FESTIVO ESPLENDOR DE LOS ADORNOS NAVIDEÑOS
Publicado en
mayo 11, 2018
Con el paso de los siglos, la decoración del árbol de Navidad se ha ido enriqueciendo.
Por Eva Stadler.
EL GRAN ÁRBOL de Navidad se decoraba con muchas manzanas doradas y plateadas. De todas sus ramas brotaban, como capullos, mil y una almendras azucaradas, bombones de colores y otros dulces maravillosos. Así describió el escritor alemán E.T.A. Hoffmann el árbol de Navidad en su cuento El cascanueces y el rey de los ratones, escrito en 1816. En aquel entonces, la práctica de adornar un árbol en la época navideña era nueva todavía.
Adornos navideños de fines del siglo XIX, hechos de papel y de cartón. Foto: Ursula Pfistermeister.
A fines de la Edad Media, la gente solía embellecer las habitaciones de sus casas con ramas de árboles perennes, si bien las autoridades prohibían una y otra vez la tala de ramas en la Navidad porque perjudicaba los bosques. Por su parte, la Iglesia condenaba, por considerarlo pagano, el hábito de poner atados de ramas que supuestamente espantaban a los demonios entre la Navidad y la Epifanía. Pero el árbol de Navidad, que para los creyentes constituía también un símbolo del árbol del paraíso, fue cobrando cada vez más y más popularidad.
Corazón de seda y figuras ornamentales hechas con hilos trenzados; tanto aquel como estas tienen 90 años de antigüedad. Foto: Claus Hansmann
En un principio no se colgaban más que adornos comestibles: fruta, dulces, nueces, huevos y obleas. A partir del siglo XVII, la gente empezó a confeccionar a mano adornos más festivos: piñas de abeto pintadas de dorado y cascarones de huevo recubiertos de latón finamente repujado. Se usaban flores de papel y exquisitas creaciones de algodón. De sólidas láminas de latón surgían las hadas del árbol navideño. Los alambres de hojalata podían enrollarse, enroscarse en espiral, arrugarse o prensarse para transformarse en oropel. Con hojas de papel de plata se creaban delicadas estrellas, mariposas y capullos.
Carruaje tirado por un avestruz, hecho en el siglo XIX en cartón de plata estampado. Foto: Ursula Pfistermeister.
En 1848, los habitantes de Lauscha, en la región alemana de Turingia, pudieron comprar por primera vez esferas navideñas de diferentes tamaños. Las brillantes esferas se hacían de vidrio transparente o de colores; su interior lo recubrían de plomo, y a la parte externa le daban un acabado lustroso. Este proceso lo habían ideado unos sopladores de vidrio de esa localidad, quienes hasta entonces se habían dedicado a producir vasijas, ventanas circulares y, sobre todo, collares de perlas de vidrio rellenas de cera. Conforme cambiaba la moda, tenían que crearse productos nuevos, y los adornos navideños prometían buenas ganancias.
Un angelito regordete tocando la cauta, confeccionado on cera más o menos en 1900. Derecha: del siglo pasado, un dirigible de vidrio envuelto en alambres de hojalata. Abajo: amazona circense, de pie en un caballo; figura de cartón chapado con plata. Foto angelito: Siegfred Gragnator/IWZ. Fotos: Ursula Pfistermeister.
Cuando en 1867 se abrieron varias fábricas de gas en Lauscha, los artesanos pudieron crear grandes esferas de pared delgada, valiéndose de una flama de gas muy caliente y ajustable. Poco tiempo después se comenzó a usar el nitrato de plata en lugar del recubrimiento reflector de plomo —el cual es nocivo para la salud—, y así nació la actual esfera de Navidad.
Delicada ánfora, hecha en estilo libre con la técnica del vidrio opiado, y pintada; data del siglo XIX. Foto: Ursula Pfistermeister.
No había límite para la fantasía de los sopladores de vidrio: creaban pájaros, Santa Clauses y uvas en moldes de cerámica, y confeccionaban muchos otros objetos en un estilo libre, como tarros, delicadas ánforas y trompetas que podían incluso emitir sonidos. Las mujeres y los niños pintaban esas creaciones con polvo dorado y plateado, o las decoraban con unas diminutas esferas de vidrio llamadas "rocío veneciano", o con hebras y borlas de seda.
Figuras de paja. Foto: Nilson/Anthony.
Durante varios decenios, Lauscha siguió siendo el principal productor de adornos navideños del mundo. En los años veintes se unieron a esta industria la ciudad bohemia de Gablunka y los japoneses, y en los treintas hizo otro tanto Polonia y, posteriormente, Estados Unidos.
Relucientes figuras de vidrio asoman entre los retoños del pino. Foto: Nilson/Anthony,
Por increíble que parezca, los adornos navideños estaban sujetos a los caprichos de la moda. El pino profusamente decorado con adornos multicolores, que tanto cautivó a las familias antes de 1900, se consideró de mal gusto a principios de siglo y se le sustituyó por el árbol artificial plateado. Más adelante se volvió al árbol natural, con estrellas de paja y figuras de papel y cartón.
Molde de cera que representa a la Virgen María, San José y el Niño (siglo XVIII). Foto: Claus Hansmann.
Al principio, la gente misma confeccionaba sus propias figuras en casa, pero luego surgió también una industria. En las poblaciones alemanas de Dresde y Leipzig, así como en sus alrededores, se erigieron fábricas que se especializaron en el estampado hueco de cartón dorado o plateado, para producir figuras que parecían prensadas a partir de láminas de metal. Los adornos de Dresde los pintaban a mano personas que trabajaban en su casa, y eran sumamente variados. Además de instrumentos musicales, había diversos objetos técnicos —como ruecas, carruajes tirados por caballos, vapores de remos y dirigibles— y animales. Las ramas de los árboles navideños se poblaban de ranas, cigüeñas, faisanes, osos y elefantes. Los adornos de madera pertenecen propiamente al siglo XX. Los ángeles policromos y los juguetes finamente tallados sólo son unos ejemplos.
Molde de cera que representa la adoración de los Reyes Magos (siglo XVII). Foto: Claus Hansmann.
Hoy son contadas las salas en que no hay, en Navidad, un pino profusamente decorado. Y es que no respiramos de veras el espíritu de la Navidad hasta que el árbol se ilumina con festivo esplendor.
Muchos de nosotros tenemos estrellas de paje. Foto: Claus Hansmann.
© 1988 POR LA DOCTORA EVA STADLER, CONDENSADO DE "MADAME" (DICIEMBRE DE 1988), DE MUNICH,