LA AUTOHIPNOSIS SÍ FUNCIONA
Publicado en
septiembre 28, 2017
Cuando la fuerza de voluntad no basta para suprimir un mal hábito, esta eficaz técnica puede ser la solución.
Por Morton Hunt.
EL VERANO pasado me topé en la playa con Billy y Alice, dos viejos amigos míos. La vez anterior que los había visto estaban gordos; pero en esa ocasión, en la playa, los noté tan delgados como cuando los conocí, hacía treinta años.
—¡Fantástico! —exclamé—. ¿Cómo lograron adelgazar?
Les gustó mi apreciación, aunque se turbaron un poco.
—Con la autohipnosís —musitó Billy, para que nadie más lo oyera.
—¿Dos personas sensatas como ustedes recurrieron a esa especie de brujería? —repliqué.
—Ninguna otra cosa nos dio resultado —prosiguió Alice—. Un día, Billy vio un anaquel de cintas magnetofónicas de autohipnosis en una librería, y compró una para adelgazar. Yo la oí, cuando la tocó al acostarse; en realidad, antes de que terminara me quedé dormida. Pero, al día siguiente, en la oficina, pedí un emparedado de atún a la hora del almuerzo. Estaba delicioso, pero me sentí satisfecha con sólo comer la mitad. Tiré lo demás a la basura, cosa que nunca había hecho. Y pensé: ¡Cielos! ¡Es por la cinta!
En las siguientes semanas, Alice bajó más de seis kilos mediante la práctica, dos veces al día, de la autohipnosis. Bílly, por su parte, bajó nueve kilos. "Yo siempre luchaba con el ansia de comer unos bocadillos después de la cena... y siempre salía derrotado", me confesó. "Ahora, ni siquiera pensaría en la posibilidad de comer algo por las noches".
Temí que Billy y Alice hubieran perdido el seso. Pero, al contarle la historia a un amigo psicólogo, me relató su propio caso. Durante años le habían atemorizado las visitas al dentista. Entonces, empezó a aplicarse la autohipnosis antes de cada sesión con el odontólogo, y ya superó esa angustia.
Impresionado, comencé a investigar. Descubrí que las aplicaciones terapéuticas de la autohipnosis han ganado amplia respetabilidad entre los médicos y psicoterapeutas. Se imparten cursos de este método en programas médicos, odontológicos y de psicología clínica, y muchos médicos, dentistas y psicoterapeutas profesionales lo enseñan a sus pacientes.
Según los informes de numerosas investigaciones, abundan las personas que han logrado aplicar la autohipnosis para aliviar la angustia, sobreponerse a temores, dominar el hábito de comer en exceso, dejar de fumar y curarse el insomnio. El doctor Paul Sacerdote, psiquiatra y oncólogo del Hospital Montefiore, de la Ciudad de Nueva York, ha enseñado la autohipnosis a pacientes cancerosos y a otros que también sufren de dolores crónicos; afirma que el veinte por ciento de ellos obtiene casi completo alivio, y el sesenta, alivio parcial.
Los estudios demuestran, asimismo, que la autohipnosis suele constituir un tratamiento eficaz para muchos padecimientos en los que intervengan el estrés y la angustia: asma, colitis, frigidez e impotencia, migraña e hipertensión arterial, por ejemplo. Pero las autoridades en la materia advierten que no se debe confiar en ella al grado de que sustituya al tratamiento médico de las enfermedades físicas graves, ni como procedimiento para explorar trastornos emocionales profundos, sin la vigilancia de un profesional.
Para no pocas personas, la autohipnosis parece un recurso imposible; pero esto se debe a un concepto erróneo de la hipnosis. Creen que es un proceso en que un hipnotizador, mediante destrezas y poderes especiales, obliga al sujeto a caer en un trance parecido al sueño y a obedecer sus órdenes. En realidad, la persona debe estar dispuesta a entrar en trance... no se le puede forzar. Como explica el doctor Herbert Spiegel, investigador de la hipnosis en el Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia, en la Ciudad de Nueva York, "la hipnosis no es algo que le hace a uno el hipnotista. Uno se lo hace a sí mismo".
Al utilizar técnicas como lograr que el sujeto fije la vista en un punto y pedirle que. relaje un grupo de músculos tras otro, el hipnotista ayuda al sujeto a caer en "trance", en el cual abre la mente a cierta clase de sugestiones. Según el doctor Fred Frankel, psiquiatra, experto en hipnosis, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, el trance se logra enfocando la atención a tal grado que se excluyen todos los pensamientos y sensaciones físicas que pudieran distraer. No es in consciencia ni sueño, sino algo muy parecido a estar absortos en lo que estamos leyendo o haciendo, con tal concentración que no escuchamos a quien nos habla.
Ya inducida en trance, la persona puede pasar por alto la mayoría de los mensajes de su propio cuerpo y mente, y así se vuelve receptiva a ciertas ideas. Las sugestiones destinadas a capacitarla para alcanzar metas específicas entran en la mente preconsciente o inconsciente, y permanecen allí, activas, ejerciendo influencia en la conducta y en los sentimientos.
Pero, en todo caso, es preciso que usted quiera poner en práctica la sugestión. Si en realidad no desea dejar de fumar, por ejemplo, de nada servirá la hipnosis.
La autohipnosis es muy diferente de ordenarse a sí mismo, sin entrar en trance: "No temas", o: "Deja de sentir hambre". Rara vez son eficaces tales órdenes a uno mismo. La autohipnosis hace actuar fuerzas mentales mucho más poderosas (las del subconsciente). Las sugestiones que usted se hace en la autohipnosis tienen una potencia muy semejante a la de sus habilidades o hábitos (como andar en bicicleta o conducir un auto), que domina usted a la perfección. Puede ejecutar tales actos de manera automática, sin necesidad de pensar en ello y sin tener que recurrir a su fuerza de voluntad.
Es muy probable que usted pueda aprender la autohipnosis. Según los especialistas, poca gente tiene el don innato de practicarla: estas personas tienden a ser imaginativas y saben soñar despiertas; otra minoría no puede lograrla en absoluto. Pero la mayoría de los sujetos están entre ambas categorías, y pueden dominar la técnica de la autohipnosis. Por cierto que el psicólogo Daniel Araoz opina que "todas las personas de inteligencia normal, y con una actitud y motivación correctas, pueden aprender la autohipnosis". (Aunque la hipnosis, en general, no hace daño, algunos especialistas aconsejan que se consulte a un psicoterapeuta antes de intentar la autohipnosis.)
Un recurso consiste en emplear cintas magnetofónicas comerciales. Algunas enseñan una técnica de autohipnosis que permite al sujeto practicarla por sí mismo y hacerse sus propias sugestiones. No obstante, casi todas las cintas son guías para inducir el trance, y luego hacen sugestiones sobre determinado asunto.
Escoja usted una cinta que se concentre en enseñar la técnica de autohipnosis, en vez de disertar acerca de problemas específicos. Y recuerde: una cinta resulta tan eficaz como la persona que la grabó.
También puede aprender a auto-hipnotizarse asistiendo a varias sesiones de adiestramiento con un hipnoterapeuta, leyendo un libro de autohipnosis o siguiendo un curso de educación para adultos sobre el tema.
Cualesquiera que sean las diferencias entre ellos, la mayoría de los métodos de enseñanza de la autohipnosis constan de cuatro procedimientos básicos:
1. Inducción. Hay muchas técnicas para entrar en un trance o "inducirlo". He aquí uno de ellos, integrado con muchos elementos comunes a sistemas ya probados. Podrá usted aplicarlo grabando las instrucciones en una cinta y oyéndola; o bien, puede repetirse mentalmente las instrucciones:
En una habitación silenciosa, con iluminación tenue, siéntese cómodamente en una silla, con las manos sobre las piernas. Ordénese que en cualquier momento, si necesita salir del trance, podrá lograrlo al contar del uno al cinco.
Elija un punto al nivel de sus ojos, o un poco más arriba; fije la vista en él. Aspire profundamente; contenga la respiración y ponga tenso todo el cuerpo, sobre todo las manos; luego, poco a poco, suelte el aire y vaya relajando los músculos. Haga esto una vez más.
Empiece la cuenta regresiva, muy despacio, desde el trescientos; si pierde la cuenta, empiece otra vez en cualquier número o vuelva al comienzo. Mientras cuenta, ordénese relajar los pies; concéntrese en ellos y sienta cómo se van aflojando. Con mucha lentitud, siga hacia arriba, sintiendo cómo se le relajan los tobillos, las pantorrillas, los muslos, los glúteos, el abdomen, el pecho, las manos, los brazos, los hombros; el cuello y la cara (los párpados deben sentirse cada vez más pesados, hasta cerrarse; la cabeza debe caer suavemente hacia adelante).
Deje de contar y dígase que ya está en relajación total, en trance, y que ya puede proseguir.
2. Profundización. Casi todos los hipnotistas enseñan a profundizar el trance mediante un cambio en la técnica. Algunos recomiendan repetir mentalmente una sola palabra o un número, mientras lo imagina el sujeto con el ojo de la mente. Otros recomiendan imaginar una escena que facilite la sensación de paz y desasimiento. Por ejemplo:
Imagine que está en el centro abierto de un edificio moderno, rodeado de tiendas y de gente. Llega a una escalera eléctrica, que desciende, y siente cómo baja al siguiente piso, donde todo está más tranquilo, las luces son más tenues y no hay nadie. Usted baja, se hunde, llega más abajo, hasta quedar por fin tan profundamente relajado como lo desee.
3. Sugestión. En esta etapa, usted se hace sugestiones. Puede repetirse una meta por alcanzar, con palabras, o decirse algo que reconoce como la verdad, pero que no ha podido practicar. También puede verse a sí mismo, de la manera más vívida posible, con la fisonomía que desea tener y ejecutando los actos que desea realizar. He aquí una autosugestión que puede servirle a quien desea adelgazar:
Imagine que, en un espejo, ve su nueva figura delgada. Dígase: "Iré sintiéndome con más energía a medida que me acerque a mi peso ideal. No tendré hambre después de haber comido lo suficiente para las verdaderas necesidades de mi cuerpo. Me complaceré con mi nuevo aspecto y sentiré orgullo al tomar las riendas de mi vida".
4. Salida del trance. Aunque no es probable que se le dificulte salir del trance, la mayoría de los especialistas aconsejan que se sugiera por anticipado cómo saldrá de él. Si no utiliza una cinta, puede servirse de un reloj despertador para salir del trance, en caso de haberse quedado dormido. Otro método consiste en ordenarse lo siguiente:
"Mientras cuento despacio, del uno al cinco, voy a salir del trance, descansado, alerta, y con capacidad de hacer lo que me propuse. Uno: siento que mi cuerpo recobra el tono muscular normal. Dos: vuelvo a captar los sonidos que me rodean. Tres: mi mente se aclara. Cuatro: me siento a cada momento más alerta. Cinco: abro los ojos y me siento muy bien".
LAS PRIMERAS veces que se someta usted a este procedimiento, con cinta grabada o sin ella, tal vez sienta que no ha funcionado muy bien. Pero tenga en cuenta que inducirse un trance es una destreza que requiere de paciencia y mucha práctica constante: Si no fuera así, ya habría logrado yo renovar todo mi ser.
Lo cierto es que aún tengo una larga lista de aspectos de mí mismo que deseo mejorar. Y tengo la esperanza de que el año próximo, al notar mi nuevo aspecto y cómo converso, bailo, corro, juego al tenis, etcétera, mis amigos comenten: "¡Fantástico! ¿Cómo lo has logrado?"