ESCANDINAVIA: ¿NUEVO OBJETIVO SOVIÉTICO?
Publicado en
octubre 03, 2017
En un ominoso juego del escondite bajo el agua, los submarinos rusos han estado poniendo a prueba, descaradamente, la preparación y paciencia de los nórdicos. ¿Por qué?
Por Joseph Harriss.
ES EL 28 de abril de 1983. La fragata Oslo, de la Real Marina Noruega, busca cerca de la costa occidental de su país un submarino, descubierto en el largo y profundo Hardangerfjord. En la sala de operación del Oslo, el teniente Morten Kinn, especializado en combates antisubmarinos (CAS) , ha pasado horas escuchando el familiar piiiiiing del sonar. De repente, a las 7:20 de la noche, la señal cambia a poc.
"¡Tenemos contacto!", exclama el operador del sonar, e informa del curso y la ubicación del submarino.
El teniente Kinn mueve de "seguro" a "listo" el botón del disparo, en el tablero de control de disparos. Y, al acortarse la distancia, presiona el gran botón rojo que dice "fuego". En la cubierta de proa, azotada por el viento, un proyectil Tern antisubmarinos se eleva zumbando al cielo y luego se sumerge en las aguas, donde explota.
La escena se repite muchas veces en los cinco días siguientes. El Oslo y otras dos fragatas, una corbeta, dos submarinos y un avión de patrulla disparan un total de veinticuatro proyectiles y seis cargas de profundidad al elusivo intruso. Luego de que cesa el contacto con el sonar, el 3 de mayo, el gobierno noruego suspende de mala gana la búsqueda. Una vez más, ha escapado un submarino que se sospechaba era soviético.
"WHISKY EN LAS ROCAS"
Estos incidentes casi se han vuelto rutinarios en las antes tranquilas costas de Noruega y Suecia. Dado que los submarinos rusos continúan penetrando las heladas aguas nórdicas, apenas pasa un mes sin que se practique este peligroso juego del escondite, en que regularmente se hacen disparos.
El sondeo soviético empezó a fines de los años sesenta con un incremento de sus flotas septentrional y báltica, que modificó dramáticamente el equilibrio nórdico del poder. Ahora, los soviéticos imponen su ventaja, en un esfuerzo calculado para controlar las profundidades del norte. Esta creciente campaña surgió el 27 de octubre de 1981, cuando el submarino soviético 137 encalló cerca de la estratégica base naval sueca de Karlskrona. Los indignados suecos descubrieron que aquel submarino, de la "clase Whisky", no sólo estaba husmeando, sino que también portaba armas nucleares. Presentaron una enérgica protesta a Moscú y permitieron que la prensa mundial tomara fotos de aquel "Whisky en las rocas", antes de remolcarlo a mar abierto.
Estas violaciones submarinas de las aguas escandinavas distan de ser algo nuevo. Noruega, miembro de la OTAN, ha registrado desde 1969 más de 130 incursiones indudables, probables o posibles; Suecia, país neutral, ha registrado más de doscientas desde 1962. Lo nuevo es la creciente frecuencia y la audaz agresividad de tales penetraciones. Suecia detectó nueve incursiones en 1980 y diez en 1981, pero descubrió 52 en 1982, y aún más en 1983.
Otro nuevo giro de este enfrentamiento en las profundidades es el uso de minisubmarinos que se arrastran por el fondo marino. Después de transportarlos en barcos ordinarios o en submarinos nodriza, los minisubmarinos de veinte metros de longitud pueden atravesar furtivamente el lecho marino sobre bandas de rodamiento, como las de un tanque, o impulsados por una hélice. Cuando merodean en las atestadas aguas costeras, poco profundas, y en los estrechos canales, habitualmente inaccesibles para los submarinos, resulta muy difícil localizar y combatir a los minisubmarinos soviéticos. (Las caprichosas aguas costeras de Escandinavia dan ventajas decisivas a los minisubmarinos y a los submarinos tradicionales. Las diferencias de temperatura según la profundidad, la salinidad cambiante y el fondo irregular dispersan las ondas del sonar y crean así lo que para el operador es una pesadilla.)
"Fueron una sorpresa para nosotros", reconoce el vicealmirante Bror Stefenson, jefe del estado mayor de la Defensa sueca. "Los soviéticos lograron ocultarlos al espionaje occidental; pero ya sabemos que los han usado por toda nuestra costa oriental".
En septiembre de 1982, un grupo de seis o más submarinos extranjeros (entre ellos tres minisubrnarinos) penetró en el archipiélago de Estocolmo. Una de las pequeñas naves rodó audazmente hasta llegar a un kilómetro y medio del palacio del rey Carl XVI Gustaf. La armada y la fuerza aérea suecas persiguieron durante un mes a los submarinos, lanzaron 47 cargas de profundidad e hicieron detonar cinco minas; pero los submarinos escaparon.
Después de este suceso, en un informe especial del Comité de Defensa Submarina de Suecia se concluyó que los submarinos eran del Pacto de Varsovia, que "en este contexto equivale esencialmente a la Unión Soviética".
Anders Thunborg, ministro de la Defensa de Suecia, detalló: "Hemos interceptado señales de radar y mensajes radiados que no dejan duda de qué nación los envía". Las pruebas son bastante concluyentes para que Suecia haya protestado, disgustada, ante Moscú, por las flagrantes violaciones de la integridad territorial sueca. Aunque el Kremlin rechaza todas estas acusaciones como "propaganda infundada", esta actitud puede cambiar si se vuelve molesta la situación, ya tensa de por sí.
"Tarde o temprano, vamos a hundir un submarino soviético", afirma un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia, "Cuando ocurra eso, y lo considero seguro, veremos cuál es la reacción de los rusos".
LA ESTRATEGIA SOVIÉTICA
Durante treinta años, la URSS ha apoyado el llamado "Equilibrio Nórdico": un convenio tácito de que Suecia se mantendrá neutral, en tanto que Noruega y Dinamarca limitarán su participación en la OTAN —sin admitir en su territorio armas nucleares ni tropas extranjeras, ni prácticas militares cerca de la frontera soviética—, a cambio de la limitación soviética en Escandinavia y Finlandia. ¿Por qué avanzan ahora con provocativos sondeos, que los exponen a ataques abiertos? Los especialistas occidentales en defensa piensan que son varias las razones:
Prueban los reflejos. Los analizadores señalan el aparente descuido de los capitanes de los submarinos soviéticos. Sacan los periscopios de las torrecillas en plena luz del día, muchas veces cerca de embarcaciones y de zonas costeras populosas. Se ha informado que algunos miembros de las tripulaciones soviéticas salen a pescar, como sin pensarlo, por las torrecillas. Y en marzo de este año, otros tripulantes de submarinos atrapados en la cuenca de Karlskrona trataron incluso de desembarcar en una pequeña isla, pero fueron repelidos por los suecos con fuego de artillería.
"Quieren que los veamos", es la conclusión del capitán Egil Eikanger, jefe de espionaje en el Comando de las Fuerzas Aliadas de la OTAN en Europa Septentrional, cerca de Oslo . "Prueban nuestros reflejos, para ver si son buenos".
Provocación política. Otra razón de que los soviéticos manifiesten su presencia es imponer la aceptación de su derecho de navegar a voluntad en aguas escandinavas. Con el tiempo, los noruegos y suecos podrían admitir que es inútil la resistencia. Estas tácticas encajan en la doctrina estratégica del almirante Sergei Gorshkov, viceministro de la Defensa de la URSS. La Marina de Guerra puede "cumplir fines políticos sin recurrir a la lucha armada, con la sola amenaza de iniciar operaciones militares", escribe Gorshkov.
Acopio de información secreta. Según John Lehman, secretario de la Marina de Estados Unidos, en cualquier guerra convencional futura los soviéticos planean "apoderarse muy anticipadamente de Noruega y hacer que sus manadas de submarinos salgan de los fiordos, como lo hicieron los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial". Para lograrlo, deben explorar primero los fiordos que pretende usar. Arkady Shevchenko, alto funcionario soviético que desertó a Occidente en 1978, confirmó en marzo de este año que el Kremlin proyecta esconder sus submarinos cerca de las costas escandinavas, porque Estados Unidos titubearía en atacar esa zona.
Otros objetivos del espionaje soviético incluyen: descubrir si en los fiordos se ocultan submarinos estadunidenses o de otros países miembros de la OTAN; investigar con qué tecnología cuenta la OTAN para la guerra antisubmarinos; instalar aparatos de escucha pasiva para seguir los movimientos de embarcaciones; encontrar sitios adecuados para el desembarco de unidades selectas de comandos Spetsnaz, en tiempo de guerra.
Colocación de minas. Los soviéticos siempre han dado gran importancia a la guerra con minas, pues la consideran un método barato y eficaz para cerrar los puertos y las vías marítimas a los barcos de guerra enemigos.
EL ESCENARIO DE UN ATAQUE
Durante los últimos veinticinco años, la armada soviética, que era una pequeña unidad de defensa costera, se ha convertido en una colosal fuerza de combate: 83 submarinos con proyectiles balísticos (contra 34 de la armada estadunidense); 285 submarinos de ataque (95 estadunidenses), y 288 grandes buques de guerra (189 estadunidenses).
Su unidad principal es la Flota Septentrional de la Bandera Roja, cuya base está en el mar de Barents, cerca de Murmansk, a escasos 130 kilómetros de la frontera de Noruega. Esta poderosa flota es más numerosa que la mayoría de las principales flotas del mundo. En tiempo de guerra, mientras sus 46 submarinos con proyectiles balísticos podrían permanecer en el fondo y atacar desde allí los blancos en Estados Unidos y Europa, los 135 submarinos de ataque rodearían aprisa el Cabo Norte para ocupar los fiordos de Noruega, atravesar el mar de Noruega y atacar las vitales líneas transatlánticas de la OTAN. Además, no menos de treinta submarinos de ataque de la flota soviética en el Báltico podrían acudir para asegurar la costa sueca, con ayuda de la gran fuerza anfibia de invasión de la flota.
Noruega, en particular, es fundamental para la defensa de los flancos septentrionales de Europa. Pero Occidente no debe confiar en que la armada noruega, por sí sola, lograría sostenerse en una guerra. Aunque están bien preparadas y son dedicadas, las tripulaciones noruegas suelen estar espantosamente mal equipadas para patrullar por una costa de 2,650 kilómetros (en realidad 20,350 si se toman en cuenta los fiordos y las bahías). Toda la fuerza CAS de Noruega consta de sólo cinco fragatas, dos corbetas, catorce submarinos de ataque y siete aeronaves de patrulla. Y es anticuado el equipo para CAS en estas embarcaciones (hasta los barcos pesqueros de ese país suelen tener mejor equipo de sonar). Por añadidura, la Armada no tiene helicópteros para CAS, que son clave en la persecución de submarinos.
Teóricamente, Noruega podría pedir ayuda a la OTAN para afrontar a los intrusos submarinos. Sin embargo, Oslo prefiere atender su seguridad solo, mientras no se declaren las hostilidades.
PALABRAS RUDAS
La armada sueca está descuidada también. Su flota de CAS consiste únicamente en dieciséis botes patrulleros, doce submarinos y diez helicópteros. Recientemente, empero, Suecia emprendió un programa de urgencia para mejorar su capacidad de CAS, y planea gastar 156 millones de dólares en comprar nuevos equipos de sonar y armamento. Un arma nueva es una pequeña carga de profundidad, que se fija sola en el casco del submarino y, al estallar, abre en él un orificio de cinco centímetros de diámetro; con esto da al capitán las opciones de inundarse poco a poco o salir a la superficie. Otro artefacto novedoso se adhiere magnéticamente al submarino y transmite señales al barco que lo busca.
Además, Suecia ha puesto en vigor procedimientos más estrictos para la caza de submarinos. A principios de julio de 1983, los comandantes navales fueron autorizados a arrojar de inmediato, en aguas territoriales suecas, las cargas de profundidad a fin de obligar a los submarinos extranjeros a emerger, sin tener que hacerles una advertencia previa.
"Vamos a incrementar nuestras medidas defensivas cada año, hasta que logremos detener esto", asegura el vicealmirante Stefenson.
A estas alturas, sin embargo, tanto Noruega como Suecia tienden a hablar con rudeza, pero evitan dar golpes. Ambas naciones poseen torpedos modernos que pueden hacer blanco en cualquier submarino; no obstante, se abstienen de usarlos por el temor de hundir realmente una nave soviética. La política oficial aún consiste en obligar a los intrusos a emerger para identificarlos.
Tal vez esto cambie, si la opinión pública escandinava continúa endureciéndose ante las provocaciones soviéticas. En Suecia, sólo el veintinueve por ciento de los interrogados en una encuesta realizada en septiembre de 1982, creían que era necesario reforzar las Fuerzas Armadas; ahora el 36 por cierto de la gente opina lo mismo. También en Noruega está aumentando el apoyo público a las Fuerzas Armadas y a la OTAN.
Aunque Noruega puede contar con la ayuda de sus aliados de la OTAN en caso de guerra, Suecia está en un apuro. Su política de neutralidad impide explícitamente la cooperación militar con otros países. Pero las intrusiones soviéticas, si continúan, podrían socavar la seguridad que se pretende afirmar con la neutralidad sueca. Así, los principales funcionarios suecos comienzan a tener conciencia de que pronto llegará el momento de la verdad.
"Hemos tratado de mantener estable esta zona con fuerzas pequeñas y neutralidad", declara el vicealmirante Stefenson. "Ahora nos están poniendo a prueba. Las protestas diplomáticas ante Moscú no van a ponerle fin a esto. Debemos responder a la fuerza con la fuerza".