrible. Lejos de casa, extrañaba a su familia, tenía pocos amigos y los inviernos eran muy fríos.
Sin embargo, no estaba dispuesta a bajar los brazos, y hacia el segundo semestre tuvo una activa participación en grupos de latinas en el recinto y luego, de regreso a casa, trabajó para una organización no lucrativa hispana para promover el voto en el condado de Orange. Para cursar la carrera de derecho, regresó a su estado natal y asistió a la USC, donde fue reclutada por Shepard Mullin. Desde que se graduó en 2002, Norma ha litigado principalmente para empresas, en casos de fraude, incumplimiento de contrato y patentes.
A menudo es presentada como ejemplo cuando visita su alma mater, la Escuela Secundaria del Valle de Santa Ana, y le gusta decirles a los padres: "Trabajen tan duro como lo hacen y no dejen de creer que pueden lograrlo. Hablen con sus hijos sobre cómo les va en la escuela y vayan a sus obras de teatro aunque no entiendan lo que dicen. El mensaje será claro: si mis padres se preocupan por mí, yo también debo preocuparme".
Fotografías: Tatiana / La Moine