LOS ÁNGELES 84, EXPERIMENTO DE INICIATIVA PRIVADA
Publicado en
septiembre 20, 2017
En años recientes, las Olimpiadas han significado para las ciudades anfitrionas —y para los contribuyentes— agobiantes déficit. Sin embargo, en Los Ángeles, un grupo de dinámicos hombres de negocios ha prometido que la de 1984 será diferente.
Por Earl Gottschalk.
EN LAS últimas horas de la tarde, el próximo 28 de julio, llevarán al Memorial Coliseum de Los Ángeles una antorcha encendida que se utilizará para prender la llama olímpica; así se iniciará la XXIII Olimpiada.
Y en el momento en que los competidores procedentes de más de 130 países empiecen a probar su habilidad en los campos deportivos, la ciudad de Los Ángeles también se pondrá a prueba: demostrará hasta qué punto tendrá éxito su insólita manera de organizar y financiar los Juegos Olímpicos.
Los funcionarios municipales sabían que se enfrentaban a arduos problemas cuando ofrecieron que Los Ángeles fuera la ciudad anfitriona de la Olimpiada más concurrida de la historia. ¿Cómo se transportará, en los dieciséis días que durarán los juegos, al contingente de visitantes (que se estima será de 700,000 personas) a los veintiocho lugares de competición esparcidos en una extensísima megalópoli que hasta la fecha no cuenta ni con trenes urbanos? ¿Cómo se desempeñarán los atletas —sobre todo, los corredores de maratón y otros participantes en deportes que requieren "respirar a plenos pulmones"— en el contaminado aire de la ciudad? ¿Cómo proporcionará seguridad la urbe a alrededor de 10,000 atletas, sin convertirse en un estado policiaco? Y... ¿qué decir de las finanzas?
Cuando los habitantes de Los Ángeles se negaron a apoyar los Juegos con dinero de los contribuyentes, un grupo de osados hombres de negocios convenció a los dirigentes del Comité Olímpico Internacional de que, contrariamente a su política de siempre, eximiera a la ciudad de hacer gastos. Por primera vez la administración de los Juegos se transfirió de los funcionarios municipales a la iniciativa privada. Como dice Peter Ueberroth, presidente del Comité Organizador de las Olimpiadas: "Los Juegos de 1984 estarán administrados por empresas privadas, y en ellos no intervendrá un solo centavo del contribuyente, de los fondos gubernamentales, de donaciones ni de porcentajes de loterías".
Consciente del déficit de mil millones de dólares que ocasionaron los Juegos de 1976 celebrados en Montreal, Ueberroth, empresario millonario, empezó a hacer los preparativos para lograr unos Juegos Olímpicos financieramente modestos, de bajo costo. Al revisar los estados financieros de las Olimpiadas, a partir de 1932, año en que Los Ángeles fue su sede por primera vez y no perdió dinero, llegó a la conclusión de que cada Olimpiada siguiente pudo haber tenido superávit, sí se hubieran administrado mejor sus finanzas.
Por tanto, Ueberroth y sus socios recurrieron a un nuevo enfoque para obtener financiamiento de las empresas privadas. En vez de cientos de pequeñas aportaciones, como en el pasado, el respaldo económico de los Juegos de Los Ángeles se limita a treinta empresas patrocinadoras que, por la cuota mínima de cuatro millones de dólares cada una, tienen derecho al uso exclusivo de la mascota oficial, Sam, el Águila Olímpica, en las campañas publicitarias. Estas compañías ya han aportado, en total, cerca de 125 millones de dólares.
La Southland Corporation, conglomerado de diversos giros cuyas operaciones incluyen una gran cadena de almacenes, construyó un velódromo que costó cuatro millones de dólares. La McDonald's, cadena de restaurantes de hamburguesas, es el restaurante de servicio rápido oficial de los Juegos de 1984; aportó una alberca olímpica, provista de ventanas subacuáticas para que las cámaras de televisión capten las vueltas de los nadadores. La séptima entre las más importantes compañías petroleras de Estados Unidos, la Atlantic Ríchfield, contribuyó con nueve millones de dólares, parte de los cuales se utilizó en el remozamiento completo del Memorial Coliseum, que incluyó una nueva pista para corredores y un palco para la prensa internacional.
Ueberroth y sus socios lograron una hazaña de astucia al negociar el contrato para los derechos a las transmisiones televisivas. La American Broadcasting Company (ABC) pagó 225 millones de dólares por la cobertura exclusiva de los Juegos, de 1,300 horas, suma que por sí sola representa casi la mitad de los quinientos millones de dólares que se calcula costará la Olimpiada.
La ABC no escatima los gastos. Unos 2,500 técnicos, camarógrafos, reporteros y trabajadores de producción transmitirán todas las competiciones olímpicas. Treinta y dos unidades móviles de televisión se llevarán a sitios remotos: desde las competencias de remo y de cañotaje, en el lago Casitas, 135 kilómetros al norte de Los Ángeles, hasta las pruebas de equitación, que se llevarán a cabo en el Rancho Santa Fe, 160 kilómetros al sur de la ciudad. La red de televisión utilizará los últimos adelantos tecnológicos para transmitir 187 horas y media de acontecimientos olímpicos a los espectadores de Estados Unidos, y 1300 horas de cobertura para el resto del mundo. Otras naciones proporcionarán sus propios comentaristas; más de 2,000 empresas televisivas extranjeras tendrán acceso a las imágenes de la ABC.
Todo esto costará mucho dinero, pero la red de televisión espera obtener ganancias, gracias a un gran volumen de ventas de publicidad.
Mas no todos están encantados con este experimento de iniciativa privada. La prensa soviética ha censurado en varias ocasiones la comercialización de los Juegos de 1984. Un artículo que publicó Der Spiegel, revista de Alemania Occidental, también expresa objecíones a lo que consideró "la gran injerencia del mundo de los negocios". La ciudad de Los Ángeles misma ha sido objeto de otras críticas más mordaces. El artículo de Der Spiegel describió la región meridional de California como "una mezcla explosiva de nacionalidades y criminalidad anormal, casi interminables distancias y aire peligroso".
En realidad, Los Ángeles goza de un agradable clima mediterráneo seco, cuya temperatura media fluctúa entre la mínima de unos 13°C. en invierno, y la máxima de alrededor de 23°C. en verano. La urbe es asiento de las industrias espacial y electrónica, y de las de cine y televisión. Aun los peores críticos de esta metrópoli reconocen que los angelinos son amistosos y "abiertos". Muchas tendencias en cuanto a estilo de vida y actitudes sociales que a menudo se han iniciado en Los Ángeles, posteriormente los han adoptado en el resto del país y en muchas otras regiones del mundo.
El área de Los Ángeles, enorme alfombra que integran más de ochenta comunidades, se extiende en una anchurosa llanura, entre las montañas de San Gabriel y el océano Pacífico, y abarca cerca de 6,500 kilómetros cuadrados, área que representa unas catorce veces la extensión de Hamburgo, Alemania. Unas tres millones de personas viven en Los Ángeles propiamente dicha, lo cual la convierte en la segunda o tercera ciudad entre las más grandes de Estados Unidos. (Los angelinos, como los chicaguenses, se disputan el honor de vivir en la segunda ciudad más importante del país; los funcionarios del censo poblacional todavía no se ponen de acuerdo al respecto.)
Oleadas de inmigrantes procedentes de Asia, México, Centroamérica y, en menor proporción, de Oriente Medio, han transformado la urbe en un centro internacional. En sus escuelas se hablan más de ochenta lenguas, y han surgido allí cientos de restaurantes que sirven de todo: desde el kimchi coreano, hasta el couscous norafricano. Los planificadores de los Juegos Olímpicos creen que esta diversidad contribuirá a que los visitantes de todo el mundo se sientan como en casa.
Una intrincada red de autopistas, que en general se considera una de las mejores del planeta, conecta a la descomunal área urbana. Por la gran abundancia de vehículos de motor y la cordillera que la circunda —la cual detiene los contaminantes en la cuenca—, se reconoce que Los Ángeles tiene el más grave problema de la nación en lo referente a contaminación ambiental. Pero no se anticipa que el esmog tenga efectos nocivos en los atletas. La mitad de las justas deportivas se llevarán a cabo en recintos cerrados, donde se filtrará el aire; y los eventos al aire libre, como las carreras de maratón y los encuentros de futbol, están programados a horas del día en que se habrá disipado la mayor parte del esmog. Además, los Juegos se han realizado con todo éxito en la Ciudad de México y en Tokio, que padecen peores problemas de contaminación ambiental que Los Ángeles.
Otro problema que se ha tenido en cuenta es el transporte a los diferentes sitios en que se harán las competiciones. Pero estos sitios, en su mayoría, están situados a no más de cincuenta kilómetros del centro de la ciudad. Una caravana de mil autobuses especiales y 1,400 autos tramsportarán a atletas, funcionarios y periodistas. Para los visitantes, el Distrito de Tráfico Rápido del Sur de California pondrá en servicio autobuses especiales para llevarlos a todos los sitios olímpicos. Las empresas locales colaboran escalonando las horas de trabajo durante la Olimpiada, de manera que haya menos congestiones de tráfico.
Los planificadores de los Juegos han dado la máxima importancia a la seguridad. Unas sesenta dependencias policiales y 17,000 agentes de seguridad trabajarán para que no se repita la matanza de atletas que perpetraron los terroristas en la Olimpiada de Munich, en 1972. Los mejores equipos antiterroristas del país se mantendrán alerta.
También reforzará la seguridad un nuevo proyecto de alojamientos. En 1932, Los Ángeles inventó el concepto de construir villas olímpicas especiales para albergar a los atletas. Por el austero presupuesto para los Juegos de este verano, los organizadores no han edificado villas. "Nosotros inventamos la idea, y ahora la estamos desinventando", declara el abogado de Los Ángeles John Argue, quien desempeñó un papel importantísimo en las negociaciones para celebrar los Juegos en esa ciudad. En vez de en villas, los atletas se alojarán en dormitorios universitarios alejados entre sí, donde los deportistas tendrán que mostrar tarjetas de identificación cifradas, con su foto.
Si todo sale según lo proyectado, la ciudad de Los Ángeles habrá probado que es posible para una urbe ser la sede del más importante acontecimiento deportivo del mundo sin dejar en la inopia a los contribuyentes. Tal vez ya lo probó: a fines de los años setenta, Los Ángeles fue la única ciudad que se ofreció como sede de la Olimpiada de 1984. Ahora, en cambio, alentadas por el ejemplo de la metrópoli californiana, nueve ciudades compiten para ser las anfitrionas de los Juegos en 1992. (Seúl, capital de Corea del Sur, ya está programada como sede de la Olimpiada de 1988.)
En el muro de una oficina, en el cuartel general del Comité Organizador, está colgada una placa, con esta cita atribuida al barón Pierre de Coubertin, padre de las Olimpiadas modernas: "Los siguientes Juegos Olímpicos deben ser... más dignos... más en concordancia con los requisitos artísticos clásicos... y, sobre todo, deben ser menos caros". Ueberroth declara: "Estamos tratando de llevar a cabo unos Juegos que celebren el deporte; que sean más baratos, más sencillos, más auténticos". El barón habría aprobado estos principios.