Publicado en
octubre 14, 2019
Lo que comenzó como el deseo de establecer una marca se convirtió en un extraordinario ejemplo de solidaridad humana.
Por Mel White.
ANTES DEL AMANECER, Ned Raub, de Waterford, Connecticut, encendió su radio de onda corta, se colocó los audífonos y se inclinó sobre el micrófono del escritorio. Estaba haciendo lo que más le gustaba: monitorear e intercambiar fragmentos de conversaciones con la otra mitad del mundo. De repente, la voz de un operador de radio aficionado indonesio, que hablaba en tono de angustia, captó su atención.
—¡Eso es terrible! —exclamó la voz—. Espero oírte mañana. Buena suerte, XU1SS.
Ned sintió un vuelco en el corazón. Esa clave era la del único radioaficionado camboyano, Piseth Keo, "Seth", que se encontraba en un campo de refugiados en la frontera entre Tailandia y Camboya. Si Ned lograba comunicarse con él, alcanzaría el objetivo de toda su vida: establecer contacto por radio con todas las naciones y territorios que figuraban en la lista oficial de radioaficionados.
Los muros de la habitación donde tenía su radio estaban tapizados de tarjetas que confirmaban sus contactos, enviadas por personas de 321 naciones o territorios. Pero esa mañana de octubre de 1987, mientras Ned intentaba establecer su primera comunicación con un camboyano, Keo volvió a desaparecer entre el ruido de las interferencias.
A la mañana siguiente, Ned volvió a sintonizar la frecuencia de Seth. De pronto escuchó la débil voz del camboyano:
—Habla XU1SS. Lo escucho.
—XU1SS, habla WIRAN, en Connecticut. Me alegra mucho haberte localizado, Seth. Te he estado buscando desde hace muchísimo tiempo. —Después de que intercambiaron direcciones, Ned solicitó—: Por favor, cuéntame de ti.
Hubo un breve silencio, y luego Seth comenzó:
—Soy un refugiado de guerra camboyano, y he estado separado de mi familia desde hace muchos años. Tuvimos un problemita anoche en el Campamento II.
El "problemita" había consistido en una andanada de bombas de mortero procedente de las fuerzas de ocupación vietnamitas, que habían disparado desde el otro lado de la frontera camboyana. El incendio que siguió había destruido casi todo, incluido el reloj, el mapa y los audífonos de Seth.
Tras apagar el aparato, Ned se arrellanó en la silla. En el lapso de una o dos semanas, cuando llegara la tarjeta de Seth, su colección estaría completa. Pero había algo en ese solitario radioaficionado camboyano que lo había conmovido.
Esa noche, durante la cena, Ned le contó a su esposa, Shirley, sobre Seth.
—No puedo colgar en la pared la clave de este hombre y luego olvidarme de él —comentó.
Al día siguiente, Ned compró un reloj, un mapa y unos audífonos, para sustituir los que Seth había perdido en el incendio. Al atardecer, el paquete, en el que también iban ocultos dos billetes de 20 dólares, ya iba rumbo a la frontera entre Tailandia y Camboya.
Ned Raub, ante su trasmisor-receptor, en Connecticut.
"Estimado caballero Ned". Durante semanas, Ned esperó ansioso noticias de su amigo; pero XU1SS había vuelto a enmudecer. Quizá Seth no tenga energía eléctrica, pensó.
En el ínterin, Ned descubrió que el Campamento II era el más grande de los diez centros que el gobierno tailandés había construido para los refugiados camboyanos. Con tantos refugiados que se albergaban allí, los tailandeses no podían hacer gran cosa por aliviar su penosa existencia.
Por fin, una tarde de enero de 1988, Shirley le entregó a Ned una carta de ultramar. La enviaba Seth, y contenía una tarjeta con la clave radiofónica del remitente.
"¡Estimado caballero Ned!", comenzaba la misiva. Seth le agradecía a Ned el envío y pasaba a relatarle su historia personal: "Tengo 24 años, soy soltero y estoy solo. Hasta 1975 viví con mi familia, compuesta de diez miembros. Por desgracia, me dicen que los jmer rojos comunistas los han ejecutado a todos, aunque en agosto pasado me informaron que mi hermano mayor todavía está vivo, en una prisión vietnamita en Camboya. Por ahora, estas son las tres cosas que me preocupan: conseguir alimentos, sacar a mi hermano de la prisión y hacer que siga funcionando mi radio. Aquí lucho día a día por sobrevivir. Soy como una rana que nada en círculo en un profundo pozo. Puedo sobrevivir mucho tiempo, pero en ocasiones me pregunto si podré resistir".
Desde aquel día, Ned vio como propias las preocupaciones de Seth. Él y su nuevo amigo se comunicaban con frecuencia. Recurrían al correo para los mensajes confidenciales y, cuando el radio de Seth volvió a funcionar, conversaban hasta altas horas de la noche.
—Los radioaficionados japoneses que visitaron la frontera tailandesa en 1983 regalaron este aparato de onda corta a los generales —explicó Seth en cierta ocasión, refiriéndose a los líderes de la resistencia camboyana—. Como tenía yo conocimientos de electrónica, me pidieron que les enseñara a operarlo. Pero no tardaron en perder interés, y ahora el radio es mío.
Para Seth, el equipo de onda corta se convirtió en un vínculo con el mundo exterior al Campamento II. Se las había ingeniado para rescatar un viejo acumulador de automóvil con el que suministró corriente eléctrica a su trasmisor-receptor y, más adelante, consiguió un panel solar capaz de recargarlo.
Los dos hombres hablaban a menudo a través de los husos horarios.
—Cuando tenía yo 12 años de edad —empezó Seth un día—, los jmer rojos se llevaron a mi padre, maestro de matemáticas y ciencias, para ejecutarlo. Poco después, me separaron de mi familia mientras huíamos de los combates. Entonces me capturaron los jmer rojos y me obli-garon a cavar zanjas. Fue muy duro.
Por otras charlas en onda corta, Ned se enteró de que Seth había escapado de sus captores y recorrido dos veces a pie todo Camboya, en busca de su familia. Fue testigo de la invasión vietnamita de 1979 y finalmente se integró a un nuevo grupo de resistencia conocido como Frente de Liberación Nacional del Pueblo Jmer, que lo entrenó como oficial de comunicaciones.
Durante una misión de alto riesgo contra los vietnamitas, Seth estuvo a punto de perder la vida en un ataque con cohetes. Antes de que sanaran sus heridas, contrajo paludismo. Temiendo que el muchacho muriera, su comandante lo envió al Campamento II para que reposara y le dieran medicamentos.
Cuerda de salvación. Ned trató de enviar a Seth medicinas de contrabando ocultas en un manual de radio, pero los guardias del campo tailandés confiscaron el paquete antes de que llegara a él. "No te preocupes", escribió Seth a su amigo. "Desde que lanzaste una cuerda de salvación a mi profundo pozo y yo la cogí, mi vida está mejorando. Te estoy muy agradecido. Si pudiera yo ayudar a mi hermano —el único sobreviviente de mi familia—, todo estaría bien".
Al otro lado del mundo, Seth Keo, en el Campamento II
Herido y capturado por los vietnamitas, al hermano mayor de Seth lo habían acusado de espionaje. Estaba recluido junto con otros 32 presos políticos enfermos y lesionados.
—Quiero sacar a Seth de ahí —le dijo Ned a Shirley—. Pero él nunca será feliz si deja que su hermano muera en la prisión.
Ned recordó algo que Seth le había contado: a veces, los vietnamitas liberaban a los prisioneros mediante pago en oro.
Los Raub no era ricos, pero poseían una pequeña herencia. Cuando Ned se enteró de que un matrimonio de médicos viajaría a Bangkok, les suplicó que le llevaran a Seth la suma del rescate. La pareja accedió, y Ned avisó a Seth que estuviera atento a la llegada de dos médicos estadunidenses, Don y Kathy.
Después de seis semanas, Seth divisó a una joven mujer blanca cerca de una enfermería del campamento.
—¿Es usted la doctora Kathy? —le preguntó.
—No. Pero, ¿eres tú Seth? —replicó la mujer.
Resultó que a los dos médicos les habían negado la entrada al Campamento II, pero le habían confiado el dinero del rescate a una trabajadora de asistencia a refugiados que se dirigía a ese campamento.
La joven dijo al camboyano:
—Tengo algo que te envía Ned. Y le entregó un abultado sobre.
Al abrirlo, Seth encontró un fajo de billetes tailandeses.
"¡Me quedé estupefacto!" , escribió Seth a Ned esa misma noche. "Dios ha respondido a mis plegarias. ¡Mi hermano será puesto en libertad!"
Tal vez no sea huérfano. Seth cambió por oro la dádiva de Ned y Shirley. A través de un intermediario, los vietnamitas recibieron el pago del rescate y liberaron al hermano de Seth. Pero este falleció poco después; los hermanos nunca tuvieron la dicha de reunirse. "No obstante, morir como hombre libre", escribió Seth a los Raub, "es importante para un jmer. ¡Gracias por ayudarme a liberar a mi hermano!"
Llegaron más refugiados de Camboya al Campamento II, y un día Seth identificó a un viejo conocido suyo. Aquel hombre le informó que en 1986 había visto, en otro campo de refugiados, una nota de la madre de Seth en un tablero de anuncios, en la que pedía noticias de su familia.
—¡Quizá esté viva! —le comunicó Seth, entusiasmado, a Ned. Es posible que, después de todo, no sea yo huérfano.
A las seis semanas de presentar una solicitud de investigación a la Cruz Roja Internacional, Seth supo por un amigo que su madre podría estar en las Filipinas, en un campo de refugiados llamado Morong.
El 11 de septiembre de 1988, XU1SS estableció contacto con Mosquitero, una red informal de operadores de radio filipinos. Cuando Seth explicó que se creía que su madre estaba en el Campamento Morong, sus compañeros radioaficionados —Cooter Sevilla, Dodi Purugganan y Linda Mison— aceptaron ayudarle a localizarla. Alrededor de una semana después, los tres fueron en automóvil al campamento, llevando una cinta grabada en la que Seth hablaba a su madre en camboyano.
—Aquí está el nombre de la madre —confirmó el administrador del campamento, tras buscar en el registro—. Y también están tres hermanos y una hermana.
De hecho, los radioaficionados filipinos habían llegado apenas a tiempo, porque la familia debía partir a Estados Unidos unos días después.
Encontraron a la madre de Seth en el Edificio 222. Aunque baldada por la artritis, Kimson Keo seguía siendo una mujer hermosa que había sobrevivido a largos años de sufrimiento. Sus ojos escudriñaban los rostros de esos extraños, tratando de entender qué deseaban. Entonces comenzó a funcionar la grabadora, y por las arrugadas mejillas de la mujer empezaron a correr lágrimas de gozo, mientras escuchaba:
"Madre, te habla tu hijo Piseth. Todavía estoy con vida. Estos filipinos son amigos míos y te llevan mis saludos".
Más tarde, aquella misma noche, Dodi y Cooter instalaron una antena en el campamento y establecieron contacto radiofónico con XU1SS. Kimson y cuatro de sus hijos escu-charon arrobados la voz de Seth por el aparato, en medio de la estática. Luego, con voz casi inaudible, Kimson logró pronunciar su nombre: "Piseth... Piseth... Piseth". Eso fue cuanto pudo decir. Durante la si-guiente hora, las ondas de radio llevaron de ida y de regreso las voces de esta familia.
Encuentro en Manila. Varios días después, la madre de Seth, sus tres hermanos y su hermana partieron hacia Seattle, Washington, con la esperanza de que en breve toda la familia se reuniera en su nuevo hogar. Durante los ocho meses siguientes, Ned Raub, en Estados Unidos, y Cooter Sevilla, en las Filipinas, recu-rrieron a todas sus relaciones para hacer posible esta reunión. Tan sólo Ned escribió más de 160 cartas y peticiones, además de incontables recordatorios, en favor de Seth.
Finalmente, en la primavera de 1989, Sevilla tuvo noticias del Consejo de Seguridad Nacional de Tailandia de que se enviaría a Seth a un campamento de refugiados en las Filipinas. Con suerte, se autorizaría después al joven a reunirse con su familia en Estados Unidos.
"Por favor, comunica a todos nuestros amigos", escribió Seth, después de darle las gracias, "que ya he salido a medias del profundo pozo".
El 23 de junio de 1989, Seth aterrizó en el aeropuerto de Manila. Ese octubre, dos años después de su primer contacto por onda corta con Ned Raub, él y Sevilla dieron la bienvenida a suelo filipino al radioaficionado estadunidense.
—Hola Ned! —lo saludó Seth con toda naturalidad. Lo había reconocido por la clave grabada en letras doradas en su gorra de beisbolista.
—¡Hola, Seth! —le contestó Ned, y sacó de su maleta de mano una gorra igual para su amigo, con la clave XU1SS inscrita en caracteres dorados. Sonriendo, mientras Ned le colocaba la gorra en su cabeza, Seth exclamó:
—¡Me encuentro a medio camino del cielo!
Aquella noche, cuando festejaban el encuentro, Seth hizo un anuncio. Naroth Lee, una joven camboyana a quien había conocido en el Campamento II, lo seguiría a las Filipinas para convertirse en su esposa.
En los próximos 16 meses, mientras Seth esperaba en el Campo Morong, Ned y los filipinos llevaron adelante sus campañas burocráticas para liberar a su "ranita" de su profundo pozo. Al fin, el 28 de febrero de 1991, Seth y su flamante esposa aterrizaron en Seattle. En la atestada terminal de pasajeros, el hermano menor de Seth enarbolaba un letrero escrito a mano, con la frase "¡Bienvenido a casa!", en camboyano y en inglés.
Seth se lanzó a los abiertos y expectantes brazos de sus hermanos y hermana. Luego divisó a su madre, que, apartada de la muchedumbre, sonreía y trataba de contener las lágrimas.
—Creí que nunca volvería a verte —dijo ella cuando se abrazaron.
Rebosante de gratitud y satisfacción, la mujer soltó el llanto. Poco después, la familia reunida se hallaba en medio del concurrido vestíbulo del aeropuerto, estrechándose en un fuerte y gozoso abrazo.
Seth Keo estudia actualmente en una escuela superior. El 22 de noviembre de 1991 nació Edward Nora Keo, hijo de Seth y Naroth. Al escoger el nombre de su hijo, los orgullosos y agradecidos padres decidieron honrara Edward (Ned) Raub.
FOTOS: © RICK TANGO