PARA QUE SUS HIJOS LOGREN LA EXCELENCIA
Publicado en
mayo 15, 2018
Fomentar la actitud, el carácter, y la estrategia correctos es la clave...
Por John Anderson (ex profesor de psicología en la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, es ahora director del Centro de Liderazgo Creativo y presidente del Centro de Psicología del Deporte.).
SU HIJA DE DIEZ AÑOS va a bailar en su primer festival escolar. Está nerviosa, y usted teme que corneta errores. Sin embargo, cuando el piano le da la entrada, la niña se desliza por el escenario con gran aplomo, y todos sus movimientos son impecables.
Su hijo de 17 años va a presentar sus exámenes de ingreso en la universidad. Al dejarlo en el lugar donde va a examinarse, usted lo despide con unas palabras de aliento; luego vuelve a su casa a preocuparse. Pero cuando el muchacho regresa, este se nota tranquilo y satisfecho. Mientras sus compañeros eran presa del pánico, su hijo respondía las preguntas rápida y metódicamente. Al final obtuvo unas calificaciones excelentes que le garantizan la admisión a la universidad.
Los padres de familia sueñan con que sus hijos brillen en la vida y den lo mejor de sí. Y, sin embargo, ¿quién no ha visto una tarjeta de calificaciones u oído un solo de trompeta en los que no se aprecia toda la capacidad de sus hijos?
¿Por qué algunos niños logran una y otra vez rendimientos superiores, mientras que otros, por lo menos tan talentosos como aquellos, no los consiguen? Muchos padres creen que la excelencia está determinada en gran medida por el talento natural; así, el estudiante que tiene el cociente de inteligencia más alto obtendrá las mejores calificaciones, o el atleta más diestro superará a sus compañeros de equipo.
La vida me ha enseñado que las cosas no son así. No hay duda de que los genes influyen en la determinación del rendimiento, pero no lo son todo. También cuentan —y mucho— la actitud mental, el carácter y la estrategia. Y he descubierto algunas fórmulas sencillas para que los padres ayuden a sus hijos a desarrollar esas características:
Busque algo que elogiar. Uno de mis estudiantes de posgrado, Othon Kesend, pidió a un grupo de atletas de categoría internacional que identificaran aquellas cosas que más hubieran influido en ellos al principio de sus carreras. El 95 por ciento respondió lo mismo: el apoyo de sus padres.
Un niño que se siente bien consigo mismo tiene éxito. La clave para motivar a un niño a tener rendimientos superiores está en cultivar esa autoestima, y nunca es demasiado pronto para empezar.
Me encanta observar a mi colega del Centro de Psicología del Deporte, Roberta Vasco Kraus, cuando trata de que su hijo de dos años se sienta triunfador. "Tommy", le dice, "intenta levantar del suelo tres juguetes. Uno... Muy bien, Tommy. Dos... ¡Bravo! ¡Tres! ¡Perfecto!" Y le aplaude y lo abraza. Algunos considerarán esto demasiado trivial; pero la autoestima se construye con pequeñeces, una tras otra.
Enseñe, no censure. Si pudiéramos grabar los comentarios que los padres suelen hacer acerca del desempeño de sus hijos, seguramente escucharíamos un alto porcentaje de observaciones negativas, lo cual es en verdad lamentable. Peor todavía, las críticas van en ocasiones acompañadas de palabras desdeñosas: "¡Eres tan tonto!" "¿Por qué no puedes meterte esto en la cabeza?" "¡Pero qué torpe eres!"
Si a todas horas le dice a su hijo que está plagado de fallas, acabará por creerlo. En todo caso, critique la conducta, no al niño. Cada vez que le indique que algo está mal, explíquele qué está bien. Así, un "¡No tomes la pelota de ese modo!" debe ir seguido de un "Sosténla con las dos manos, contra tu cuerpo".
Hágale saber siempre lo que usted quiere que haga, no lo que no quiere. Lo último que se le dice a una persona antes de un momento difícil es lo que va a recordar. Ese pensamiento debe llevarla a realizar una acción positiva.
Determine los puntos fuertes de su hijo. Con demasiada frecuencia, tratamos de moldear a los niños para que sean lo que queremos que sean o para que les guste lo que queremos que les guste, en lugar de escuchar sus opiniones y de analizar el concepto que tienen de sí mismos. Lo primero que le pregunto a un niño es: "¿Qué te gusta hacer? ¿Qué te divierte? ¿En qué destacas?" No busco que me hagan una relación de los trofeos que han ganado ni de los logros que han alcanzado; quiero respuestas sencillas, cosas de las que los chicos se enorgullezcan: "Puedo lanzar muy alto la pelota", "Se me da la historia", "Me gusta cantar".
En ocasiones, las respuestas de los chicos nos ponen sobre la pista de talentos que no habíamos sospechado. El niño que afirma con orgullo que puede pararse sobre un solo pie, quizá nunca sobresalga como beisbolista, pero, si se le presenta la oportunidad, puede llegar a ser un excelente esquiador.
Estimule el autoelogio. Suponga que su hija está aterrada porque va a tocar un solo de trompeta ante toda la escuela. Usted puede ayudarle a crear en su interior una sensación de éxito. Divida la actuación en etapas. La primera consiste en sacar la trompeta de su estuche. "¿Puedes hacerlo?" Sí. ("¡Bien!") La segunda, en armar el instrumento. "Lo puedo hacer". ("¡Perfecto!"). Después debe cerciorarse de que la trompeta esté en buenas condiciones. Llegado el momento de tocar las primeras notas, tendrá en su haber una serie de triunfos, y el último paso no le parecerá tan difícil después de todo.
Quien se dice a sí mismo cosas positivas sobre sí mismo refuerza el concepto en que se tiene y, en consecuencia, se desempeña mejor. De que uno se desempeñe mejor se sigue que se elogie más, lo cual lo lleva a tener un más alto concepto de sí mismo, lo que a su vez da lugar a un desempeño todavía mejor. El "Realmente estoy tocando bien hoy" se convierte en "Soy un buen trompetista", y esto reafirma la confianza del niño en su capacidad para ser un mejor trompetista.
Enseñe a su hijo a relajarse. Para desempeñarse brillantemente, es indispensable saber relajarse. Cuando está uno relajado, tiene mayor claridad mental y el organismo funciona con óptima eficiencia.
Comience por la respiración. Muéstrele a su hijo lo que sucede en una respiración profunda. "¿Ves cómo se hunde tu estómago y luego vuelve a abultarse? En realidad, desde allí respiras. Ten conciencia de lo que sientes". Enséñele a respirar hondo, a sentir cómo entra el aire.
Luego hay que encontrar un pensamiento que lo haga sentirse relajado. Piense, por ejemplo, en un pasaje musical, imagine la sensación de la arena cálida en la playa o de la brisa que agita las hojas. Enséñelo a concentrarse únicamente en esa idea hasta que se calme. Un estado de serenidad contribuye a alejar las distracciones y a fijar la mente en la tarea que se tiene por delante.
Concentración, concentración. Los padres se quejan a menudo de que no pueden mantener la atención de sus niños más de unos segundos. Sin embargo, esos mismos chicos se entretienen horas enteras con juegos de video y rara vez apartan los ojos de la pantalla.
Con algunos ejercicios cortos, usted puede mejorar la capacidad de concentración de su hija. A una niña muy pequeña, cántele una canción y pídale que preste atención a la letra. Luego hágale preguntas sobre lo que acaba de escuchar. Si es de mayor edad, pídale que observe una plana de números; quítele después la plana. "¿Qué números recuerdas de la primera hilera?"
Ensaye mentalmente. Una destacada bailarina me contó una vez que ella repasa toda su función en la cabeza, movimiento por movimiento, tomando para ello el mismo tiempo que le implicaría efectuarlo en el escenario. "Siente" cómo levanta el brazo o arquea los dedos del pie; "oye" el ritmo de la música. Los mejores atletas, lo mismo nadadores que futbolistas y esquiadores, también visualizan sus actuaciones.
Como los niños poseen una viva imaginación, no les cuesta trabajo visualizar acontecimientos. Antes de un examen, inste a su hijo a estudiar mucho y a producir después una película mental de toda la prueba, desde el instante en que suena el timbre de inicio de clase hasta que el maestro pide a los alumnos que dejen de escribir. Después de varias visualizaciones, el examen mismo le parecerá muy familiar.
Recuérdele a su hijo sus éxitos. Una buena tarjeta de calificaciones, pegada en un lugar donde su hija pueda verla, le recordará que es capaz de hacer bien las cosas, y consolidará su necesidad de repetir el triunfo. Pero no se limite usted a los éxitos pasados. Induzca a su hijo a conseguir nuevas victorias hablándole de los premios y los certificados que aún puede ganar. Aliéntelo: "Lo lograste en 1991. ¡Vuelve a lograrlo en 1992!"
Establezca etapas para alcanzar un objetivo. Supongamos que su hijo aspira a obtener una calificación de "excelente" en historia. Dibuje una escalera y ponga el "excelente" en el último peldaño. Pegue el dibujo en un sitio visible. El primer peldaño puede ser: "Asistir a clases todos los días". El segundo: "Entregar las tareas a tiempo". El tercero: "No atrasarse en las lecturas de clase".
El que el chico falle en una etapa no significa que el objetivo esté perdido. Basta con que regrese a la etapa anterior y vuelva a avanzar. También es importante que los objetivos sean personales. La meta debe ser "un excelente en historia", no "una calificación más alta que la de fulanito".
Algunos padres tratan de estimular a sus hijos sobornándolos, asustándolos o haciendo que se sientan culpables. Todos estos métodos fracasan. Tal vez su hija se sienta feliz de recibir dinero a cambio de un "excelente" en su tarjeta de calificaciones.
Pero es el reconocimiento, no el dinero, lo que la complace. El temor produce resultados, ciertamente, pero sólo por un tiempo. Si usted me apunta con una pistola a la cabeza, haré cuanto me ordene; pero, apenas baje el arma, pensaré en vengarme, no en mejorar mi desempeño.
No existen atajos para llevar a su hijo a dar lo mejor de sí. Esto se logra mediante el largo camino del apoyo, del estímulo y del trabajo duro. Y esos esfuerzos dan por resultado no únicamente el logro de la excelencia, sino unas relaciones más estrechas y afectuosas entre padres e hijos.