Publicado en
diciembre 25, 2017
PASAJERO INTRUSO. Durante la Segunda Guerra Mundial, un piloto de la Real Fuerza Aérea británica de licencia en Londres, junto con otros compañeros, logró trepar a un autobús en la hora de mayor tránsito. Una vez que la cobradora los contó, advirtió en seguida: "¡Hay un pasajero de más; alguien tendrá que bajarse!" Pero nadie se movió, y entonces gritó: "¡Si el último que subió no se baja, tendré que llamar al chofer!"
Así pues, llegó el chofer. Este advirtió a su vez: "Llamaré a la policía si alguien no se baja". Como nadie lo hizo, el chofer y la cobradora fueron a llamar a un policía.
Mientras tanto, ignorado por los demás pasajeros, un hombrecillo tímido con sombrero de bombín subió al autobús. Poco después, aparecieron la cobradora, el chofer y el policía, que amenazó: "Este autobús no se moverá hasta que una persona se baje".
El sujeto del sombrero de bombín descendió en el acto. "¿Y por qué no lo hizo antes?", preguntó la cobradora, visiblemente disgustada e indicando al chofer ponerse en marcha. Las carcajadas de los soldados no se hicieron esperar, desconcertando tanto a la cobradora que esta decidió detener el vehículo por segunda vez. Y amonestó: "Este autobús no arrancará mientras ustedes se rían de mí".
Para entonces, otro autobús, con un inspector a bordo, ya se había formado detrás. Contrariado, el inspector exclamó: "¡Por favor!, ¿cuál es el problema?" Luego que la cobradora se quejó con él de que todo el mundo se estaba burlando de ella, él sugirió: "En ese caso, mejor cambie de lugar con la cobradora del otro autobús".
La nueva cobradora se situó al frente, y se aprestaba ya a dar la señal de arranque, cuando reparó en el sujeto del sombrero de bombín, que aún esperaba junto a la parada.
"¿Quiere subir a este autobús?", le preguntó. "¡Pues por Dios, entonces vámonos! ¡No podemos quedarnos aquí todo el día!"
—Rupert Hart-Davis, en A Beggar in Purple (Hamish Hamilton, Londres)
BUEN REGALO. El descubrimiento de los restos del Titanic, más de 73 años después de su trágico hundimiento, trae a la memoria la conmovedora historia de una mujer heroica que se hundió con el barco. Se llamaba Ida Blun Straus, y la historia me fue relatada hace muchos años por su hija, Sara Hess.
Sara cuenta que, cuando los sobrevivientes del Titanic llegaron a Nueva York, la sirvienta de su madre fue a verla para entregarle el abrigo de pieles de la señora Straus. Ella le contó que, al oír el aviso de que mujeres y niños debían subir a los botes salvavidas, Isidor Straus abrazó a su mujer y le indicó que tomara su lugar en el bote. En seguida, su esposa replicó:
—Hemos pasado muchos años felices juntos, querido, y si tú te hundes con el barco, también lo haré yo, pues la vida sin ti no tiene sentido.
Luego, volviéndose hacia su sirvienta, la señora Straus le ordenó: "Ve tú", y quitándose el abrigo de pieles, agregó: "Ponte esto; hará frío en el bote salvavidas, y ya no voy a necesitarlo".
Sara Hess le pidió a la mujer que se quedara con el abrigo, ya que era un regalo de su madre.
—Iphigene Sulzberger, en el Times de Nueva York
DISUASIÓN. Andaba yo curioseando por una gran tienda, y me llamó la atención que unos rimeros de canastas permanecieran muy ordenados. Entonces leí este letrero: "Cuidado: no hurgue entre las canastas. Nuestra cobra se perdió hace unas semanas".
—B.V.C.
QUIENQUIERA que cultive la fantasía en el arte está. un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esta locura.
—Franlois Truffaut, en Time
MUCHOS estudiantes tratan al conocimiento como un líquido que hay que tragar, y no como un sólido que debe masticarse. Luego se preguntan por qué proporciona tan poco nutrimento real.
—Sydney Harris, News America Syndicate
TRÁMITE PÓSTUMO. La dirección de Asuntos Interiores de Sudáfrica, en Johannesburgo, contestó en los siguientes términos a una persona que solicitó un documento de identificación para otra de avanzada edad: "Su solicitud será atendida una vez que recibamos copia del acta de nacimiento del interesado, copia del acta de defunción y copia de su registro de residente permanente".
—"Wanderer", en The Argus (Ciudad del Cabo, Sudáfrica)
GOLPE DEL EGO. Un periodista, amigo nuestro, pasaba por la calle junto al ventanal de una sucursal de la Biblioteca Pública de Nueva York. Notó que un hombre, del otro lado del vidrio y de espaldas a él, estaba leyendo el periódico de ese día, precisamente en la página donde aparecía un artículo importante que él había escrito.
Se detuvo, intrigado. ¿Estaría el hombre leyendo su artículo con detenimiento? ¿Llegaría al pie de la página? Era uno de esos momentos raros e imprevistos con los que todo escritor sueña. Nuestro amigo pegó la nariz al cristal. El tipo no volvía la página; bueno, estaría interesado.
La demora del periodista se debía a su ansia por conocer la respuesta a la pregunta crucial: ¿Pasaría el lector a la página donde continuaba el artículo?
Transcurrieron dos minutos. Cuatro minutos. Nada. Se trataba de un lector bastante lento, por cierto. Unos momentos más y el periodista se desplazó unos pasos para verle al hombre la cara, los ojos. Entonces se dio cuenta de que se estaba quedando dormido.
—Ron Alexander, en el Times de Nueva York
ALGO MARAVILLOSO de las personas muy ancianas es que, ante ellas, quienes ya no son jóvenes sienten que todavía lo son.
—Gabrielle Roy, en Cet Eté qui chantait (Stanké, París)
ERROR ABUELUNO Aun viéndolo con criterios modernos, mi abuelo era un inútil para el quehacer doméstico. Cuentan que mientras mi abuela daba a luz a su séptimo hijo, él dormitaba tranquilamente junto al fuego... hasta que la airada comadrona le mandó que reuniera a los demás niños, los bañara y los acostara.
Por fin lo hizo. Sin embargo, un niñito se rehusaba a ir a la cama y lloraba lastimosamente. Durante un rato, el abuelo trató de consolarlo; pero fue en vano.
—¿Qué es lo que le pasa? —preguntó al cabo, exasperado.
Con aire de fastidio, los otros niños explicaron:
—Vive en la casa de al lado.
—C.M.
¡A QUEMARSE LAS PESTAÑAS! Un día en que viajaba por carretera observé que, en sentido contrario y con muchos trabajos, subía la empinada cuesta un camión viejísimo completamente cargado de arena.
Al pasar a su lado, alcancé a leer un letrero que el camión llevaba en la defensa trasera: "¡Y todo por no estudiar!"
—Colaboración de Fredi Tambito García (Escuintla, Guatemala)
DOS CLASES. En este mundo sólo hay dos clases de personas: aquellas a quienes les cuesta trabajo tomar un libro, y aquellas a quienes se les dificulta dejarlo.
—R.I.
NOTA FALSA. Hace algunos años Otto Klemperer, el gran director de orquesta alemán, y George De Mendelssohn-Bartholdy, famoso musicólogo, entraron a una tienda de música. Klemperer se dirigió al dependiente y preguntó:
—¿Tiene usted a Klemperer dirigiendo la Quinta Sinfonía de Beethoven?
—No, señor —dijo el empleado—. Tenemos esa sinfonía dirigida por Ormandy y por Toscanini. ¿Por qué quiere usted la versión de Klemperer?
El director respondió con tono arrogante:
—¡Porque yo soy Klemperer!
El empleado lo examinó un par de segundos; luego se quedó mirando a su acompañante, y bromeó:
—Y ese individuo, supongo, es Beethoven.
—¡No! —gritó Klemperer—. ¡Es Mendelssohn!
—Paul Myers, citado por Norton Mockridge, United Feature Syndicate
CONSIDERADO. Contaba mi abuela que, cuando llegó el primer aparato de radio a la zona rural en la que ella vivía, el dueño del mismo, un hombre no letrado, a la hora del almuerzo les decía a sus hijas: "Bueno, hijas, apaguen el radio, que esa gente tiene que ir a comer".
—Colaboración de Laura Botana (Tres Arroyos, Argentina)
EL AMOR no posee leyes, quizás en la misma proporción en que las leyes no tienen amor.
—Adolfo Montiel Ballesteros, en La honda y la flor (Minas, Montevideo)
PERSONAS BUENAS. De todas las personas buenas que hay en este mundo, una de las mejores es el maquinista del tren que saluda a los niños y niñas. Tal vez saluda porque tiene, un hijo o un nieto (para quien el momento culminante del día es aquel en que oye el emocionante ruido del lento paso de un largo tren de carga) . Quizá es porque recuerda haber saludado él mismo a los maquinistas, hace dos o tres décadas. Acaso, simplemente, le guste saludar.
Sea cual fuere la razón (ya sea que él se percate o no de ello), el maquinista que saluda a los niños proporciona una buena dosis de felicidad.
Igualmente lo hacen otras personas buenas: el conductor del autobús que sonríe, en vez de enojarse, con el niño que se empeña en echar el boleto de la madre en la caja colectora; el policía que dice "¡Hola!"; el extraño que aguarda diez segundos para que la luz roja cambie a verde (al advertir que usted está tratando de enseñar a su hijito las señales de tráfico) .
Muchas de esas personas buenas y las buenas acciones que practican pasan inadvertidas... hasta que es usted mismo quien lleva de la mano al niño de dos años cuando saluda al maquinista, o cuando deja caer el boleto en la caja, o cuando le dice "¡Hola!" al policía y se empeña en aprender para qué sirven las luces verdes.
Es entonces cuando uno realmente nota que hay personas buenas.
—G.R.
ERA UN bebé tan grande, pero tan grande, que en lugar de ponerle nombre de pila le pusieron nombre de acumulador.
—Joaquín Antonio Pefialosa, en Humor con agua bendita (Editorial Jus, Ciudad de México)
AHORRATIVAS. El concepto de economía que tienen las mujeres es tomar un autobús de segunda para ir a una barata de abrigos de visón.
—Aldo Cammarota en La Opinión (Buenos Aires)
PARA ASCENDER. Pocos hombres de los que "se lo deben todo a sí mismos" son tan "hechos por sí mismos" como quisieran hacerlo creer. Ascender una clase en la escala social, es lo más que la mayoría de los hombres pueden lograr en el curso de sus vidas, y quienes deseen terminar como multimillonarios, harían bien en comenzar como millonarios. Podamos o no llevar riqueza al otro mundo, siempre ayuda el llegar con un poco a este. Y aunque no hay duda de que el talento alcanza su propio nivel, sigue siendo cierto que el yerno también "sube de categoría".
—Spectator ( Inglaterra )
VOZ DE MANDO. Estábamos de vacaciones por el oeste de Estados Unidos y llegamos a una iglesia justo en el momento en que el ministro pedía a los concurrentes ponerse de pie para la oración. Después de requerir la bendición para iniciar el servicio, con fuerte y autoritario tono instruyó: "SIÉNTENSE". Al levantar la vista, lo que vimos fue un ministro sumamente sonrojado que explicaba: "Discúlpenme, nuestros nietos han estado en casa durante esta última semana".
—B.S.
¡ESOS ANGELITOS! Como Los niños dicen lo que piensan con toda sinceridad, nada más significativo para un maestro que la alabanza de un pequeño. Por ello, la maestra Hudson se sintió contentísima cuando una niñita, tímidamente, la tomó de la mano y le dijo:
—Señora Hudson, ¿sabe quién es la maestra más linda?
—No. ¿Quién es?
—La señorita Wilson.
—Dick Van Dyke, en Those Funny Kids! (Doubleday)
EL VENDEDOR, a la señora de la casa: "¿Puedo mostrarle una aspiradora que su vecina no pudo comprar?"
—itg
COSAS DEL CORREO. Laurence y Cathy Coonce, quienes viven en Langley, Columbia Británica, Canadá, advirtieron en cierta ocasión que había dejado de llegarles la correspondencia. Pronto averiguaron que no la recibía nadie en su vecindario. "Es por los perros sueltos", explicó la cartera.
Cuando los Coonce presentaron su queja en la oficina postal de su distrito, les dijeron que dicha oficina ya estaba al tanto de la situación; que la cartera había procedido de manera correcta al suspender sus labores, y que no se les llevaría la correspondencia hasta que estuvieran amarrados los perros. Los Coonce protestaron:
—Pero nadie nos había informado nada, y ya ha pasado semana y media. ¿Pensaban avisarnos por teléfono?
—No —les respondieron—. Les enviamos una carta.
—Denny Boyd, en el Sun de Vancouver (Columbia Británica, Canadá)
AMOR A PRIMERA VISTA. La primera vez que vemos un cuadro es siempre la mejor; jamás lo vemos nuevamente de la misma manera. La energía que el artista ha transmitido al lienzo salta hacia nosotros y por unos instantes uno se convierte en el autor mismo, cambiando nuestros ojos por los suyos, logrando una fusión irrepetible, una comprensión que no volverá a darse. Después, uno mira dentro del cuadro, pero por más que se quiera, la primera sorpresa se ha ido, y entonces se mira al cuadro juzgándolo. Esto siempre será placentero, si se trata de un artista con quien tenemos afinidad, pero nunca se entrega uno tanto como la primera vez, ni el cuadro se nos revela en mayor medida. Las obras que amamos se convierten en viejas amistades, pero es ese primer momento de fascinación lo que cuenta. Es un impacto emocional en el que la razón, como en todos los amores, juega una parte insignificante.
—Adrienne Corri, en The Search for Gainsborough (Jonathan Cape, Londres)
HÉROE A LA FUERZA. En Los primeros días de la Guerra de los Bóers, un cabo de los Reales Fusileros Irlandeses, gravemente herido por una bala que le había penetrado el lado izquierdo del pecho, fue remitido a un hospital cerca de Southampton.
Un día, la reina Victoria fue escoltada hasta la puerta de su pabellón y decidió cruzar unas palabras con él. En la conversación que siguió, lo que parecía preocupar más a la soberana era que si la bala hubiese penetrado en el pecho del herido un poco más a la izquierda, estaría muerto.
Galantemente, el cabo la tranquilizó explicando:
—No había un verdadero peligro, Su Majestad; en ese momento yo tenía el corazón en la boca.
—Miles Noonan, en Tales from the Mes: (Hutchinson, Londres)
APASIONAMIENTO. Tras mucho afanarse en preparar cerezas flameadas para una cena especial, una señora advirtió a su familia que no mencionara a los invitados el trabajo que le había costado preparar el postre. "Actúen simplemente como si fuera comida usual".
Su hija, que aunque sólo contaba cinco años era buena actriz, se puso a la altura de las circunstancias. Esa noche, cuando llevaron a la mesa la escalfeta de plata de la que surgían llamas azules, se volvió hacia la madre y dijo en voz lastimera: "¡Oh, no! ¡Otra vez el postre de siempre!"
—C.H.
TALENTO ESCONDIDO. En un programa radiofónico inglés, Alistair Cooke hizo una confidencia sobre sus tiempos de estudiante:
Como presidente del club de teatro de la Universidad de Cambridge, era mi responsabilidad supervisar audiciones de los actores aspirantes. Un día llamó a mi puerta un enérgico joven envuelto en una bufanda de colegial, y le propuse leer un pasaje de diálogo interpretando cada cual un papel alternativamente. El muchacho era sumamente tímido, aunque de mirada astuta, como la de un hermoso zorro aguardando el toque del cuerno del cazador en cualquier momento. Lamento decir que no dio señales de talento histriónico, y aunque mi apocada práctica habitual con los fracasados era sugerir que después les llamaríamos, me pareció que no tenía sentido prolongar la angustia. Así que le pregunté qué estudiaba, y me informó que arquitectura. Para mi vergüenza, que me turbaría en los años por venir, le indiqué: "Dedíquese a eso". Pero el joven mantuvo el rumbo.
Veintidós años después nos volvimos a encontrar, y nos hicimos grandes amigos. Su nombre era James Mason.
¡USTED ME CONFUNDE! En aquel restaurante de servicio rápido se acostumbraba conceder descuentos a las personas de edad avanzada. La joven que atendía al mostrador, excediéndose un poco en su afán de complacer, preguntaba a todos los clientes que tenían aire de estar en esa categoría, aunque fuese remotamente, si se consideraban acreedores al descuento. Cuando le hizo la pregunta a una señora que estaba cerca de mí, ella respondió, algo desconcertada: "Oh, no. Es que he tenido un día muy pesado".
—R.E.B.
LA VERDAD puede ser dulce o amarga; pero no puede ser mala. La mentira puede ser dulce o amarga; pero no puede ser buena.
—Constancia C. Vigil, en El erial (Ediciones Botas, Ciudad de México)
CON AFECTUOSOS SALUDOS. Quizás las peores rudezas de nuestro tiempo provienen no de la insensibilidad de los extraños, sino de la excesiva solicitud de aquellos íntimos que piensan que sus abiertas críticas son siempre bienvenidas.
Es mi convicción que la clave de un matrimonio feliz es la aptitud para decir, con cabal solemnidad, algo como esto: "¡Vamos, no sé de qué te preocupas! En mi opinión estuviste gracioso anoche, y estoy segura de que lo mismo pensó todo el mundo".
—Judith Martín, en Common Courtesy (Atheneum)
HABLANDO LITERALMENTE. Los mercaderes de la Venecia del medievo solían tratar sus negocios instalados en bancas de madera, en la Plaza de San Marcos. Cuando a algún mercader le iba mal, los enfurecidos acreedores se hacían justicia destrozándole la banca, para acabar con su negocio. Ese es el origen del término "bancarrota" (o, en italiano, banca rotta), vigente hasta nuestros días.
—Anna Cifelli, en Fortune (Canadá)
LO ESENCIAL. ESTAR bien informado no es cuestión de saber un poco acerca de todo, sino de saberlo todo acerca de unas cuantas cosas... Siempre que esas cosas sean esenciales.
—Pierre Bourgault, en Écrits polémiques 1960-1983 (VLB Editeur, Montreal)