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octubre 02, 2017
CUANDO Barbara McClintock se enteró de que había ganado el Premio Nobel de Medicina, dicen que exclamó: "¡Válgame Dios!" En seguida se fue al bosque a recoger nueces. Así es la doctora McClintock: una persona muy sencilla y retraída, tanto en el laboratorio como en la vida.
En efecto, esta científica, que alguna vez confesó sentir que los aplausos la "apabullaban", exteriorizó su característica modestia en una declaración que hizo a la prensa tras recibir el Premio Nobel. No se refirió a ningún colaborador suyo, pues cuando descubrió "los genes que saltan", hace más de treinta años, trabajaba sola. En vez de ello, decidió dar crédito a sus objetos de estudio, las plantas de maíz ordinarias de las que, después de cuidadosas observaciones, había obtenido importantes conocimientos de genética. En su declaración, dijo: "Sin embargo, parecería injusto recompesar a una persona por haber realizado una labor tan placentera a través de los años, durante los cuales lo único que hice fue pedir a las plantas de maíz que resolvieran problemas específicos, y luego observar sus respuestas".
—J.N.W.
YA FUERA en sus películas, en sus giras como conferenciante, en sus libros o en la vida privada, a David Niven le gustaba hacer reír a la gente. Un amigo suyo que lo conoció cuando el actor prestaba su servicio en la guerra en calidad de comandante, recuerda que en los días de la invasión de Normandía Niven dirigió esta arenga a sus soldados: "¡Adelante, muchachos! Esto será fácil para ustedes. En cambio, yo tendré que pasar otra vez por todo esto, al lado de Errol Flynn".
—R.M.
CUANDO era reportero, Walter Cronkite aprendió el valor de la exactitud, y la exigía de todos sus colaboradores en el Noticiario Nocturno de la CBS. A los redactores de las noticias que enviaban las principales agencias les pedía que todo lo comprobaran remitiéndose a la fuente de información original y, de ser posible, que presentaran nuevos aspectos de los sucesos. Al revisar un boletín noticioso, Cronkite interrogaba al redactor como un sargento: "¿Cómo sabes que esto es verdad? ¿Estás seguro de que esto ocurrió realmente?"
Este anhelo de verificar hasta los menores detalles en todo, se acentuaba con su insaciable curiosidad; quería siempre saberlo todo acerca de todo. Él mismo comenta: "Cuando voy a una zapatería, su funcionamiento me fascina. Deseo saber cómo hacen el inventario, cómo hacen para disponer siempre de suficientes pares de cada modelo. Y me gustaría trabajar allí una semana, para enterarme de todos los aspectos de ese negocio".
—B.M
EL PREDICADOR evangelista Billy Graham tiene un concepto muy claro de la disciplina. Dice: "La Biblia nos advierte con toda firmeza que debemos obedecer a nuestros padres. Hoy, la vara de castigo se considera anticuada en muchos hogares, pues los psiquiatras opinan que puede dañar la personalidad. Cuando, de muchacho, hacía yo algo indebido, mi madre me hacía daño en parte de mí, pero no precisamente en la personalidad".
—W.W.B G.
JODY POWELL, secretario de prensa en el gobierno del presidente Carter, cuenta su anécdota favorita acerca de Lillian Carter, la madre del ex mandatario:
La señora Carter había concedido una entrevista con cierta agresiva reportera, sin la asesoría de la oficina de prensa. La periodista, desde la primera pregunta, dejó ver claramente que se proponía juzgar con severidad las personalidades de esta irascible anciana y de su encumbrado hijo. La entrevistadora comenzó así:
—Señora, su hijo ha recorrido todo Estados Unidos y ha repetido a los electores que no voten por él si alguna vez les miente. ¿Podría usted aseverar, conociendo al señor Carter como sólo su madre puede conocerlo, que realmente él nunca ha mentido?
—Bueno, quizá haya dicho de vez en cuando alguna mentira blanca.
—¿Y cuál es la diferencia entre una mentira blanca y las demás? ¿Podría usted definir qué es una mentira blanca?
—No estoy segura de poder difinír una mentira blanca. Pero le pondré un ejemplo: ¿Recuerda que cuando entró usted por esa puerta, hace unos cuantos minutos, alabé su apariencia personal y expresé mi agrado por verla?
—L.A.T.S.
DURANTE una gira en Londres con la orquesta de Cleveland, el pianista Leon Fleisher recibió una invitación del director George Szell para hablar sobre una de las composiciones que interpretaba. Para su sorpresa, no encontró un piano en la habitación del hotel del director.
"No importa", le dijo Szell, "toque sobre la mesa".
Confundido y algo más que molesto, Fleisher comenzó a mover los dedos por el teclado imaginario. El director lo contemplaba atentamente, al parecer "escuchando" melodías y armonías que le eran familiares. Después de unos minutos dijo:
—Buen ritmo, pero creo que se brincó muchas notas.
—Eso es cierto, maestro —respondió el pianista con una pícara expresión—, pero nunca antes había tocado en esta mesa.
—P.G.
ISAAC Asimov narra esta anécdota: "En 1939, cuando tenía yo diecinueve años, escribí mi primer cuento sobre robots. Había hecho que cambiara el mundo, pero sin saberlo. En 1950, alguien reunió mis primeros nueve relatos sobre robots y formó un libro con ellos. Un caballero llamado Joseph Engelberger lo leyó, y tuvo el anhelo de construir robots. Desde entonces se convirtió en el principal fabricante de todo el mundo, que además instala y da servicio de mantenimiento a las máquinas robots, lo cual le produce anualmente millones de dólares. Este hombre de negocios me da todo el crédito por mi idea, pero se guarda el dinero".
—De un discurso en la Universidad de Ithaca