ABRIRSE A LA ESPONTANEIDAD
Publicado en
septiembre 27, 2017
Ser uno mismo y comportarse con naturalidad, sin depender de opiniones ajenas, es el mejor abono para la autoestima y la realización personal.
Texto: Francesc Miralles.
Ser natural en un mundo donde todo está reglado y en el que los bienes de consumo son los mismos en los cinco continentes resulta cada vez más dificil. La globalización tiene la particularidad de homogeneizar los gustos y costumbres de la humanidad, cuando la realidad es que cada individuo se siente único. Por otra parte, la cultura de los famosos es como un faro que, a través de los medios de comunicación, guía la nave siempre a la deriva de las modas. Millones de personas tratan de seguir la estela de las protagonistas de Sexo en New York, por poner sólo un ejemplo, o quieren parecerse a futbolistas, cantantes o modelos. Al final, parece que el signo de nuestros tiempos es emular lo que uno no es y, encima, pagar por ello.
Contra esta inercia que conduce al despilfarro, la pérdida de la propia identidad y la frustración, la espontaneidad es el gran antídoto. Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que mientras los imitadores nunca obtienen la admiración de su entorno, las personas que se comportan de forma genuina y natural poseen un magnetismo y una seguridad que les permite realizarse y ser valoradas.
Una de las anécdotas más citadas de la política del siglo XX fue el inesperado ardid del primer ministro soviético Nikita Kruschev, quien, en 1960, para ganarse la atención de los asistentes durante un discurso en las Naciones Unidas se sacó un zapato y golpeó la mesa con él. Preguntado posteriormente por esta reacción, Krushev reconoció haber actuado de forma espontánea. Esto fue de inmediato captado por su audiencia, que quedó tan impresionada por aquel detalle que todavía hoy lo recordamos.
Sin necesidad de caer en ese tipo de excentricidades, la espontaneidad es el mejor instrumento para los que, sin ir en contra de nadie. reivindican su derecho a salirse de la manada.
El miedo que infunde nuestra realidad, sometida al constante cambio, hace que muchas personas se escuden en lo normal y razonable para lograr una aceptación social que las haga sentirse protegidas. Sin embargo, el reto de ser uno mismo requiere que salgamos de las emociones y opiniones estereotipadas y reclamemos nuestro propio lugar en el mundo.
Cuando dejamos de actuar para gustar a otros, para parecer lo que no somos, empezamos a ser genuinos y a marcar nuestro propio paso.
APRENDIZAJE SIN LÍMITES
Uno de los frenos para nuestra espontaneidad es la pesada carga cultural que arrastramos. En la escuela nos enseñan a acumular conocimientos, pero no a mirar el mundo con sencillez. Aprendemos a hablar en boca de otros, en lugar de a encontrar nuestra propia voz. Sobre esto, el filósofo hindú Jiddu Krishnamurti afirmaba que el verdadero conocimiento es lograr acallar el pensamiento para que pueda surgir la verdad. Porque la sabiduría no consiste en acumular conocimientos, sino justamente en liberarnos de ellos para que pueda emerger lo más espontáneo de nosotros mismos, sin condicionantes. Dicho de otro modo, para encontrarse a uno mismo y tener una visión clara de lo que nos rodea, hay que desaprender lo aprendido. Esto requiere, según Krishnamurti, aprender a escuchar sin filtros –prejuicios, opiniones o expectativas–, ser capaces de percibir la vida más allá del ruido de las palabras: "Nuestro escuchar es siempre con una idea preconcebida o desde un punto de vista particular. No escuchamos simplemente; se interpone siempre la pantalla de nuestros propios pensamientos, de nuestras conclusiones, de nuestros prejuicios [...] Para escuchar, tiene que haber quietud interna, una atención relajada. Hay que estar libre del esfuerzo de adquirir. Casi todos vamos tras los resultados, queremos alcanzar metas; estamos siempre venciendo y conquistando; en consecuencia, no escuchamos."
Dentro de la tradición espiritual india, el propio Buda afirmaba que la finalidad del conocimiento es elevar nuestra perspectiva, no contaminarla. Haciendo un símil con una barca, decía que no tiene ningún sentido seguir cargando con ella una vez hemos alcanzado la otra orilla. Del mismo modo, lo que aprendemos a lo largo de la vida tiene que servirnos para caminar por nuestro propio pie, sin necesidad de cargar con las lecciones y, mucho menos, con el maestro.
Un relato tradicional hebreo cuenta que un rabino de Sadagora enseñaba un día a sus discípulos cómo la sabiduría brota espontáneamente de todas las cosas:
"De todo, absolutamente todo, podemos aprender algo —afirmaba—. No hay nada en el mundo que no pueda enseñarnos algo. Y no me refiero solamente a lo que forma parte de la creación de Dios, sino también a todo lo que el hombre haya podido fabricar. Todo, sí, todo nos da su enseñanza."
Uno de sus discípulos, que no estaba nada convencido, le preguntó:
"Pero. Maestro, ¿qué puede enseñarnos el ferrocarril?"
"Que por un instante, por un solo segundo, podemos llegar tarde y perderlo todo", respondió el rabino.
"¿Y el telégrafo?", preguntó otro.
"¡Que cada palabra cuenta y que no las cuentan todas!"
"¿Y el teléfono?"
"¡Que allí se oye lo que aquí decimos!"
Esta historia ilustra un aspecto importante de la espontaneidad, que no sólo está en cómo nos conducimos, sino también en nuestra forma de relacionarnos con el mundo y aprender de él.
Podemos limitarnos a la enseñanza reglada que hemos recibido en la escuela, el instituto o la universidad, cargada de contenidos genéricos que nunca llegaremos a emplear, o bien considerar la sabiduría como un perfume que se halla en todas las cosas, siempre que nos acerquemos espontáneamente a ellas.
"Es mejor ser odiado por lo que eres que ser amado por algo que en realidad no eres."
André Gide
TODO ES POSIBLE EN LA VIDA
Uno de los modernos gurús que abogan por la espontaneidad como camino para encontrar la sabiduría es Lee Lozowick. Este continuador de la tradición india baul sostiene que aquello que despierta lo más genuino de nosotros puede hallarse tanto en las escrituras sagradas como en un poema sufí o, incluso, en una canción de rock and roll.
Para lograr que sus discípulos encontraran su propia esencia, en los primeros tiempos decidió recurrir a la llamada sabiduría loca: el maestro actúa de manera excéntrica o inesperada —por ejemplo, se pone a bailar durante una grave ceremonia— para provocar una reacción en su audiencia. Es algo parecido a los talleres de psicomagia de Alejandro Jodorowsky o a los métodos de Gurdjieff. Lo fresco e irreverente, incluso lo perturbador, tienen como misión romper la coraza del alumno para que empiece a experimentar la realidad por sí mismo. Lozowick habla así sobre la necesidad de ser espontáneos y no supeditarnos a lo convencional: "La vida es mucho más amplia que las limitaciones que queramos ponerle, y necesitamos estar en permanente romance con ella. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de quedar enterrados bajo nuestras circunstancias personales. Es fácil convertirse en un autómata que se levanta de la cama, trabaja como un buey y dedica un tiempo a las prácticas espirituales, pero todo esto son hábitos mecánicos(...) Para librarte de ellos, tienes que encarar la vida con una mentalidad infantil, sentirte siempre un principiante y creer en milagros, como que cada día puede suceder cualquier cosa." Esta disposición de espíritu es la que permite que nuestra vida no esté predeterminada. Cuando nos convencemos de que todo es factible, incluso los cambios que deben operarse en nosotros, de repente, nuestra realidad se convierte en un campo lleno de posibilidades.
UNA NOTA AMIGABLE
He querido cerrar este tema con una experiencia personal que, en mi opinión, ilustra las ventajas de la espontaneidad para andar por el mundo.
Antes de establecerme como escritor y periodista freelance, durante unos años de mi vida estuve volcado en la profesión de editor. Trabajaba en un sello de autoayuda donde, paradójicamente, las guerras entre la propia plantilla hacían la vida irrespirable. Recuerdo haber acudido a aquella redacción con el sentimiento de fatalidad con la que los niños contemplan el regreso a la escuela un domingo por la tarde. Me hallaba a las puertas de una depresión. Años después, he comprendido que el ambiente tóxico —creado entre todos— que envolvía el departamento en el que trabajaba tenía su origen en que nadie se atrevía a expresar lo que realmente sentía. Todo el mundo intentaba contentar a alguien: unos a su jefe; otros, a aquel compañero que parecía tenerle tanta tirria, en un ejercicio fallido de gustar a quien ya había decidido excluirle. La mañana que, con gran alivio, comuniqué a todo el mundo que dejaba la empresa, se produjo un extraño silencio. Y también un milagro. En un departamento donde al Final nadie se hablaba, una mano anónima me mandó un mensaje sin remitente a través del servidor en el que compartíamos los documentos. El nombre del archivo era "una nota amigable" y reproducía la reflexión de un tal P. Gardner, que hasta ahora no he logrado saber quién es. Nada más.
Al leerla, no entendí por qué alguien había decidido enviarme aquello. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, guardo este pequeño texto como un tesoro que me ha enseñado algo esencial: el valor de vivir como una persona auténtica que no necesita la aprobación constante de los demás: "Lo que se aprende en la madurez no son cosas sencillas, como adquirir habilidades e información. Se aprende a no incurrir en conductas autodestructivas; a no dilapidar energía por causa de la ansiedad. Se descubre cómo dominar las tensiones, y que el resentimiento y la autocompasión se encuentran entre las drogas más tóxicas. Se aprende que el mundo adora el talento, pero recompensa el carácter. Se comprende que la mayoría de la gente no está ni a favor ni en contra de nosotros, sino que está absorta en sí misma. Se aprende, en fin, que por grande que sea nuestro empeño en agradar a los demás, siempre habrá personas que no nos quieran." Esto es una dura lección al principio, pero al final resulta muy tranquilizadora.
9 PASOS HACIA LA ESPONTANEIDAD
• RECONOCE TU SINGULARIDAD. No hay dos personas iguales. Empieza tomando conciencia de lo que te hace único.
• CREA TU PROPIA MARCA. No ocultes por modestia los atributos positivos que definen tu personalidad, al contrario, haz bandera de ellos.
• IGNORA LA OPINIÓN DE LOS DEMÁS. Viste, decide y compórtate para gustarte a ti mismo, no a los otros.
• NO TE COMPARES CON NADIE. Tomar a otras personas como espejo tiene el inconveniente de que siempre sentiremos que nos falta o sobra algo.
• COMUNICA, PERO SIN HERIR. La espontaneidad nos permite transmitir nuestras opiniones, necesidades y sentimientos; el único limite que debemos marcarnos es no ofender a nuestro interlocutor.
• APUESTA POR LA NATURALIDAD. Ser fiel a uno mismo tiene una gran ventaja, que, como minimo, una persona –tú– no se sentirá defraudada.
• NO HAGAS NADA QUE NO QUIERAS. La espontaneidad significa también no hacer aquello que, además de ser innecesario, no nos apetece. Trata de no acudir a fiestas, reuniones o cualquier otra cita social sólo por obligación.
• RODÉATE DE PERSONAS ABIERTAS. Los caracteres rígidos suponen un freno. Busca un entorno más flexible donde puedas ser tu mismo.
• VIVE EL MOMENTO. Si te preocupas demasiado por lo que pasará más adelante. nunca podrás vivir con espontaneidad, ya que ésta se vincula al aqui y al ahora.
Fuente: REVISTA INTEGRAL - JULIO 2008