SIETE VERDADERAS MARAVILLAS
Publicado en
octubre 30, 2017
En torno de nosotros —y también arriba, debajo y dentro— existen maravillas más "maravillosas" que las legendarias Siete. Ponderemos las que propone el autor de este artículo.
Por Lewis Thomas.
HACE TIEMPO se me invitó a confeccionar una lista de lo que a mi juicio eran las Siete Maravillas del Mundo Moderno, para reemplazar a las Siete anticuadas Maravillas. Contesté que no podría hacerlo; al menos, no de inmediato. Pero la idea me siguió dando vueltas en la cabeza. Tenía que documentarme sobre las Maravillas antiguas (los Jardines Colgantes de Babilonia y todas las demás) y luego consultar la palabra "maravilla" en el diccionario para asegurarme de que entendía perfectamente bien su significado.
El vocablo maravilla designa algo prodigioso y milagroso, sorprendente, que suscita preguntas incontestables.
Finalmente decidí hacer una lista de las siete cosas que más me maravillaban. Dejaré para lo último la que considero la número uno.
Mi Maravilla número 2 es una especie bacteriana nunca vista en nuestro planeta hasta 1982, un producto literalmente salido del averno; o en todo caso de lo que consideramos como el averno: el candente e inhabitable interior de la Tierra. Tales regiones forman parte del panorama científico desde que existen submarinos de investigación capaces de descender 2,500 metros, o más, hasta el borde de profundas pozas en el fondo del mar. Estos respiraderos arrojan penachos de agua de mar supercalientes por unas formaciones que sobresalen de la corteza terrestre, conocidas como "chimeneas negras". Pero no es sólo agua caliente, ni vapor bajo presión como el que se crea en los autoclaves de laboratorio. Es agua sumamente caliente, a una presión altísima, con temperaturas que sobrepasan los 300° C.
Con ese calor, la existencia de vida tal como la conocemos sería inconcebible. Las proteínas y el ácido desoxirribonucleico (ADN) se desintegrarían, y las enzimas se disolverían; todo ser vivo moriría al instante. Desde hace mucho se descartó la posibilidad de que hubiera vida en Venus, por la temperatura prevaleciente allí, comparable con la del agua de las chimeneas negras; y por la misma razón se ha desechado la posibilidad de que hubiera vida en nuestro planeta en sus inicios, hace unos 4,000 millones de años.
Pero los oceanógrafos John Baross y Jody Deming han descubierto la presencia de colonias de lo que ellos consideran bacterias (otros científicos no tienen la certeza) que medran en agua sacada directamente de estos respiraderos de las profundidades marinas. Además, cuando se les lleva a la superficie, selladas en cámaras presurizadas y calentadas a 250° C., las bacterias no sólo sobreviven sino que se reproducen entusiásticamente. La única manera de matarlas es de frío... en agua hirviendo.
Y a pesar de todo tienen la apariencia de bacterias ordinarias. Con el microscopio electrónico se observa que tienen la misma estructura básica. Si, como ahora se sugiere, fueran las protobacterias originales, antepasados de todos nosotros, persiste una pregunta abrumadora: ¿cómo lograron ellas o sus descendientes adaptarse al frío? Sería el truco más maravilloso visto jamás.
Mi Maravilla número 3 es el Oncideres. Esta especie de escarabajo no es nueva, pero encaja en la categoría de Maravilla moderna por las modernísimas interrogantes que plantean a los biólogos evolucionistas los tres pensamientos consecutivos que irrumpen en el cerebro de la hembra.
Su primer pensamiento es para una mimosa, a la que encuentra y trepa por ella sin hacer caso de lás demás clases de árboles. El segundo pensamiento es poner huevecillos. Busca una rama, hace en ella un corte longitudinal con la mandíbula y luego deposita los huevos en la hendedura. El tercero y último pensamiento se relaciona con el bienestar de su prole; las larvas no pueden sobrevivir en la madera viva, por lo que la hembra retrocede unos treinta centímetros y practica un corte anular en la rama, a través de la corteza. En este trabajo de ebanistería tarda ocho horas.
La rama muere a raíz del corte y cae al suelo en cuanto sopla la primera brisa; las larvas se alimentan, crecen y se convierten en la siguiente generación, y las preguntas siguen sin contestación.
¿Cómo emergieron unidos estos tres pensamientos eslabonados en la evolución del escarabajo hembra? ¿Está guiado su comportamiento por el solo instinto, o es posible que su pequeño cerebro contenga pensamientos y destellos de conciencia, exactamente como los nuestrós, sólo tres pensamientos microscópicos que irrumpen en su mente siempre en el orden correcto? ¿Y cómo entró la mimosa en este cuadro evolutivo?
Cuando no se podan, las mimosas tienen un promedio de vida de veinticinco a treinta años. Cuando se podan anualmente, lo que hace el escarabajo con su corte anular, estos árboles pueden florecer durante un siglo. La relación entre la mimosa y el escarabajo es un elegante ejemplo de asociación simbiótica. Es bueno tener a nuestro alrededor a criaturas como este insecto y la mimosa, porque nos hacen recordar constantemente lo poco que sabemos de la naturaleza.
Mi Maravilla número 4 es un agente infeccioso conocido como virus del prurigo, el cual causa una mortal enfermedad cerebral en las ovejas, las cabras y diversos animales de laboratorio. El agente, sea lo que sea, puede propagarse en abundancia a partir de unas cuantas unidades infecciosas hasta sumar más de mil millones al cabo de un año. Utilicé deliberadamente la frase "sea lo que sea", pues hasta la fecha nadie ha podido encontrar ADN ni ARN (ácido ribonucleico) en el virus del prurigo. Tal vez estén ahí presentes, pero en caso de que así fuera, existen en cantidades demasiado pequeñas para poder detectarlos. Por lo pronto, lo que sí existe es proteína en grandes cantidades, lo que nos lleva a pensar seriamente que el virus podría ser todo proteína. Pero las proteínas, hasta donde se sabe, no se reproducen por sí solas; por lo menos, no en este planeta. Mirándolo desde este punto de vista, el agente del prurigo parece lo más extraño de la biología.
Mi Maravilla número 5 es la célula receptora olfatoria, que se encuentra por miles en el tejido epitelial de la parte superior de la nariz. Al aspirarse aire, recoge información del ambiente, de la fragancia de los amigos, del olor del tabaco, del desayuno, de una rosa. La célula que realiza todo ese trabajo (que despacha mensajes urgentes a lo más remoto del cerebro y pone así en actividad, una tras otra, memorias misteriosas, inexplicables ) es propiamente una célula cerebral, una verdadera neurona perteneciente al cerebro, pero expuesta al aire libre y que se dedica a olfatear por el ancho mundo. Cómo se las arregla para comprender lo que percibe (por ejemplo, para distinguir de modo infalible entre un jazmín y cualquier otra cosa que no lo sea) es uno de los más inextricables misterios de la neurobiología.
Mi Maravilla número 6 es, y vacilo en decirlo, el termes. Pero esta vez la Maravilla no la constituye el individuo, sino la colectividad. No hay nada de maravilloso en un solo termes. En dos o tres juntos tampoco lo hay; pero agreguemos termes hasta que sumen un número suficiente, y comienza el milagro.
Como si de repente hubieran recibido una noticia extraordinaria, se organizan en cuadrillas de trabajo y empiezan a apilar bolitas de tierra y piedras, exactamente hasta alcanzar la altura precisa; forman así unas columnas que luego arquean para conectarlas entre sí. De esta manera erigen la catedral con sus cámaras, donde vivirá la colonia durante decenios con aire acondicionado y control de humedad; lo hacen siguiendo los planos químicos codificados en sus genes, sin cometer ningún error, pese a que están completamente ciegos. Los termes no son la densa masa de insectos individuales que parecen ser; constituyen juntos un organismo, un cerebro que piensa, que reflexiona, sobre un millón de patas.
Es un misterio, algo ante cuya presencia uno sonríe.
Mi Maravilla número 7 es el niño; cualquier niño. Solía preguntarme mucho acerca de la niñez y de la evolución de nuestra especie. Me parecía demasiado derroche gastar toda esa energía en tan largo periodo de vulnerabilidad (una sexta parte de una vida entera) sin sacar ningún beneficio, hablando en términos biológicos, aparte del placer indolente, irresponsable, de la infancia. ¿Por qué nuestra evolución no nos permitió dar un salto felino desde la niñez hasta la etapa adulta y (según creía yo) productiva de la vida?
Me había olvidado del lenguaje, la única característica humana que nos distingue específicamente como tales; la cualidad que nos permite sobrevivir como la criatura más compulsiva, biológica y obsesivamente social de las que pueblan la Tierra. También había olvidado que los niños adquieren el lenguaje en esa época. El lenguaje es el objeto de la niñez.
Y ahora, mi Maravilla número 1. Se trata simplemente del lugar en que vivimos. De todos los cuerpos celestes que alcanzamos a ver, el más maravilloso y misterioso está resultando ser nuestro propio planeta, la Tierra.
Es un sistema viviente, un inmenso organismo aún en desarrollo, que se rige por sí mismo, produce su propio oxígeno, mantiene su propia temperatura y conserva relacionadas e independientes a todas sus incontables partes, nosotros inclusive. Puede mantenernos despabilados y jubilosos durante milenios con las interrogantes que nos plantea, si aprendemos a vivir sin destruir.
Nuestra gran esperanza está en que somos una especie muy joven, que piensa con palabras desde hace poco tiempo, que todavía está aprendiendo y madurando.
No somos como los insectos sociales. Ellos están programados sólo para opciones binarias: ir o no ir. Nosotros, en cambio, podemos optar por cuatro caminos a la vez: ir y no ir, pero también quizá, ádemás de ¡claro que sí, vamos a intentarlo! Seguramente encontraremos sorpresa tras sorpresa si somos persistentes. Podemos construir estructuras para la sociedad humana nunca vistas, tener pensamientos que nadie había tenido, crear música jamás oída.
Todo, a condición de que no nos matemos a nosotros mismos.
En esta etapa inicial de nuestra evolución, lo que más necesita la humanidad es tan sólo un futuro.
EL DOCTOR Lewis Thomas es presidente emérito del Centro de Lucha contra el Cáncer Memorial Sloan-Kettering, en la Ciudad de Nueva York, y autor de The Lives of a Cell ("Las vidas de una célula"), The Medusa and The Snail ("La medusa y el caracol") y The Youngest Science: Notes of a Medicine-Watcher ("La ciencia más joven: apuntes de un observador médico").
CONDENSADO DE "LATE NIGHT THOUGHTS ON LISTENING TO MAHLER'S NINTH SYMPHONY". © 1980, 1981, 1982 Y 1983 POR LEWIS THOMAS. PUBLICADO POR THE VIKING PRESS, DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.